Nuevas tendencias político-teatrales PEP SUBIRÓS
Primero fue el vodevil de investidura, un ménage à trois entre Pujol, Fernández Díaz y Carod Rovira en el que los celos y los recelos, los agravios y las descalificaciones no impidieron que Pujol propiciara y consumara la renovada operación de bigamia política que tan buenos frutos le proporcionó en 1980.Ahora se nos presenta, en las Cortes españolas, la tragicomedia de la Ley de Extranjería.
Muchas veces se ha comentado el creciente distanciamiento entre la clase política y el conjunto de la sociedad. Ahora resulta, sin embargo, que eso no es nada comparado con la distancia que por lo visto media entre el poder legislativo y el gobierno efectivo del país.
Así, a los diputados de la comisión parlamentaria encargada de elaborar el proyecto de Ley de Extranjería les dio por sentirse progres -en este país casi nadie quiere ser, todavía, de derechas- y consensuaron un proyecto francamente avanzado para los tiempos que corren.
Sorprendentemente, y en aspectos tan importantes como la regularización de la situación de los inmigrantes actualmente en situación de ilegalidad, la expedición de nuevos visados, los derechos sociales de los extranjeros residentes o la política de reagrupamiento familiar, el proyecto elaborado por una comisión dominada por una mayoría parlamentaria de derechas resultaba ser mucho más abierto y democrático que el aprobado en su día bajo el Gobierno del PSOE. Algo que, desde luego, no dice mucho en favor del socialismo hispánico.
La travesura duró hasta que el Gobierno tomó cartas en el asunto. Hasta ahí podíamos llegar, amonestó Mayor Oreja y, tras él, Aznar, desautorizando a sus propios diputados y, por extensión, a la Asamblea legislativa en su conjunto, máxima encarnación del régimen democrático.
Lo tragicómico del tema empieza cuando, pillados en falso por todas partes, los aliados del PP, con CiU a la cabeza, anuncian que ellos mantendrán el proyecto tal como está hasta el final. En fin, más o menos porque, tras unos días de protestas y aspavientos, CiU ya está enmendando su propia plana y pactando entre bastidores con Álvarez Cascos todos aquellos retoques a introducir en el Senado -concernientes especialmente a la regularización de los extranjeros actualmente residentes, aunque de modo ilegal, en España, a la discrecionalidad en la concesión de visados, y a la limitación de los derechos políticos y sociales de los inmigrantes- para que el proyecto de ley sea aceptable para los máximos gerifaltes del PP.
Es decir, para que la entrada de extranjeros no comunitarios en España siga dependiendo de la arbitrariedad gubernativa y para que siga existiendo una clase de ciudadanos de segunda categoría con los que responder cómodamente y a bajo precio a los diferentes momentos del ciclo económico. Unos ciudadanos marginales y marginados que, en circunstancias extremas, puedan además servir como chivo expiatorio del
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