El carro delante de los bueyes
Tras el fatídico fracaso en 1954 de la Comunidad Europea de Defensa, se pensaba que la defensa común sería el último escalón de la integración europea. Como con la moneda única, que precede a una política económica integrada, lo ocurrido con la dimensión militar desde la declaración franco-británica de St. Malo de diciembre de 1998 muestra lo contrario: la intendencia no sigue a la política, como gustaba jactarse De Gaulle, sino que ahora la precede. El carro se ha puesto delante de los bueyes en lo que un notable informe del Centre for European Reform (CER) de Londres califica de 'revolución militar de Europa'. Y no es para menos, pues en unos meses se han creado instituciones, se han tomado decisiones para que en 2003 la UE disponga de una Fuerza de Reacción Rápida, capaz de lanzar 60.000 hombres en una misión, y se han contraído compromisos de objetivos nacionales.
Como quedó patente en la conferencia anual en París del rebautizado Instituto de Estudios de Seguridad de la UE, resulta más fácil hacer cooperación militar que diplomática. Se ha visto en Kosovo, donde resultó más fácil hacer una guerra que una política contra Milosevic, y donde ahora Europa resulta más visible militar que políticamente. Esta disfunción entre la revolución militar y la lentitud de la política Exterior y de Seguridad Común se debe a que los europeos quieren mantener sus diplomacias nacionales -la PESC es común, no única, como recordó Solana-; existe la OTAN (es decir, EE UU) como garantía última; y la amenaza no es ya total, sino plural y de una naturaleza que, señala el CER, 'ya no une, sino que separa': a EE UU de Europa y a los propios europeos entre sí.
Si los europeos van en serio, tendrán que suplir sus carencias en satélites, medios de transporte y otras capacidades logísticas y de inteligencia. Pues sin capacidades, no hay revolución que valga. Hoy, y durante muchos años, la UE no podrá llevar a cabo operaciones militares de cierta importancia sin el concurso de EE UU. La revolución es, pues, limitada. El gasto militar de los Quince es de sólo un 50% del de EE UU, y su rendimiento es de un 10%. Los europeos deben gastar mejor antes de gastar más. Pero no han de copiar a EE UU. Para la gestión de crisis, como se manifestó en el coloquio, no necesita misiles de crucero. También cabe preguntarse si un país como España necesita carros de combate de última generación. En todo caso, tres países -Reino Unido, Francia y Alemania- copan dos terceras partes del gasto de los Quince, y la influencia en este terreno. Quizá la solución a largo plazo sea, como propone el CER, constituir un presupuesto de defensa en la UE.
La Política de Seguridad y Defensa Común (PSDC) goza de una amplia popularidad. Para consolidarla, hay que explicarla. Y ahí radica una de las dificultades. Hoy por hoy, son pocos los que quieren entrar en serio en la discusión del ¿para qué? O someter esta política a un control democrático. Aunque durante muchos años, Europa seguirá dependiendo de EE UU para sus eventuales operaciones militares, no se quiere plantear abiertamente que, a largo plazo, mayor autonomía europea significa devaluar la OTAN. Por algo Estados Unidos insiste en que la capacidad de planteamiento de operaciones militares europeas permanezca en la OTAN, y no en la UE. Luego está el problema de qué hacer con Turquía, que frena un acuerdo entre la UE y la OTAN en este sentido. Y, finalmente, está la cuestión de la ampliación de la Unión y sus fronteras. Una ampliación que, definida por un político, 'es un terrible error, aunque sería una tragedia no llevarla a cabo'. Esta Unión Europea, que ha entrado en una nueva era, se mueve entre paradojas. Antes o después, tendrá que volver a poner los bueyes a tirar del carro.
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