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Directores andaluces abordan con dificultades de todo tipo la realización de su segunda película

El fracaso resta apoyos e inversiones y el éxito genera presión en los cineastas

Siempre se ha dicho que dirigir una segunda película en España es más difícil que afrontar la primera. Para la opera prima se pueden recabar la complicidad de profesionales, actores y empresas que participen en la producción aportando parte o todo el salario en el caso de las personas y los servicios si son empresas. Con todo, esta colaboración rara vez se suele repetir. Es lo que les ocurre a varios directores andaluces, que afrontan su segunda película con numerosas dificultades. Y esto le ocurre incluso a los más exitosos, como es el caso de Benito Zambrano.

Si la película es un fracaso comercial o de crítica cuesta trabajo conseguir dinero y apoyos para la segunda; pero si es un rotundo éxito, las miradas y las expectativas acaban presionando en exceso al realizador, que suele postergar su reencuentro con la cámara.

Cuatro años va a hacer muy pronto desde que Benito Zambrano se puso tras la cámara en Solas. En este período fue testigo de la excelente acogida de su opera prima. A Zambrano no le bastó con cosechar premios y arrasar en las taquillas españolas al mostrar una historia de gente humilde que trata de salir adelante con dignidad. El director de Lebrija (Sevilla) también recibió muchas propuestas; pero, como ninguna le convencía, las fue rechazando hasta que llegó a sus manos la idea de la serie televisiva Padre Coraje.

'Me atraía que la historia se desarrollara en Andalucía, que pudiera contar con actores andaluces y, conforme fui profundizando en la historia real, el drama de una familia destrozada y el retrato de la Andalucía profunda'. En cualquier caso, como reconoce el propio Zambrano, se trata de un híbrido de cine y televisión, por lo tanto habrá que esperar un poco más para ver cuánto tiempo tiene que pasar entre Solas y su 'segunda oportunidad'.

Un vivo ejemplo de lo que cuesta sacar adelante la segunda película lo constituye el caso de Paco Periñán. En 1990 estrenó Contra el viento, la última película que rodó Antonio Banderas antes de irse a EE UU. Presentada en el Festival de San Sebastián, tuvo una discreta carrera comercial. A lo largo de estos 11 años Periñán ha obtenido en tres ocasiones ayudas del Ministerio de Cultura para la creación de guiones, pero a pesar de sus intentos no logró sacar adelante ninguno por motivos varios, como no interesar al productor, no contar con la participación de alguna cadena de televisión o ser proyectos caros.

Periñán prepara su regreso al cine como director -durante este período ha seguido vinculado con la industria trabajando como ayudante de dirección- con La rumba del pimentón. Esta 'comedia musical de trasfondo social que narra la historia de unos parados de una refinería y unas trabajadoras de una fábrica social que cantan rumbas por las playas' será producida por Antonio Pérez a través de Maestranza.

Un caso completamente opuesto es el de Antonio Cuadri, que también espera volver tras la cámara este año. Tras su prometedor debú en octubre del año 2000 con La gran vida está inmerso en dos proyectos cinematográficos: Eres mi héroe, historia ambientada en los años setenta en Sevilla, en la que hace coincidir la transición política con la personal de un adolescente de 13 años, y El año de los tiros, basada en la novela El corazón de la tierra, de Juan Cobos Wilkins. En cualquier caso es consciente de que para su segunda película como director no va a asumir ningún proyecto de encargo.

José Ángel Bohollo tuvo que marcharse bastante lejos -a Chile- para poder rodar su primera película en la que consiguió el apoyo de los actores Santiago Ramos y Ángel de Andrés. 'Desde que decidimos rodar allí por ser más barato hasta que la terminamos pasó muy poco tiempo; pero después tuvo una mala distribución y se estrenó tarde y mal. Eso provocó que tardara en volver a rodar'. Al poco de estrenarse un productor se interesó por él y en poco tiempo ya tenía la financiación y un atractivo reparto encabezado por Rosa María Sardá; pero, entre una cosa y otra, habían pasado cuatro años.

Dos largas esperas

Víctor Barrera ha intervenido en sus tres películas como productor y reconoce la dificultad del segundo 'y también la del tercer proyecto'. Ése es, al menos, su caso. Nueve años tuvo que esperar desde que dirigió en Venezuela El terrorista para rodar Los invitados. Lo sorprendente es que tras el éxito comercial de este filme en el que recreaba el crimen de los Galindos a partir de la novela de Alfonso Grosso, tardara 15 años en rodar su siguiente película, Amar y morir en Sevilla, estrenada en noviembre del año pasado. 'Me hicieron tres o cuatro propuestas pero los guiones no me gustaban y si no participo en el guión no acabo de ver la película'. Esta versión de Don Juan la rodó con dinero familiar ante la ausencia de subvenciones. Juan Sebastián Bollaín también tuvo que esperar para su segunda película. Tras rodar Las dos orillas escribió un guión con sus sobrinas Iciar y Marina Bollaín, pero 'una productora de Madrid se interesó y, a través de otros guionistas, se fueron introduciendo cambios hasta hacer la historia original prácticamente irreconocible'. 'Recuerdo que 10 días antes de empezar el rodaje me reuní con mis sobrinas y casi nos planteamos no hacerla', explica Bollaín. Aunque por entonces ya estaba inmerso en la preparación de su tercera película, Belmonte, ésta no se rodaría hasta dos años después.

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