La pensión
No me digan ustedes que no ha sido patético el espectáculo de PP, PNV y PSE corriendo a presentar propuestas de urgencia para replantear el acuerdo al que llegaron hace unos días para otorgar a sus señorías el derecho a percibir, llegada la edad de jubilación, la pensión máxima prevista en la Seguridad Social. Para una vez que se habían puesto de acuerdo en algo, van ahora y emprenden una alocada carrera para llegar los primeros a la secretaría del parlamento a plantear, cuando no a exigir, que se convoque 'de inmediato y por la vía de urgencia' una sesión para aclarar lo sucedido y revocar la decisión tomada. Es como si nadie quisiera responsabilizarse de lo ocurrido, y todos intentaran demostrar su virginidad siendo los que con más fuerza reclaman que se arregle el asunto.
Fíjense ustedes en la cantidad de decisiones que los políticos toman al cabo del año que afectan negativamente a la sociedad, o a importantes sectores de la misma, y la manera en que se justifican sin que las protestas de los afectados, o las opiniones expresadas en contra, tengan más efecto que una fugaz presencia en los medios de comunicación.
La mayoría de los políticos suelen siempre tener a mano una respuesta para casi todo, que para eso cuentan con gabinetes de prensa que les ayudan a cuidar la imagen. Pues imagínense qué mala conciencia debían tener acerca del acuerdo sobre sus pensiones, que apenas un par de días de protestas, declaraciones, y cachondeos varios en la prensa, han bastado para que sus señorías corran a decir 'yo no he sido', a expresar su preocupación por el 'malentendido', y a exigir que alguien arregle este entuerto que los pobrecillos no alcanzan a comprender cómo ha surgido.
La identificación entre el interés general de la sociedad y el particular de determinadas élites económicas o políticas no es nada nuevo sino que, por el contrario, constituye una práctica bastante recurrente a lo largo de la historia de la humanidad. Siempre se ha dicho que si a los empresarios les va bien, al país le irá bien; que si los militares están contentos con nuevos juguetes bélicos, se olvidarán más fácilmente de nosotros; que si los curas recogen muchos diezmos, alcanzaremos más fácilmente la salvación eterna... Lo que todavía no nos había dicho nadie es que si los parlamentarios tenían asegurada una buena jubilación, defenderían con más ardor nuestros intereses. Sin embargo algo de esto debe haber en el trasfondo, pues algunas voces ya han insinuado, entre ofendidas y vengativas, que si a partir de ahora los políticos lo hacen peor, o si hay menos vocaciones para sentarse en el parlamento, no nos llamemos a engaño y no empecemos a protestar.
Vistas así las cosas, no sé si es muy buena idea la del arrepentimiento. Bien mirado, al asunto podía habérsele dado otra perspectiva. Por un lado, el súbito ataque de unidad que les había dado a PP, PNV y PSOE para solucionar sus cosas, bien podía haber sido aprovechado para animarles a seguir en esa dirección y ponerse de acuerdo para arreglar también las nuestras. Por otra parte, ahora que se habían roto algunos dogmas, y que parecía que incrementar el gasto social no es tan malo, pues contribuye a dignificar la actividad profesional y a incrementar la seguridad de las personas, podíamos haber aprovechado para, siguiendo con la misma lógica, exigir que al resto de los mortales se nos asegure una vejez menos incierta.
No sé yo si ésto de protestar tanto contra la decisión de sus señorías no ha sido un error. Tal vez ahora empiecen otra vez a tirarse los trastos a la cabeza y a tratar de subrayar sus desacuerdos para que todos seamos conscientes de las trascendentales diferencias que les separan, para que podamos juzgar lo buenos que son unos y lo malos que son los otros. Y lo peor es que todos seremos responsables por no haber tenido la lucidez suficiente para entender que el ejercicio responsable de la política exige una pensión como Dios manda. País.
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