La polémica 'sharía'
Lapidaciones, amputaciones, flagelaciones. La sharía, o ley islámica, no tiene buena prensa en Occidente. La ley de Alá, un cuerpo de doctrina legal basado en el Corán, la tradición y el consenso, dista bastante del concepto de ley y justicia que prevalece en el mundo occidental. Sorprende la crueldad del castigo físico y su desviación sexista. Y sin embargo, en el caso de Nigeria, muchos de sus habitantes la aplauden.
No se trata sólo de que crean que la sharía refleja la voluntad de Dios, sino también de cuestiones más prácticas. El sistema legal heredado de los tiempos del colonialismo británico requiere enormes gastos en abogados, procedimientos complicados y un montón de papeleo que resulta difícil de afrontar en un país con un 42,9% de analfabetismo y una renta per cápita de 840 dólares anuales.
Así que en los Estados del norte, donde se concentra la mayoría de la población musulmana (un 50% de los 130 millones de nigerianos), hace tiempo que recurrían a la sharía para resolver asuntos de derecho civil como disputas familiares o feudos por la propiedad de la tierra, sin despertar malestar entre el resto de las comunidades. El sistema no sólo resultaba más barato, sino también mucho más rápido y eficaz.
El problema se planteó cuando a partir de 1999 algunos Estados extendieron la sharía al derecho penal. Los no musulmanes pusieron el grito en el cielo. El paso significaba que el consumo de alcohol se castigaría con unos latigazos, el robo con la amputación de la mano, el adulterio con la lapidación... Y pronto se vio que no se trataba de retórica, sino que se pretendía llevar a la práctica.
El caso de Safiya
Así se comprobó cuando saltó a la prensa internacional el caso de Safiya Husseini, la primera mujer condenada a morir lapidada por un supuesto delito de adulterio. Safiya fue finalmente absuelta el pasado marzo, después de una campaña internacional. Pero su caso sólo se resolvió porque el delito se había cometido con anterioridad a que el Estado de Sokoto, donde residía, adoptara la sharía. Para entonces, un nueva condena de lapidación movilizaba a los organismos de defensa de los derechos humanos: la de Amina Lawal, la mujer que ha motivado el boicoteo al certamen de Miss Mundo de un puñado de candidatas, incluida la española. Dos hombres están también condenados a muerte por distintos delitos.
El giro de 1999 tiene complejas raíces políticas, pero se enmarca más en la lucha de poder local que en una cuestión religiosa o ideológica. La elección como presidente de Olusegun Obasanjo, un cristiano, hizo que algunos sectores islámicos se sintieran amenazados. Era la primera vez que la mayoría musulmana perdía la jefatura del Estado. Observadores políticos ven también la mano de "regímenes extranjeros", en velada referencia a Arabia Saudí, que intentarían de este modo extender su influencia. Hasta hoy, 12 de los 36 Estados nigerianos han adoptado la sharía, que en muchos casos contradice la legislación federal que Obasanjo no termina de imponer por temor a algunos poderosos generales del norte.
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