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Reportaje:

Excursión a un palacio de la palabra

El Senado abre sus puertas tres días y muestra su pintura histórica y su biblioteca, joya neogótica labrada en hierro

El palacio del Senado, primera sede parlamentaria constitucional de la historia de Madrid, abrió ayer de par en par sus accesos al público. Adultos como Melchor y Raquel, matrimonio de Zamora, y colegiales de uniforme, como Mario, se adentraron con miradas de asombro en sus alfombrados salones. Era la primera de las tres Jornadas de puertas abiertas con las que la Cámara alta festeja el Día de la Constitución de 1978, que este año cumple un cuarto de siglo. El evento, que dura hasta mañana, viernes, víspera de la onomástica democrática, se inicia a las diez de la mañana y se prolonga, sin interrupción, hasta las siete de la tarde.

Unas 7.000 personas se acercaron ayer al Senado en la primera de las jornadas con las que la Cámara Alta quiere que "los senadores dejen de ser los protagonistas para dar el escaño al protagonista de verdad: el pueblo".

A las 10.00, el presidente del Senado, Juan José Lucas, abrió la Puerta del Rey de la Cámara Alta y saludó a quienes desde la madrugada esperaban para conocer el palacio, situado en la plaza de la Marina Española. El frío no amilanó a más de un centenar de personas que hacían cola, aunque su espera se vio compensada con el reconfortante café que desde las 8.30 empezaron a repartir los servicios del Senado.

Como en otros años, la mayoría de los visitantes fueron personas de la tercera edad y escolares. Pero quien no faltó fue Joaquín del Barrio, un año más el primer ciudadano en acceder a la Cámara, aunque en esta ocasión se despistó y se presentó a las 3.30 en la puerta del Congreso, en la Carrera de San Jerónimo, desde donde tuvo que ir caminando media hora hasta llegar al Senado, informa Efe.

Quienes lo deseen, pueden recorrer, como ayer hicieron muchos, las principales estancias de este palacio de la palabra, donde sesionan 257 senadores y que en un principio, en el siglo XVI, fue propiedad de María de Aragón, quien lo consagrara a convento de la silenciosa Orden Agustina Descalza. El lar sobre el que se alza, pródigo en aguas subterráneas, ha permanecido edificado y habitado desde el origen mismo de la ciudad. Se halla apenas a un suspiro del Palacio Real, al cual le une un canal soterrado y navegable, según una fundada tradición.

El palacio senatorial ha sido testigo de acontecimientos cuya memoria parece vagar aún por sus salas, aromadas por una atmósfera de denso confort y hoy, en pleno hondón invernal, de grata calefacción. "Aquí no pasan frío, no", comenta Mercedes, que ha permanecido casi media hora a la intemperie haciendo cola antes de entrar al palacio.

El Senado tiene dos zonas, una antigua, de solera decimonónica, y otra funcional, también lujosa, inaugurada en 1991 por el Rey. La Sala de Plenos, en el área añosa, es única en el mundo por su forma semejante a la de una grapa alargada, habida cuenta de que conserva trazas de la iglesia conventual sobre la que fueran instaladas las Cortes en 1814, dos años después de la Constitución liberal de Cádiz. Por la disposición de sus cinco filas de bancadas enfrentadas, la sala se asemeja a la de los Comunes de Londres. Sobre dos bancadas azules, el Gobierno suele comparecer en sesiones de control ante esta Cámara de representación territorial.

La magnificencia del recinto se extiende por pasillos y salones de Comisiones, con un gusto ornamental del que las instituciones españolas suelen hacer gala: arañas, tapices, cortinajes, relojes de gran valor -"¡qué bien está cuidado todo!", comenta Adela, una jovial jubilada segoviana- y, sobre todo, una colección de pintura histórica donde destellan las firmas de Martínez Cubells, Casado del Alisal, Muñoz Degrain, Madrazo y Sorolla. Otra de las joyas del Senado es su biblioteca de estilo neogótico, con estanterías en hierro fundido, que data del último tercio del XIX.

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