La ciudad castigada
El poeta Foix estaba todas las tardes en su pastelería, detrás del taulell, junto a la caja registradora, y desde allí supervisaba la entrada del dinero y el universo feliz de los pasteles. Yo iba a espiarle a veces. Un día, casualmente, escuché una conversación con un cliente que quería saber si los poetas Ferrater y Vinyoli eran bebedores de fondo. "Lo son", dijo Foix, con cara de circunstancias. Y explicó que el día anterior lo habían visitado en su casa: "Pero son distintos bebiendo, del mismo modo que son diferentes como poetas. La prueba está en que, al despedirnos, uno descendió las escaleras agarrado a la barandilla mientras que el otro las bajó directamente rodando".
Pronto el Bus Turístic, que pasa por la plaza de Sarrià sin detenerse, parará frente a la pastelería del señor Foix y hará cultura. Se está estudiando en el distrito Sarrià-Sant Gervasi que el Bus también se acerque al cementerio de Sarrià, donde está la tumba de Carles Riba, y hasta es posible que le hagan pasar por la hoy anodina calle de Pau Alcover, donde estaba la torre en la que los difíciles Goytisolo pasaron su requetedifícil infancia.
A la vista de las ideas de este distrito, hay quien ya ha propuesto en la prensa otro recorrido literario, que arrancaría de los desaparecidos bares Stork y Pub Tuset y daría "un rodeo por el Flash-Flash y el Giardinetto en busca de Eduardo Mendoza" (por favor, pediría que le dejaran cenar tranquilo), y que imagino que podría continuar por el restaurante Can Massana, por la clínica que reemplazó al antiguo Bocaccio, por el sótano ("más negro que mi reputación, y ya es decir") de Gil de Biedma en la calle de Muntaner y terminaría en el soporífero jardín de la casa del poeta Joan Maragall.
Es innegable que el recorrido más literario sería el que abarcaría el Paralelo y el barrio chino de Bataille, Moix, Mandiargues, Genet y Vázquez Montalbán. Pero este itinerario aún no ha sido propuesto por el distrito al que le corresponde. ¿Presentarán algún recorrido cultural en Gràcia? Sería una idea de dudoso gusto llevar a los turistas a la plaza del Diamant, donde un día Antonio Tabucchi, situado ante la espeluznante escultura de la Rodoreda, vio cómo se le aparecía el fantasma de la escritora y le ordenaba abandonar inmediatamente aquel pavoroso lugar.
Yo, que para algunos amigos he sido guía turístico de las calles de Juan Marsé, propondría que el Bus se detuviera frente al bar del Ducati en la calle del Torrent de les Flors y les hicieran pillar a los turistas unas buenas cogorzas antes de llevarles a la cercana estatua de uno de los arquitectos del Eixample, el senyor Rovira, y decirles que es el escritor más representativo de la ciudad. Después de todo, su estatua en la plaza de Rovira es lo más parecido que tenemos a la de Pessoa en el café A Brasileira de Lisboa. Como a Barcelona nunca se la identifica con un único escritor, podríamos hacer pasar al arquitecto Rovira por una de las cumbres de la poesía catalana y mundial. O por el mismísimo autor de La ciudad de los prodigios. Nuestro escritor más representativo sería así un arquitecto llamado Rovira y no un escritor.
Nos merecemos esta miseria por haber montado con tanto entusiasmo la gran horterada de la industria Gaudí. Si Praga es la ciudad de Kafka, Barcelona sería la ciudad de Rovira. Un escarmiento por tanta panoplia de Sagrada Familia sin literatura ni contenido. Y de paso un descanso para los escritores de la ciudad, que así podrían cenar tranquilos, con Gaudí y las gambas de Mariscal llorando en la puerta del Giardinetto.
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