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MODA | ESTILO DE VIDA

A Tokio por la puerta grande

Japón es un objetivo primordial para cualquier marca de lujo. Lo demuestran los dos impresionantes edificios inaugurados en el plazo de una semana en la capital nipona por Chanel y Tod's. Una arquitectónica y monumental declaración de amor a un mercado esencial.

Eugenia de la Torriente

Aunque hoy los ojos de toda firma de lujo parezcan puestos en China, nadie se olvida del mercado japonés. Y es que la tercera economía mundial es la clave para el éxito o fracaso de casi cualquier marca global, especialmente para una de lujo. Ejemplos: para el grupo Gucci, Japón representa el 20% de su negocio, y para el gigantesco LVMH, el 15%. No hay dudas: nadie va a olvidarse ni por un segundo de semejante caramelo.

Queda claro viendo el ímpetu arquitectónico y económico con el que dos líderes de la industria del lujo han atacado sus últimas inauguraciones en Tokio. Chanel y Tod's, sin juntarse ni revolverse, han abierto en el plazo de una semana sendos y descomunales edificios (templos de compra, se les puede llamar) en la capital nipona. Por mucho que el desembarco del lujo en Japón no haya cesado desde que se iniciara en la década de los setenta, el mes de diciembre de 2004, por lo menos, llamó la atención sobre su continuidad.

El día 4 de ese mes abrió sus netamente majestuosas puertas el edificio Ginza, obra del estudio de Peter Marino. Nada menos que la mayor tienda Chanel del mundo. 56 metros de altura y una fachada de transparencia caprichosa (no tanto durante el día, completamente por la noche) cubierta por 700.000 LED para emitir mensajes lumínicos al mundo. Un delirio de última tecnología que nace de la imperiosa necesidad de eliminar la distancia entre el parking y la tienda (por si a la vuelta se va cargado, obvio). Con la cuestión del parking resuelta en las dos plantas subterráneas, el emblema del poder de la casa creada por la huérfana Coco en 1921 se eleva ahora en diez plantas, que incluyen la tienda (los tres primeros pisos), una sala polivalente pensada para conciertos (en el cuarto), las oficinas de la empresa (del quinto al noveno), un restaurante llamado Beige Tokio (en el décimo) y una terraza en la azotea de nombre aún más imposible, pero igual de autorreferencial: Le Jardin de Tweed.

Por si los 6.098 metros cuadrados de despliegue dejaban alguna duda sobre la apuesta que la firma hace con Japón, la inauguración se aprovechó para presentar Made in Paris. Una colección inclasificable (no es prêt-à-porter, tampoco es alta costura) cuyo principal objetivo es mostrar el trabajo de los cinco talleres artesanos de costura parisienses que Chanel compró en el nuevo milenio. Los dos ejercicios anteriores (Satellite Love en 2002 y Chanel 5 à 7 en 2003) se habían presentado en París. Este gesto, junto a la estética levemente manga de toda la colección, debe considerarse algo más que un mero guiño al aliado nipón.

La misma ciudad, apenas seis días después. Pero esta vez es la marca italiana Tod's quien saluda a sus clientes desde un nuevo e igualmente monumental espacio. El palacio Omotesando, situado en la avenida del mismo nombre y concebido por el arquitecto japonés Toyo Ito, se queda sólo tres pisos atrás del de Chanel y comparte voluntad de iluminar la noche de Tokio. Una estructura de hormigón y cristal sobre la que se dibuja la ilusión de las ramas de un olmo. En total, 2.500 metros cuadrados para albergar una tienda de tres plantas, las oficinas de la empresa familiar, un espacio para eventos varios y una sala de reuniones y jardín en el séptimo y último piso.

Una gigantesca declaración de amor que Diego Della Valle, presidente del grupo Tod's, no tuvo reparos en reafirmar: "La apertura de una gran tienda en Tokio era uno de nuestros objetivos prioritarios. Es una señal fuerte de nuestra ambiciosa apuesta por el mercado japonés". Tod's, que entró en Asia en 1997 y ya tiene 16 tiendas en Japón, quiere jugar fuerte en tan determinante mercado para enfatizar su potente desarrollo de los últimos tiempos. El imperio creado por el padre de Diego Della Valle, Dorino, facturó 371 millones de euros en 2003. Y Asia es un objetivo prioritario: significa un 11% del facturado consolidado a 30 de septiembre de 2004, un 3% más que en el mismo periodo del año anterior.

En Tokio se cruzan, pues, los destinos de dos marcas diametralmente distintas que comparten el interés por epatar a un mercado esencial y que continúan una larga tradición por encandilar a Japón con obras majestuosas. Un camino que antes que ellos emprendieron Louis Vuitton, Prada o Dior y que va trufando las calles japonesas de imponentes ejercicios arquitectónicos, símbolos de la potencia económica y de la aspiración trascendente de las firmas del lujo. Tiendas que ya no son tiendas. Tiendas que ahora son templos. Del consumir. Del lujo como algo a lo que todos tenemos derecho a aspirar. Del lujo como una experiencia sacralizada. Descomunales símbolos de una era.

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