"En la misma trinchera"
El jesuita Díez Alegría y el comunista López Raimundo reciben juntos el 23º Premio Alfons Comín
Un sacerdote jesuita, José María Díez Alegría, de 95 años, y un ex dirigente comunista, Gregorio López Raimundo, de 93 años, recibieron ayer conjuntamente el 23º Premio Alfons Comín en un abarrotado Saló del Cent del Ayuntamiento de Barcelona. En algún sentido, Comín sintetizaba ambos credos: cristiano y militante del PSUC. Los premiados no dudaron en declararse herederos de sus aportaciones y, pese a que nunca antes habían coincidido, utilizaron la misma frase para definir sus coincidencias del pasado, muy por encima de las divergencias: "Estábamos en la misma trinchera", dijeron, sin haberse puesto de acuerdo.
Díez Alegría, que se instaló con su compañero, José María Llanos, en el madrileño Pozo del Tío Raimundo, se proclamó "cristiano del Jesús de los Evangelios, el de los pobres".
Gregorio López Raimundo aseguró que su compañero de galardón representaba, al igual que Comín, el cristianismo del "amor y la justicia", pero también el de "la igualdad y la fraternidad". "Fue", dijo refiriéndose a Comín, "un activista sensacional. Antes, los partidos comunistas eran ateos. Él consiguió que el PSUC se definiera como laico, una decisión que luego tomaron ya otros partidos".
López Raimundo evocó los cambios derivados de las actitudes "eurocomunistas" y explicó así la delantera del PSUC respecto al PCE: "Mientras que los comunistas del resto de España no pudieron emigrar y fueron muertos, nosotros pudimos pasar a Francia y estábamos vivos".
López Raimundo no dejó de lamentar los años que tiene, que le impiden estar en la primera fila de la batalla política.
Díez Alegría cree que la Iglesia católica ha vivido tiempos convulsos. Tras la apertura hacia la libertad del Vaticano II, un Papa "bastante contradictorio", Juan Pablo II, capaz de defender la apertura ecuménica y el diálogo interreligioso a la vez que criticaba el capitalismo. Y junto a eso, la ortodoxia en la fe, de la mano del entonces cardenal y hoy pontífice Benedicto XVI. Con todo, Ratzinger, dice el sacerdote, no se muestra como Papa como un "gran inquisidor", y como ejemplo, añadió, el viaje a Valencia, donde mostró que prefiere la voluntad de diálogo a la voluntad de condena, frente a la cúpula eclesial española. "Yo rezo por él", afirmó.
El jesuita sigue pensando que la crítica de Marx al capitalismo "es muy justa" y en su discurso tras recibir el premio no olvidó referirse a ello: "El capitalismo no es una mera técnica económica, neutral desde el punto de vista humanista, ni una necesidad inscrita en la naturaleza (...), sino el resultado de una voluntad de explotación, de una violencia represora, de una estructura de mecanismos de explotación".
Recibió un nutrido aplauso.
Esquerra, ausente
El Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona se quedó ayer pequeño para el público que acudió a la entrega del Premio Comín a Díez Alegría y López Raimundo. Allí estaban dos miembros del Gobierno catalán, Antoni Castells y Josep Maria Vallès; el ex fiscal Carlos Jiménez Villarejo; el ex ministro de Cultura Jordi Solé Tura; la historiadora Anna Sallès; los ex concejales del Ayuntamiento de Barcelona Jordi Borja, Josep Maria Lucchetti y Eulàlia Vintró, y concejales en la legislatura actual: socialistas, de Iniciativa y de CiU. Incluso alguno del Partido Popular. Sólo hubo una excepción: Esquerra Republicana de Catalunya se mantuvo ausente.
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