El coleccionismo privado sale a la luz
La Fundación Godia reúne 47 obras de 27 coleccionistas particulares, exhibidas en público en raras ocasiones
Subrayar el papel del coleccionismo privado y su trascendencia pública es el objetivo de las 37 pinturas y 10 esculturas que conforman la exposición De Fortuny a Barceló. Coleccionismo generación Francisco Godia, abierta en la Fundación Godia (Valencia, 284) hasta el 24 de junio. "Son obras de gran valor, que ofrecen una alternativa del mismo nivel a las colecciones públicas y son representativas de las mejores colecciones del país en el momento en que Paco Godia estuvo activo", afirma el historiador del arte Francesc Fontbona, comisario de la muestra junto con Sara Puig, directora de la Fundación. Para Puig, "se trata de coleccionistas que mantuvieron una relación de amistad con Godia y compartieron su interés, tanto por los principales artistas de la época, como por los representantes de las nuevas tendencias".
El montaje incluye obras de Fortuny, Picasso, Casas, Dalí, Juan Gris o Barceló
Por una vez, a pesar de su consabida reticencia a aparecer en público, algunos coleccionistas han permitido que su nombre figure junto a la obra. Entre estos, Plácido Arango, propietario de la tela que abre el recorrido, La fantasía de la pólvora (1863) de Marià Fortuny, una pieza clave en la evolución del pintor, emblemática de su alejamiento de los principios puristas de su formación académica. De otra colección madrileña, la Varez-Fisa, proceden Hendayé, vue du côté espagnol, una pintura prácticamente inédita de Darío de Regoyos que se expuso por última vez en Bruselas en 1914, y dos esculturas de Gargallo, un retrato en bronce de Kiki de Montparnasse y Urano, admirable síntesis de cubismo y clasicismo. Los coleccionistas de origen vasco Daza-Aristi contribuyen con un pieza de Casas y una tela de Dalí, con sendos paisajes pintados por los dos lados.
El coleccionismo catalán está representado por Ignacio Lasaletta con una obra de Plensa; Manuel Barbié, con un miró y un tàpies de la época informalista, artista del que por cierto puede verse también un espectacular Retrato de Teresa ; Paco Rebés, con una escultura de Sergi Aguilar; la colección Alorda-Derksen, con un clavé, y Arturo Ramón, con una pieza de Feliu de Lemos y una pintura de Barceló de 2003, que cierra cronológicamente la selección. Por su parte, la colección Godia contribuye con obras de Sorolla, Meifrèn y una escultura de Julio González, la única obra que no adquirió personalmente Francisco Godia, sino su hija Liliana, quien sigue sus pasos en el mundo del arte.
"Aunque en algunos casos se trata de galeristas, las obras pertenecen a sus colecciones privadas", señaló Puig, quien se encargó de las largas y complejas negociaciones con los coleccionistas. "Sara Puig ha conseguido préstamos, muy difíciles de obtener, como una tela de la época mallorquina de Joaquim Mir, que no se prestó para la gran exposición de Madrid y una escena del París nocturno y vicioso de Anglada Camarasa, que no pude conseguir para la antológica del pintor, que acaba de clausurarse en Caixafòrum, de la que fui comisario", indica Fontbona.
La exposición incluye dos picassos -Escena de la vida bohemia, de 1900, y Retrato de Olga, de 1920-, así como piezas de Zuloaga (Aldeano vasco merendando, 1935), Togores (destaca Le tonkinois, 1921) o Juan Gris (Compotier et verre, 1916). Se completa con un catálogo donde cada obra está comentada por su mayor especialista, que, según Fontbona, "se convertirá en un texto de consulta obligada". Entre los artículos del libro destacan el artículo de Sara Puig, en el que describe cómo Francisco Godia compraba colecciones enteras, y el de Maria Lluisa Borrás, que refleja el desinterés, salvo excepciones, del coleccionismo catalán por la vanguardia.
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