Olas en lugar de balas
El molinillo neozelandés Nathan Hislop navega en el Victory tras dos años y medio como guardaespaldas en la guerra de Irak
La Copa del América está llena de personajes fascinantes con historias increíbles. Una de las más sorprendentes es la de Nathan Hislop, molinillo neozelandés de 32 años del Victory. Antes de aportar sus músculos al equipo sueco, este ex jugador de rugby se ganaba la vida como guardaespaldas en la guerra de Irak armado con tres pistolas, enfundado en un chaleco antibalas y sorteando bombardeos.
Después de un duro día de regatas, Nathan llega a la base del Victory, guarda el material y repasa su vida mientras come frutos secos. Recuerda que, como buen neozelandés, dedicó su adolescencia al deporte nacional, el rugby, hasta que una lesión de rodilla le retiró. Entonces se pasó a la otra gran pasión de Nueva Zelanda, la vela. Comenzó a navegar en un barco Farr53 llamado Georgia. "Pero como no tenía experiencia me pusieron en el pedestal de los molinillos [el encargado de las maniobras para izar las velas]. Es lo que he hecho siempre y me encanta", cuenta. Mientras navegaba, completó seis años como cabo y buzo en el ejército neozelandés, trabajaba con explosivos y ganaba un sueldo extra como guardaespaldas de ejecutivos. Hasta que el Victory le fichó para la Copa de 2003. Luego volvió a las armas. "No tenía experiencia. Todos eran medallistas olímpicos y campeones del mundo. Yo volví a hacer lo que sabía, ser un soldado", explica Nathan. Así llegó a Irak.
Nathan trabajó durante dos años y medio como guardaespaldas y chófer de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Al volante, atravesaba "zonas no seguras" para el transporte de alimentos y protegía al nuevo consejo de estado iraquí. Siempre armado. "Mi vida estuvo en peligro en emboscadas, tiroteos y explosiones al lado de la carretera. He perdido a compañeros por lanzamientos de morteros. Me han apuntado con una pistola y me han disparado, pero no me han herido. He tenido suerte", confiesa. "Yo también he disparado", añade.
Su pasado como regatista seguía vivo gracias al correo electrónico. En mayo de 2006, Magnus Holmberg, patrón del Victory, le mandó un mensaje: ¿Estás interesado en volver? "¿Estás de broma?", respondió Nathan. "Estaba encantado. La noche que recibí el correo sobreviví a un bombardeo en Basora. La decisión no fue difícil", comenta Nathan. Abandonó las misiones de alto riesgo en Bagdad, Basora, Falluja y Ramadi y volvió a la Copa del América. Un mundo opuesto. ¿O no? "Son muy similares", sostiene; "en la Copa decides la estrategia, cómo pelear, estudias al rival. Navegar es también estar en la guerra. Y al volver limpias tu arma, el barco".
"Las cosas empeoran en Irak. Es ya una guerra civil", explica desde la distancia. Ahora disfruta de la vida con su mujer y su hija de nueve años, y con su gran hobby, levantar pesas: "Levanto un montonazo". Asegura que desea seguir navegando después de la Copa, pero no olvida la guerra: "Tengo muchos amigos en Irak. Si he de volver, lo haré".
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