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Para qué sirve un partido político

Ya estamos en precampaña electoral. Mejor dicho, la campaña electoral ha subido el volumen porque los partidos políticos siempre están de campaña electoral. No hay día sin mensaje electoral. Para un ciudadano común ha de ser complicada la distinción entre tiempo político sin campaña electoral, tiempo político de precampaña y, finalmente, el periodo de campaña electoral establecido por ley. Los partidos políticos viven para las elecciones y de las elecciones.

El poder relativo de cada partido lo da la representación institucional. A mayor representación en los ayuntamientos y en los parlamentos más juego político y más capacidad para influir. El partido político que consigue mayor representación institucional obtiene normalmente la joya de la democracia de partidos, que es el gobierno. No siempre, como muy bien sabe Artur Mas. Depende del sistema de gobierno establecido por el ordenamiento constitucional y del mismo proceso político. Las democracias mayoritarias favorecen a los partidos con mayor porcentaje electoral en su representación institucional y en su acceso al gobierno; las democracias de consenso respetan más el resultado electoral de cada partido y su representación proporcional en los parlamentos, lo que normalmente hace necesaria la formación de gobiernos de coalición. Esto es lo que sucede en la actualidad en Cataluña, donde el sistema electoral es muy proporcional si se compara con el español, que es tan poco proporcional que incluso se puede calificar de mayoritario. Que le pregunten a Gaspar Llamazares cuánto le cuesta cada diputado a IU con relación al PSOE o al PP. La distribución de escaños por circunscripción le cambia la cara a la fórmula de Hont, que se hace mayoritaria en Soria y Segovia, por ejemplo, y se mantiene proporcional en Madrid y Barcelona.

Hay que reinventar el partido político como formación que surge y reside de la ciudadanía

En todo caso, los partidos políticos son empresas o maquinarias electorales a la conquista del voto. El impacto mediático es esencial. Hay partidos con menos escrúpulos que otros. En este aspecto destaca el Partido Popular, al instrumentalizar el terrorismo como arma arrojadiza y siempre dispuesto a la bronca y a la manipulación política cuando se queda sin argumentos. También sobresale en otro aspecto que afecta en mayor o menor grado a todos los partidos políticos: la falta de democracia interna. ¿Quién ha elegido a Manuel Pizarro número 2 por Madrid? En las democracias liberales los plutócratas se esconden normalmente del primer plano político. El Partido Popular hace lo contrario, los pone en el escaparate. También la actual dirección del Partido Popular se ha lanzado hacia un brutal electoralismo anticatalán. Me pregunto si esto responde a un cálculo electoral con la demente idea de que en España vende lo que perjudica a Cataluña. En este caso, y en la hipótesis que creo improbable y deseo imposible de ganar el Partido Popular, los ciudadanos de Cataluña deberían pensar seriamente si les conviene la unión con España bajo mando popular. Porque un partido minoritario en Cataluña, que predica un discurso sistemáticamente anticatalán, carece de legitimidad democrática para mandar y gobernar Cataluña desde Madrid.

El Partido Popular es, por tanto, punto y aparte. Todo es extremo y autoritario en este partido político. Ahora bien, la transformación de los partidos en maquinarias electorales, la falta de democracia interna en la aprobación de las listas electorales, la demagogia en las propuestas programáticas, el clientelismo electoral, la opacidad en la financiación de las campañas, la banalización del discurso político y la pérdida de prestigio de los mismos candidatos son un fenómeno general, que afecta en mayor o menor grado a todos los partidos políticos. El debate y la participación política son cada vez menores dentro de los partidos aunque esto sea una contradicción. Toda organización tiende a la oligarquización, decía Michels, en una interrelación entre jerarquía y burocracia organizativas. La política y la democracia se degradan cuando los partidos ejercen la partitocracia. Un ejemplo es el reparto de cargos públicos anteponiendo sumisión a talento, lo que crea complicidades y dependencias en otros mundos profesionales e intelectuales. Y pone en duda la independencia de determinadas instituciones públicas, desde el Tribunal Constitucional al consejo de gobierno de TV-3 y Catalunya Ràdio.

¿Para qué sirve un partido político? La Constitución española de 1978 hace una presentación complaciente en su artículo 6: "Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la Ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos". Es una definición que no evita la derivación electoralista de los partidos. Éstos se han acostumbrado a dirigirse a la sociedad desde arriba, desde los cargos y poderes públicos, olvidando el origen de su legitimidad. En alguna medida esto crea una clase o corporación política que tiene intereses propios como colectivo funcionarial y profesional. Y esto también reduce o anula en lo fundamental la real contraposición de proyectos políticos entre las principales opciones de gobierno. Pero si los partidos realmente existentes en los poderes públicos viven del Estado y para el Estado, habrá que reinventar el partido político como partido cívico, como formación política que surge de la ciudadanía y reside en la ciudadanía.

Miquel Caminales profesor de Ciencia Política de la UB.

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