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Reportaje:

Tierra llamando al festival de Sitges

Doblete lunar en la muestra de cine: 'Moon', del hijo de Bowie, y un filme sobre el astronauta López Alegría

Toni García

"No te engañes, lo único que tengo de moderno son estas gafas". Entre risas, Duncan Jones (Beckenham, 1971) se confiesa, con camisa de cuadros y colgante tamaño XXL, en el bar del hotel que sirve de sede al festival de Sitges. Con gafas de pasta o sin ellas, este realizador ha convencido a la parroquia cinéfila del certamen con su excelente ópera prima, Moon. Todo ello sin dejar de huir de un adjetivo que parece perseguirle: "A mí me gustan Ridley Scott, David Fincher o Terry Gilliam, no me considero arty ni nada por el estilo".

Jones ni se inmuta cuando se le pregunta por su padre. "¿Cuántas veces me han hecho la pregunta de '¿Qué tal ser el hijo de David Bowie?". Cuenta con los dedos de las manos. "Como un millón [risas]. Pero mira, no me molesta, me molestaría si llevara cuatro películas y siguieran con ese rollo. Por ahora no me parece mal".

"Me han preguntado por mi padre... un millón de veces", dice Duncan Jones

Moon es la historia de un tipo, Sam Bell (interpretado por Sam Rockwell), que trabaja en la Luna extrayendo un material (el helio 3) que ha cambiado el destino de la Tierra al descubrirse su potencial a nivel energético.

"La película acontece en la Luna, pero podría desarrollarse en el campo o en el desierto. Llegados a cierto punto, no es algo clave en la historia. ¿Que por qué escogí la Luna? Porque es algo cotidiano, un lugar que tenemos como referente y con el que todos podemos identificarnos de una forma muy personal", dice Jones. El director tardó relativamente poco en reunir los 3,4 millones de euros que costó la producción y asume que llegados a este punto vuelva a surgir lo de el hijo de Bowie: "Tengo 38 años. Hubiera podido hacer una película a los veintipocos si hubiera ido por ahí enarbolando la bandera de mi padre. Pero preferí trazar mi propio camino".

Jones aclara su visión del género: "Los estudios prefieren apostar ahora por cosas como Terminator Salvation o Transformers, aunque a mí me interesa más la ciencia-ficción de los setenta, con historias que contar y un matiz social que reflejaba los tiempos en los que vivía". Para el director, la piratería es un problema de difícil solución: "Debemos prestar atención al mundo de la música, ya que ellos vienen lidiando con este tema desde mucho antes que nosotros. De todas formas, si el público no cree que valga la pena pagar por el cine o la música será imposible encontrar gente que ponga dinero para hacerlo".

La otra Luna de la jornada la trajo Son & Moon, una fascinante mirada al universo de los astronautas con un atípico trasfondo familiar. El filme cuenta la relación entre Michael López Alegría, que vivió durante seis meses en la Estación Espacial Internacional, y su hijo Nicolás, y sus comunicaciones. "Había al menos dos historias más que contar, pero López Alegría y nosotros llegamos al consenso de que ésta era la que había que contar", afirma Manuel Huerga (Antártida, Salvador). El cineasta ha trabajado tres años en el filme y visionado miles de horas de metraje para llegar finalmente al punto de cocción correcto: "Ha valido la pena y he aprendido todo lo que te puedas imaginar sobre el espacio... Pregúntame lo que quieras [sonríe]".

Los palos del día fueron para Paranormal activity, una película que ha pagado los platos rotos del molesto zumbido que la acompaña desde su estreno en Estados Unidos, donde ha sido promocionada como si fuera El proyecto de la bruja de Blair, con espectaculares resultados (unos 579.000 euros con tan sólo 33 copias). Lo cierto es que no se le puede pedir más a una película con 11.000 euros de presupuesto: a pesar de su absurdo desenlace tiene pegada, maneja las pausas con sabiduría y contiene momentos de auténtico terror. No es una obra maestra, ni falta que le hace.

El director de <i>Moon,</i> Duncan Jones (izquierda), y su actor protagonista, Sam Rockwell, en Sitges
El director de Moon, Duncan Jones (izquierda), y su actor protagonista, Sam Rockwell, en SitgesEFE

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