El maravilloso Mago de Oz
Para más de uno El mago de Oz fue su primera experiencia alucinógena. La película de la Metro Goldwyn Mayer, de 1939, ofrecía uno de los banquetes de color e imaginación más gloriosos de la historia del cine. Convirtió a Judy Garland en una estrella adolescente y a sus brillantes chapines rojos en una puerta al infinito mundo de los sueños. Dorothy, la niña perdida de Kansas, emprendía un inquietante viaje a la Ciudad Esmeralda, en el país de Oz, acompañada del león cobarde en busca de valor, el leñador de lata que quiere un corazón y del espantapájaros en busca de un cuerpo. Por su camino (de baldosas amarillas) se cruzaban hadas preciosas, brujas malas y buenas, enanos cantarines y monos voladores. Setenta años después de su estreno es difícil borrar la enorme huella que la película dejó en la cultura popular y quizá por eso es difícil, por no decir que directamente imposible, olvidarse de ella para disfrutar de una nueva interpretación de sus personajes.
El maravilloso Mago de Oz
L. Frank Baum
Ilustraciones de Robert Ingpen
Blume. Barcelona, 2011
192 páginas. 24,90 euros
Las ilustraciones de Robert Ingpen para esta nueva edición del cuento original nacieron tanto del recuerdo del relato como del de la adaptación de Hollywood: "La primera película que recuerdo que me llevaron a ver mis padres en mi Geelong natal fue El mago de Oz", escribe Ingpen. "A pesar de ser una experiencia emocionante, no me convenció el aspecto de los compañeros de Dorothy, quería que fueran realmente como en la historia, y no simples actores humanos", añade. Su león es un león, sí, pero por ello no convence ni más ni mejor que el rostro asustado del genial Bert Lahr en su aparatoso disfraz de fiera cobarde. L. Frank Baum escribió El maravilloso Mago de Oz en 1900 y esta edición es una buena oportunidad para conocer las raíces de la historia. El libro fue un éxito, aunaba los elementos de los relatos tradicionales de cuentos infantiles (folclores, mitos, leyendas) con el paisaje del Oeste americano. Baum quería hacer "un cuento de hadas moderno" en el que se prescindía "del dolor y de las pesadillas". Se equivocó y hoy su libro (quizá porque lo leemos rememorando en cada página el feroz y fascinante descubrimiento que supuso ver la película) es un icono del desencanto, una luminosa metáfora de la conversión del sueño americano en pesadilla.
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