Carlos March, la estirpe de la banca continúa
El líder del grupo familiar de Banca March y Financiera Alba abre paso a su hijo
Un financiero en la discreción, Carlos March Delgado (1945), al cabo de 41 años en la presidencia de su Banca March abre “el proceso de renovación natural”. En julio próximo, su hijo Juan March de la Lastra (1973) ocupará la cabecera del consejo. Es el único banco de España propiedad exclusiva de una sola familia, no cotiza en Bolsa, aunque sí lo haga su Corporación Financiera Alba.
Antes de los torbellinos de ventas, fusiones y extinciones que redujeron al sector de bancos y cajas, Carlos March expresó la imposibilidad emocional y estratégica de vender la banca, “sería como vender nuestra alma”, renunciar a los orígenes.
Magnate culto, irónico y liberal que habla de la ética de la austeridad, encabezó su promoción de Derecho en la Complutense, asesoró a la Universidad de Columbia y presidió la Trilateral en España. Además, participó en el comité de banca JP Morgan y fue vicepresidente de Carrefour. Escribe, crea jardines y preserva la casta de las perdices silvestres en sus posesiones. La inicial de su linaje, M, su logo bancario, nace de tres triángulos. Las ideas de Carlos March laten tras la renovación de la imagen y en la gestación de la sucesión generacional. En esa estirpe del dinero cotizan las credenciales de cautela y rigor.
Su banca busca un estilo y territorio propios para clientela de alto nivel. No se pilló los dedos en la burbuja del crédito al ladrillo. Un código ético exige “la integridad, honestidad e independencia” de directivos y empleados. El manual lo inspiró un histórico, Pablo Vallbona, en 1996, tras la exclusión del ejecutivo local Simón Galmés, quien fue sustituido por Francisco Verdú, que acabó en 2011 en Bankia con Rodrigo Rato. El consejero delegado actual es José Nieto.
Es la única banca familiar que ha sobrevivido de las 150 que había
La dinastía expresa vocación de prudencia y “perdurabilidad” con una “gestión responsable”, crear valor sin urgencias, rentabilidad sostenida. Carlos March dará protagonismo a Juan March de la Lastra, biznieto del pionero y el cuarto March presidente de su banca en casi 90 años. El delfín de la saga emerge —silente y espigado— desde las vicepresidencias de las dos ramas del grupo. Antes trabajó en JP Morgan. En la escena de las decisiones permanecerán los nietos, Carlos March y su hermano Juan March Delgado (1940), presidente y cerebro de la fundación March; es un tándem fraternal y cómplice en el vértice de Alba, la fundación y la banca.
Carlos March y Juan March, arquitectos de una institución financiera y del artefacto inversor, están en la linde de los 70 y 75 años, respectivamente. Auguran una transición tranquila. Cambiará el rol de los protagonistas, pero no el argumento.
La familia domina todo el accionariado de la banca y la mayoría de Alba: Carlos y Juan poseen el 34,4% cada uno y las dos hermanas, Leonor y Gloria, un 15,4%. El líder de la saga verbalizó el deseo de consolidar la unidad, la continuidad de su bloque en cuatro generaciones.
Los March votan como una sola propiedad, sin fracturas ni riesgo de fugas. Llevan dos décadas con un pacto de hierro de sindicación de acciones, que vincula el voto de todos, en la banca y Alba. El acuerdo de gobierno y autoprotección estará en vigor hasta 2025. Es renovable, fue escriturado y comunicado a la CMNV.
El actual presidente propiciará una sucesión tranquila y discreta
Banca March trabaja con excelentes calificaciones de solvencia en Europa y altas puntuaciones en los test públicos y rankings de agencias. Son su divisa. Con marco territorial en Baleares la entidad está asentada en Madrid, Cataluña, Valencia, Canarias y País Vasco.
La banca y los March son una isla en el sistema. El emporio lo comenzó a forjar hace más de un siglo el legendario y controvertido capitalista —y político— Juan March Ordinas (1880-1962). En la nueva generación, además del futuro presidente Juan March de la Lastra, hay otro Juan March, su primo, el treintañero Juan March Juan (1983), hijo de Juan March Delgado, consejero de la banca, de Alba y vicepresidente de Artá Capital.
La entidad tiene vocación de ser “referencia de banca privada” y asesoramiento de empresas, negocios y patrimonios (de más de 1,5 millones). Maneja fondos, carteras y coinvierte con clientes; los usuarios con más de 300.000 euros crecieron un 25% en un año. En 2014, su beneficio fue de 114,9 millones, un 124% más.
Esa banca nació doméstica, en 1926, en un casal-vivienda de Palma hoy museo de arte contemporáneo de la fundación. Allí funciona la oficina número uno, todo un icono. En el proceso de pase de testigos, en Madrid, la cúpula de la banca ocupará el palacete familiar de Núñez de Balboa, al lado de su monumental fundación. Antes de concentrar su estrategia en la única marca original, en los años noventa la familia dejó de controlar el Banco Urquijo, y a finales de los ochenta deshizo la alianza internacional NatWest-March ligada a sus intereses en el Banco de Asturias. En 1986, los March lograron una plusvalía gigante al revender al Banco Popular sus popularinsas, un 20% de acciones adquiridas desde el que era Hispano Americano; intentaron el control de parte del Popular, pero los Valls Taberner no cedieron, y recompraron muy caro.
Carlos March no se retira y no propicia una mera sucesión filial. Es un proceso de afirmación y renovación discreto. Los anteriores cambios en la presidencia fueron motivados por la desaparición de los dos magnates pioneros. Al morir en 1962 el fundador Juan March Ordinas —un mito omnipresente— entró su hijo, Juan March Servera (1906-1973), padre de Carlos y Juan, pero solo pudo permanecer una década en el cargo.
Los nietos y bisnietos de March están en la historia global con su marca-apellido, pero nunca quieren llamar la atención. En décadas, apenas han hablado en los medios, evitan los focos. Se inicia otro relevo pero todo queda en casa. La banca y los March siempre ganan. Hace medio siglo en España había 150 entidades financieras familiares o territoriales, semejantes. Hoy no queda otra.
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