El bodeguero que creó Tinto Pesquera y revolucionó Ribera del Duero
Alejandro Fernández logró que los vinos leoneses se equipararan a los hasta entonces inalcanzables riojas
Hay un antes y un después de Alejandro Fernández en Ribera del Duero. Este hombre providencial puso a la zona vitivinícola castellano-leonesa en el mapa. Sorprendió a Parker en los años ochenta con su Tinto Pesquera, y consiguió que los tintos de Ribera del Duero, con la excepción de Vega Sicilia, se equipararan a los hasta entonces inalcanzables riojas. Fernández falleció el pasado sábado a los 88 años en Santander, donde pasaba unos días con su hija Eva, por causas que no se han dado a conocer.
En 1975, Alejandro Fernández acababa de sacar su primer Tinto Pesquera. Sorprendió su audacia y la calidad y novedad de su vino: fruta, cuerpo, madera nueva; frente a los descoloridos y ligeros tintos habituales de Ribera del Duero. Desde el principio apostó por el vino de máxima calidad, a un alto precio que escandalizó a sus paisanos.
Sus vinos, elaborados inicialmente en condiciones precarias y por métodos puramente artesanales, tuvieron una cualidad destacable en cosechas memorables como las del 82, 89 y el 95. La aceptación fue inmediata, en parte debido a las excelentes dotes promocionales de Alejandro Fernández, auténtico misionero y apóstol de su vino, consiguiendo que la crítica especializada se fijase en él y le diera su apoyo.
Alejandro era un triunfador nato, tenaz y tozudo, con una seguridad en lo que hacía que terminaba convirtiéndose en su mejor argumento. De origen modesto, empezó fabricando y arreglando maquinaria agrícola. Pronto comprendió que el vino podía ser un gran negocio, entre cosas porque desde niño aprendió de su padre a elaborar cada año con uvas de sus pequeños viñedos.
En 1972 tenía su propia bodega: un pequeño lagar de piedra del siglo XVI en donde se realizaba casi todo el proceso. Partiendo de aquellos orígenes humildes logró levantar un grupo con nuevas bodegas en Zamora y Castilla la Mancha. Al final, en un penoso remedo de Falcon Crest, tuvo que padecer los desagradables efectos del conflicto familiar que terminó con su salida de la bodega. Tres de sus cuatro hijas promovieron su destitución; él, con el 49% de las acciones de la compañía, fue expulsado junto a su hija Eva, enóloga, coautora de muchos de los vinos que siguió creando.
Su muerte cierra un lamentable episodio que ensombrece su exitosa aventura vitivinícola. En todo caso, ahí queda su obra.
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