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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Paro, inflación e índice de miseria

En los años setenta los economistas aprendimos que una crisis de oferta provocada por una perturbación externa sobre la que no tienes control es perjudicial gestionarla con políticas fiscales y monetarias expansivas

José Carlos Díez
Una vendedora de frutas sirve a una clienta.
Una vendedora de frutas sirve a una clienta.Angeles Visdomine (EFE)

En 1973 los países de la OPEP decidieron no vender petróleo a los países que habían apoyado a Israel en la Guerra del Yom Kipur ese año. El precio del petróleo estaba por debajo de 3 dólares por barril en 1972 y en 1974 subía a cerca de 12 dólares. Luego, en 1979, la segunda crisis del petróleo provocó una subida del barril hasta cerca de 40 dólares.

El economista Arthur Okun, uno de los que más y mejor ha estudiado la relación entre el PIB y el desempleo, creó el índice de miseria, que es la suma de la tasa de paro y la de inflación. Este jueves el INE publicó un buen dato de creación de empleo, pero la tasa de paro sigue próxima al 15%. Y también publicó la inflación de octubre, que fue peor de lo esperado y superó el 5% anual, niveles no vistos desde 1992.

Ahora la principal causa de la inflación es el gas y los problemas en las cadenas de suministros por la intensa recuperación de Asia y especialmente China tras la pandemia. El PIB de China en el tercer trimestre se estancó con respecto al trimestre anterior, pero las presiones sobre la inflación no remiten. Estados Unidos invirtió en fracking y está resistiendo mejor la crisis energética. Europa depende del gas ruso y del argelino y ambos tienen problemas de suministro.

Empezamos el otoño con el precio del gas cinco veces por encima del año pasado y en máximos desde 2007. Salvo una solución geopolítica con Putin y en el Sáhara que parece poco probable, todo es susceptible de empeorar cuando comience el frío del invierno y las calefacciones de gas.

Los españoles que han encontrado empleo el pasado trimestre han mejorado su nivel de renta, pero el resto nos hemos empobrecido. En los años setenta los economistas aprendimos que una crisis de oferta provocada por una perturbación externa sobre la que no tienes control es perjudicial gestionarla con políticas fiscales y monetarias expansivas. También que los países con mercados de trabajo rígidos en sus sistemas de negociación de salarios registraron mayores tasas de inflación y de paro y más miseria.

La crisis energética pilla a Europa con la política monetaria más expansiva de su historia, con políticas fiscales expansivas gracias a los fondos europeos y una transición energética que aumentará la dependencia del gas. En España el debate es volver al sistema de negociación de salarios similar al de los años setenta que heredamos del franquismo y que no se había modificado desde los años cuarenta. La solución es invertir en energía solar fotovoltaica y eólica, lo cual además de reducir el precio de la luz a todos los españoles creará cientos de miles de empleos. Pero el último decreto del Gobierno penaliza, incomprensiblemente, a la energía solar y eólica y en muchas zonas rurales donde se tienen que instalar las plantas quieren preservar sus paisajes vacíos. Complicado escenario.

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