La crisis del Banco de España destapa fricciones en el equipo económico del PP
El episodio revela el papel emergente que adquiere el economista gallego Pablo Vázquez en la renovación del partido
La renuncia de Antonio Cabrales a formar parte del Consejo del Banco de España ha destapado la pugna dentro del equipo económico del PP entre la vieja guardia y una emergente encabezada por Pablo Vázquez, el nuevo hombre fuerte en la sombra de Alberto Núñez Feijóo. El pasado viernes, el PP hizo público el nombramiento de Vázquez al frente de la Fundación Concordia y Libertad. La idea era proporcionar músculo y experiencia al área económica del PP. Vázquez tiene en su currículum dos puestos muy relevantes para ello: por un lado, trabajó en el gabinete económico del presidente Aznar y, por otro, relanzó el think tank Fedea, situándolo como el más mediático del país. Allí aglutinó a una diáspora de jóvenes académicos refugiados en universidades de élite anglosajonas.
Bajo el lema de the best and the brightest (los mejores y los más brillantes), atrajo a una nueva generación de profesores universitarios educados en el extranjero, con gran pulso por la actualidad, que sabía comunicar sus ideas para el gran público y que entró como un vendaval en el debate en un momento en el que la economía se precipitaba al abismo. Allí se dieron a conocer economistas como Luis Garicano, Jesús Fernández-Villaverde, José Ignacio Conde-Ruiz, Juan Rubio-Ramírez, Samuel Bentolila, Juanjo Dolado y un largo etcétera.
Con el aterrizaje de Vázquez para convertirse en una parte fundamental del cerebro económico del PP se abrazaba la posibilidad de una operación Fedea-Garicano, en la que se atraía a perfiles mucho más transversales y de una sólida reputación académica. Se terminaba de dar el abrazo del oso a Ciudadanos y se tomaba la autopista del centro en el terreno económico. En algún momento, incluso, surgió el nombre del propio Luis Garicano, exlíder económico de Ciudadanos y ex de Fedea, para que entrara en el Consejo del Banco de España. Al final, el PP designó para ese puesto a otro miembro de Fedea cercano a Vázquez: Antonio Cabrales.
Tal nombramiento apuntaba igualmente en la misma dirección: mientras que la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, se empeñaba en colocar por parte del Gobierno a su ex jefa de gabinete, el PP presentaba como candidato a un académico con un currículum de primer nivel y que tenía todos los beneplácitos del Banco de España. El contraste era una jugada maestra, pensaban en el PP.
Pero el movimiento se volvió un tiro en el pie. Tan solo hizo falta que el diario digital The Objective publicase que Cabrales había firmado una carta de apoyo a la prófuga Clara Ponsatí, la consejera de Educación de la Generalitat que huyó a Bélgica con Carles Puigdemont tras la declaración de independencia. Aquel manifiesto fue simplemente una muestra de solidaridad con una persona que había sido compañera de trabajo. Nacido en Madrid, Cabrales no es ni de lejos un independentista. Pero el ruido generado fue suficiente. Ya temprano por la mañana, Cabrales comunicó su intención de renunciar alegando que no quería formar parte de la refriega mediática y partidista. En esos momentos el Consejo de Ministros ya se había iniciado con la aprobación del nombramiento en su orden del día. Por la tarde, Cabrales formalizó en una carta la renuncia. Personas que lo conocen explican que no le gusta ni la exposición ni contribuir al ruido ambiental.
El asunto había levantado ampollas en la vieja guardia económica del PP. La noticia sobre la carta de apoyo a Ponsatí circuló entre ellos de forma vertiginosa por mensajes de WhatsApp desde primera hora del martes. Y se añadió que Cabrales también firmó otra carta respaldando al exconsejero Andreu Mas-Colell cuando el Tribunal de Cuentas le exigió responsabilidades por utilizar dinero público para el procés. Una vez conocida la renuncia, Alberto Núñez Feijóo reaccionó diciendo que las opiniones de Cabrales sobre Ponsatí y Mas-Colell son incompatibles con el cargo en el Banco de España. La herida todavía sangra. ¿Cómo se ha podido hacer un nombramiento así sin hacer las comprobaciones oportunas?
Popes habituales del PP en el ámbito económico ni siquiera habían olido la operación. Se habían quedado completamente al margen. En cuanto esta se conoce en los medios, las críticas internas se desatan sobre lo que se ha hecho en el pequeño círculo de Pablo Vázquez y Cuca Gamarra. La noticia sobre la carta de apoyo a Ponsatí se interpreta por algunos como fuego amigo procedente de la vieja guardia. Las quejas llegan hasta Feijóo. Algunos incluso airean en petit comité la posibilidad de no volver a enviar papeles al PP dada la deriva con los nombramientos.
En los próximos días está en juego si el PP se reafirma en esta apuesta de remodelar su cúpula económica o si opta por una hoja de ruta distinta. Se verá si Pablo Vázquez sigue siendo el hombre que habla al oído de Feijóo y si continúa teniendo vía libre para renovar el equipo económico del PP. En este plantel podrían entrar además figuras como los exministros Román Escolano y Fátima Báñez, que de hecho se espera que pronto se unan al patronato de la Fundación del PP junto a otros economistas y expertos constitucionalistas.
Gallego y ex de la consultora McKinsey, Pablo Vázquez es un hombre de Ana Pastor, la exministra de Fomento que le puso al frente de Ineco y de Renfe durante la presidencia de Mariano Rajoy. Según apuntan algunas fuentes, volverá a ser decisivo en el nuevo nombramiento que debe hacer el PP para ocupar un asiento en el Consejo del Banco de España, un cargo que se negociará en los próximos días con la vicepresidenta Nadia Calviño. Preocupa, no obstante, la capacidad que tendrán ahora los populares para hallar un perfil con una independencia y un nivel académico similar al de Cabrales.
Un equilibrio roto
Está en riesgo además el prestigio del Banco de España. Escoger otro independiente ayudaría a reforzar la institución. De no hacerlo, al combinarlo con el nombramiento que ha hecho Calviño de su jefa de gabinete, se transmitiría la sensación de que el banco se está convirtiendo en un feudo más de los políticos. Y eso a pesar de que luego los consejeros tienen poca capacidad para tumbar decisiones en el Banco de España, ya que estas llegan al consejo por lo general muy bien construidas y argumentadas como para que se puedan rebatir. En realidad es un sistema en el que el gobernador y el subgobernador tienen un peso muy importante.
La crisis del Banco de España arrancó con la intención de la vicepresidenta Calviño de nombrar a dos consejeros del PSOE en el supervisor, en sustitución de los dos que acababan mandato. Este movimiento dejaba al PP fuera del órgano de control de la institución. El gobernador, Pablo Hernández de Cos, se resistió ante esta posibilidad y habló directamente con La Moncloa. No quería que el organismo fuera otra víctima de la polarización política, como ha ocurrido con la justicia. Solo la intervención de Moncloa hizo posible que Calviño aceptara que uno de los dos candidatos lo designase el PP. Aun así, se rompe un equilibrio que había en la institución, por el cual el Ejecutivo ponía a tres consejeros, el principal partido de la oposición a dos, y la cuota catalana a uno. Con los dos nuevos nombramientos, el reparto será de cuatro consejeros para el PSOE, uno para el PP y otro para los catalanes. Es la primera vez en 30 años que se quiebra esta relación.
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