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La lenta ruta hacia la descarbonización.

EL PAÍS, en colaboración con Acciona, celebró un encuentro con diversos expertos para hablar sobre el reto de cómo cambiar el modelo económico y reducir su impacto en el cambio climático

Desde la izquierda, Cristina Monge (politóloga), José Manuel Moreno Rodríguez (Universidad de Castilla-La Mancha), Clemente Álvarez (EL PAÍS), Mariola Domenech (Acciona Energía) y Yolanda Luna (Aemet).
Desde la izquierda, Cristina Monge (politóloga), José Manuel Moreno Rodríguez (Universidad de Castilla-La Mancha), Clemente Álvarez (EL PAÍS), Mariola Domenech (Acciona Energía) y Yolanda Luna (Aemet).Claudio Álvarez

En Oriente Próximo hay una anécdota popular que se le atribuye al jeque Rashid bin Saeed Al Maktoum, que fue vicepresidente y segundo ministro de Emiratos Árabes Unidos y gobernador del emirato de Dubái. La cuenta a menudo el sociólogo y economista estadounidense Jeremy Rifkin, y dice así: “Mi abuelo montaba a camello, yo conduzco un Mercedes, mi hijo conduce un Land Rover, su hijo conducirá un Land Rover, pero su hijo montará un camello”. Al jeque le inquietaba la dependencia de su pueblo del petróleo, un recurso que consideraba casi una maldición. Por ello, impulsó la diversificación económica, convencido de que, tarde o temprano, el llamado oro negro perdería su relevancia. La realidad actual, sin embargo, es muy distinta. El mundo sigue atrapado en una fuerte adicción a los combustibles fósiles, que han pasado de ser una bendición energética a convertirse en una auténtica pesadilla, pues su quema masiva genera gases contaminantes responsables de la crisis climática.

Este año marcará un hito inquietante: será el primero en el que la temperatura media del planeta supere consistentemente los 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales durante todos los meses. Este hecho pone de manifiesto la velocidad a la que avanza el cambio climático, a pesar de los compromisos adquiridos en el Acuerdo de París, cuyo objetivo es limitar el calentamiento global a menos de 2 °C y, preferiblemente, por debajo de 1,5 °C para finales de siglo. Aunque técnicamente no se ha incumplido la meta del acuerdo, el ritmo actual sugiere que ese umbral podría superarse en breve. Bajo este escenario, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha previsto que la demanda de petróleo, gas y carbón tocará techo a finales de esta década.

“El grado de avance es muy lento. Sabemos adónde tenemos que ir, pero no vamos con la velocidad suficiente”, según Mariola Domenech, directora de Sostenibilidad de Acciona Energía. Durante un encuentro organizado por EL PAÍS, en colaboración con Acciona y titulado Cambio climático. El adiós a los combustibles, Domenech aseguró que, a pesar de que el mundo depende en gran medida de estas energías fósiles, hay motivos para mantener la esperanza de que podremos salvar al planeta. “El año pasado, en la COP28 se habló por primera vez de la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables. Fue un gran avance porque nunca antes en ninguna COP, ni siquiera en el Acuerdo de París, se había hablado de esto”, explicó la especialista. A pesar de ello, en esta nueva edición —la COP 29, que se acaba de celebrar en Bakú— no hubo ningún compromiso claro sobre la eliminación de combustibles fósiles, que es el principal obstáculo para reducir los gases contaminantes.

Capital desperdiciado

“En España seguimos importando millones [de toneladas] de combustibles fósiles, una auténtica barbaridad”, afirmó la experta. Esto ocurre a pesar de la historia de éxito española en el desarrollo de renovables. “Fuimos pioneros y no hemos sabido aprovechar ese capital”, advirtió la representante de Acciona. Por ejemplo, solo de petróleo crudo el año pasado España compró unos 61,56 millones de toneladas, un 3,3% más que en 2022. “¿Qué justifica que sigamos comprando esas toneladas de petróleo?”, se preguntó José Manuel Moreno Rodríguez, catedrático emérito de Ecología de la Universidad de Castilla-La Mancha. El experto hizo un llamamiento a los políticos para avanzar en los proyectos renovables y no dejarse llevar por los cantos de sirena de las energías fósiles. “El proyecto de este país tiene que ser el sol y el viento”, aseguró. El avance en energías renovables puede acelerarse. “Ahora mismo es más barato construir proyectos de energía eólica y solar en tierra que nuevas plantas de combustibles fósiles en todo el mundo”, agregó.

En 2033, casi todas las energías renovables superarán en competitividad a los combustibles fósiles, con la solar a la cabeza. Pero pese a estas proyecciones, Europa ha dejado escapar la oportunidad de consolidar una industria en torno a dichas tecnologías sostenibles, mientras que China lidera ocho de los doce sectores clave, según el informe presentado por Mario Draghi. “Occidente no está haciendo sus deberes”, aseveró Moreno Rodríguez. Fabricantes de coches como Volkswagen, Mercedes y Renault, mencionó, han desperdiciado dos décadas, “ordeñando una vaca” que ahora no puede competir con los avances chinos. Pero nunca es tarde para actuar. Sobre todo en un momento de máxima emergencia. “La palabra de cambio climático está en la calle”, indicó Yolanda Luna Rico, jefa del Departamento de Desarrollo y Aplicaciones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). “Uno puede entrar en un bar y escuchar: ‘Hace un calor horroroso’. O ir a la cola de la carnicería y escuchar a alguien diciendo que esto de la dana ha sido por el cambio climático”. La mayor parte de la población en el país, afirmó la experta, ya ha cobrado consciencia de que el mundo hace frente a un reto monumental. Luego, abundó, están los negacionistas que hacen mucho ruido. “Se les escucha mucho”. La especialista de la Aemet dijo que hoy más que nunca es importante escuchar lo que dice la ciencia y los científicos.

En este contexto, la agencia trabaja en el desarrollo de un proyecto ambicioso: la creación de servicios climáticos específicos para energías renovables, que estará disponible en 2026. “Proveeremos datos sobre radiación solar y viento de forma gratuita y accesible a través de una plataforma. Será información útil tanto para empresas como para comunidades energéticas”, explicó Luna Rico. Para Cristina Monge, politóloga y experta en sostenibilidad, el cambio climático y el nuevo modelo económico de este plantea debería de ser una prioridad entre la clase política española. “No se está abordando en la profundidad que merece”. En este viraje, Monge indicó que existen tres grandes modelos para llevar a cabo la transición. El primero, asociado a posiciones liberales y neoliberales, prioriza una transición basada en el mercado y la tecnología. “La idea es llegar a emisiones cero lo más rápido posible, dejando que el mercado y la innovación tecnológica sean los principales motores”.

Por otro lado, el modelo de transición justa busca no solo alcanzar los objetivos climáticos, sino también mitigar los impactos sobre sectores, territorios y personas afectadas, promoviendo una compensación equitativa, abundó. El tercer enfoque, más radical, aboga por el decrecimiento. Esta visión se centra en reconocer que los recursos del planeta son finitos y propone una transformación profunda del sistema económico. Una de las reflexiones más interesantes, según Monge, cuestiona el paradigma del PIB como indicador del progreso. “Construir un edificio eleva el PIB, derribarlo también lo hace. Pero ¿eso nos hace más felices o mejora nuestra calidad de vida? Este debate, que lleva décadas en discusión, nos obliga a repensar cómo medimos el desarrollo y qué entendemos por bienestar”. La politóloga y experta en sostenibilidad lamentó que, en España, este tipo de discusiones no estén en el centro del debate. “Ojalá en el Congreso, en los ámbitos empresariales o académicos, estuviéramos hablando sobre cómo alcanzar los objetivos de sostenibilidad. ¿Es suficiente con el mercado y la tecnología? ¿Debemos apostar por una transición justa o por un modelo de decrecimiento? Estas son preguntas profundamente ideológicas que deberían estar sobre la mesa”.



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