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Tecnología
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Europa y la batalla global por la innovación. ¿Es demasiado tarde?

El futuro del Continente como potencia económica y tecnológica está en juego. Es hora de actuar

Ilustración bandera union europea
Diego Mir

Hace apenas unas semanas, China lanzó DeepSeek, un modelo de inteligencia artificial (IA) con capacidades avanzadas que desafía directamente a OpenAI y Google DeepMind. No solo el desarrollo de esta tecnología ha sido sorprendente, sino también su decisión de lanzarlo en código abierto, poniendo en manos de programadores de todo el mundo un recurso que hasta ahora era exclusivo de unos pocos. Este evento marca un hito en la carrera tecnológica global y, al mismo tiempo, resalta la situación de Europa en la competencia por la innovación.

Según el informe sobre competitividad europea de Mario Draghi, publicado en septiembre de 2024, Europa ha quedado rezagada en la carrera de la innovación. Algunos datos relevantes lo confirman:

1. China avanza a gran velocidad en sectores clave como la inteligencia artificial, la computación en la nube y la computación cuántica. De los diez principales inversores mundiales en computación cuántica, cuatro provienen de China, mientras que cinco son de Estados Unidos, reflejando una competencia cada vez más intensa entre ambas potencias. En 2021, las empresas europeas gastaron 270.000 millones de euros menos que sus homólogas estadounidenses en I+D. Mientras EE UU ha enfocado su inversión en software y tecnologías digitales, la mayor parte del gasto europeo sigue concentrado en sectores tradicionales.

2. Entre 2008 y 2021, alrededor del 30% de las start-ups europeas que alcanzaron el estatus de unicornio (valoradas en más de 1.000 millones de dólares) trasladaron sus operaciones fuera de Europa, principalmente a EE UU. En China, sin embargo, la mayoría de las empresas emergentes de alto crecimiento escalan primero en el mercado nacional antes de expandirse globalmente con el apoyo del Estado.

3. La UE cuenta solo con tres instituciones de investigación entre las 50 mejores del mundo, mientras que China tiene 15 y EE UU atesora 21.

Estos datos llevan a una pregunta inevitable: ¿ha perdido Europa la batalla global de la innovación? Y, más importante aún, ¿hay algo que todavía pueda hacer para evitar quedar relegada? Europa no carece de investigación ni de talento. Universidades y centros de investigación producen avances significativos, y hay un ecosistema de start-ups tecnológicas con gran potencial. Sin embargo, el problema radica en la escalabilidad.

Según el Informe Draghi, en los últimos 50 años no se ha creado desde cero ninguna empresa europea con una capitalización de mercado superior a los 100.000 millones de euros. Mientras tanto, en EE UU, en ese mismo período han surgido las seis empresas más valiosas del mundo, con valoraciones superiores a un billón de euros.

Las razones de este estancamiento son conocidas: inversión insuficiente, fragmentación del mercado, burocracia excesiva y una cultura empresarial más aversa al riesgo. Mientras en EE UU y China la innovación es una prioridad estratégica con financiación pública y privada alineada, en Europa la inversión en I+D es del 2,3% del PIB, frente al 3,5% de EE UU y el 2,6% de China. Además, las start-ups europeas encuentran dificultades para acceder a capital de crecimiento, lo que lleva a muchas a venderse antes de alcanzar su madurez.

El informe de Draghi propone una serie de medidas para revertir esta situación y reforzar la competitividad europea en innovación. Algunas de las más destacadas incluyen:

1. Aumentar la inversión en I+D: Europa necesita duplicar el presupuesto de Horizonte Europa y reformar el Consejo Europeo de Innovación para enfocarse en tecnologías disruptivas, al estilo de DARPA en EE UU.

2. Un mercado único para la innovación: simplificar regulaciones, adoptar la patente unitaria en todos los países de la UE y armonizar normativas fiscales para permitir que las start-ups puedan escalar rápidamente.

3. Retener talento y empresas emergentes: crear incentivos para que las scale-ups europeas permanezcan en la región, con financiamiento público-privado alineado con la expansión de empresas innovadoras.

4. Facilitar el acceso a capital de crecimiento: expandir los fondos de capital de riesgo en Europa y mejorar la coordinación entre instituciones como el Fondo Europeo de Inversiones y el Consejo Europeo de Innovación.

5. Desarrollar capacidades en IA y computación cuántica en las empresas: Europa está rezagada en la adopción de computación de alto rendimiento y necesita un plan para acelerar la adopción de inteligencia artificial en sectores clave como la industria, la salud y la energía.

6. Promover un liderazgo tecnológico europeo: apoyar a sectores con alto potencial como la biotecnología, la energía sostenible y los semiconductores con una estrategia industrial coordinada a nivel europeo.

Más allá de estas propuestas, la cuestión fundamental es si Europa está dispuesta a asumir los cambios estructurales necesarios. ¿Queremos ser líderes en innovación o nos conformamos con ser seguidores? ¿Estamos dispuestos a reformar nuestras regulaciones y sistemas de financiamiento para fomentar un ecosistema de alto crecimiento?

La pregunta clave es quién define el futuro tecnológico y con qué valores. Si Europa no recupera terreno en innovación, ¿cómo garantizará el crecimiento económico, y el empleo? Sin creación de riqueza no es posible un modelo sostenible de solidaridad, algo que caracteriza el modelo social europeo. Sin un entorno propicio para su desarrollo, el riesgo de perder competitividad y justicia social es alto.

En la misma línea, el impacto en la geopolítica y la cultura es preocupante, ya que la competencia en innovación trasciende lo económico. Si tecnologías emergentes como la inteligencia artificial y la computación cuántica quedan bajo el dominio de Estados Unidos y China, Europa corre el riesgo de quedar relegada a un papel secundario. La pregunta es clara: ¿queremos que nuestras normas y valores influyan en el desarrollo de estas tecnologías, o aceptaremos sin más las reglas impuestas por otros?

Asimismo, la soberanía digital de Europa está en entredicho. Nuestras infraestructuras tecnológicas dependen de actores externos, lo que nos hace vulnerables en un mundo donde la seguridad y el control de los datos son cada vez más estratégicos.

El futuro de Europa como potencia económica y tecnológica está en juego. No basta con reconocer el problema; es hora de actuar.

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