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Tribuna
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Una posible solución al problema de la prueba de acceso a la universidad (EvAU o EBAU)

Una forma de mejorar el sistema, manteniendo la capacidad de cada autonomía para definir sus exámenes y el acceso general a la universidad, sería establecer clasificaciones en cada comunidad

Un grupo de alumnos, antes de realizar un examen de Selectividad en Barcelona en 2021.
Un grupo de alumnos, antes de realizar un examen de Selectividad en Barcelona en 2021.David Zorrakino - Europa Press (Europa Press)

Una noticia recurrente y politizada desde hace años trata sobre las innegables deficiencias de la actual prueba de acceso a la universidad (en adelante, EvAU). Con el presente artículo me gustaría compartir con los lectores unas reflexiones personales sobre dicha prueba, comentando algunos de sus problemas y proponer una posible alternativa, en mi opinión, mejor, para futura discusión.

Empecemos poniendo en contexto la situación actual recordando brevemente por qué no se encuentra una solución clara para reformar esta prueba, que evidentemente en la actualidad es muy deficiente. El principal problema radica en que la prueba es diferente en cada comunidad autónoma, con temarios propios al tener las competencias educativas transferidas. Sin embargo, los alumnos pueden optar con la nota obtenida a entrar en universidades de otras comunidades.

Ante esta situación, típica de un problema mal propuesto, parecería que solamente se pueden articular muy escasas opciones. Una de ellas sería realizar una EvAU única de ámbito nacional, pero esto estaría en clara contradicción con el hecho anteriormente resaltado de la singularidad de los temarios en cada comunidad y, seamos sinceros, sería complicado de articular dado el actual panorama nacional. Otra opción sería priorizar la entrada de alumnos de cada comunidad en sus universidades, pero esta medida estaría en contra del significado de la universidad como una comunidad abierta.

Ante esta situación se mantiene la prueba de acceso actual con altísimas tasas de aprobados en muchas comunidades autónomas, y que las elecciones de las futuras carreras de los alumnos se diriman por centésimas. Adicionalmente, es frecuente que, a la hora de programar un examen de la EvAU en las comunidades autónomas, se piense en el hecho de que su grado de dificultad pueda perjudicar a los alumnos locales frente a los externos. Los medios de comunicación también están presentes para difundir situaciones derivadas de que un problema, cuestión o ejercicio ha sido más difícil que en otras comunidades, aireando el perjuicio que esto ha provocado a los alumnos locales. Además, se suele optar por exámenes muy similares año tras año, con ejercicios, preguntas y problemas bastante estandarizados. Por ello, los profesores de secundaria se ven abocados a preparar a su alumnado para afrontar con éxito una prueba de la EvAU y no pueden dedicar suficiente tiempo a enseñarles contenidos y competencias, buscando un discurso creativo e innovador de sus materias. A su vez, esto provoca que los profesores en la universidad se encuentren en los primeros cursos con alumnos sin la adecuada formación en las materias y notables lagunas en comprensión transversal. Otra consecuencia dañina es la altísima nota de corte en determinados grados como Medicina, Matemáticas y Física, lo que nos hace reflexionar si estamos seleccionando bien a las personas con auténtico talento y capacidades en esas materias. Son bien conocidas noticias sobre alumnos y alumnas que han obtenido medalla de oro en olimpiadas científicas que no acceden a plazas en los grados homólogos al tener una nota más baja en otra materia muy diferente y, mientras tanto, reciben ofertas de universidades norteamericanas y anglosajonas para hacer sus estudios de Bachelor en ellas.

Sin embargo, podríamos buscar otras soluciones. Desde mi punto de vista, una forma de mejorar la situación anterior, manteniendo la autonomía de cada comunidad para definir sus exámenes y el acceso general a la universidad, sería establecer clasificaciones en cada comunidad. Cada comunidad podría realizar su prueba y, en vez de fijarse en la puntuación final como ahora, se elaboraría un listado ordenado de todas las personas presentadas según la nota en dicha comunidad. Así, cada alumno tendría asignado un número dentro del ranking de su comunidad, por ejemplo, el alumno X ha sido el 1533 de su Comunidad.

Con ese listado ya se podría buscar un modo idóneo para asignar la posición global nacional en función del número de alumnos presentados en cada comunidad o un método similar que se podría consensuar nacionalmente. Como ejemplo, los diez primeros de una comunidad con diez veces más alumnos presentados que otra comunidad serían equivalentes al primero de esta última a la hora de acceder a un grado concreto. De este modo, los alumnos de diferentes comunidades no competirían entre ellos. Si una comunidad autónoma decide hacer una prueba más sencilla perjudicaría ―no como ahora― a su población, pues no podría distinguir al alumnado más capaz.

Podríamos también destacar algunas ventajas de este modelo sobre el antiguo. En primer lugar, las pruebas podrían afinarse para dilucidar mejor la preparación y madurez del estudiante para acceder a la universidad. El profesorado preuniversitario podría dedicarse a enseñar sus materias con mayor profundidad y no limitarse a preparar a su alumnado pensando en que superen una prueba excesivamente tabulada como la actual y de escaso valor conceptual. Además, algunos ejercicios o cuestiones de este nuevo examen podrían diseñarse para contrastar la capacidad y talento en cada materia específica. Las personas muy dotadas en dicha materia obtendrían notas significativamente más altas que otras, lo que podría distinguirlas para acceder preferentemente a unos estudios específicos. Esto reduciría el problema de que alumnos con gran talento en una materia no pudiesen acceder a estudios relacionados con dicha materia. Otra ventaja de este método es que se podría poner en práctica en un corto plazo. En caso de que haya unas comunidades que lo acepten y otras no, siempre habría métodos para convertir el listado al que nos hemos referido en notas con el sistema actual, usando como referencia los resultados de los últimos años de esa comunidad autónoma, o con un procedimiento similar.

Esta es solamente una propuesta personal que, en mi opinión, es más justa que la actual, y que creo que podría abrir un debate sosegado. Indudablemente, como país, nos jugamos mucho si no somos capaces de encontrar un sistema medianamente justo de acceso a estudios universitarios que conjugue igualdad, inclusividad y promoción del talento.

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