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El paso decisivo hacia un futuro sin polio

Más de 150 países cambian a la vez la vacuna contra esta enfermedad en el mayor esfuerzo de coordinación en la historia de la salud pública

Elena G. Sevillano
Campaña de vacunación de polio en Karachi, Pakistán, el pasado mes de abril.
Campaña de vacunación de polio en Karachi, Pakistán, el pasado mes de abril. Fareed Khan (AP)
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El mundo nunca había estado tan cerca de acabar para siempre con la polio. La amenaza de esta enfermedad sin cura, que ha incapacitado a millones de niños durante décadas, está a punto de desaparecer. Cuando lo haga, será la segunda enfermedad infecciosa –la primera fue la viruela— erradicada gracias a la vacunación. Y habrá sido, en gran parte, gracias al mayor esfuerzo de coordinación internacional en la historia de la salud pública. Se le ha llamado the switch (el cambio), y es un paso de gigante para empezar a escribir el final de esta historia.

De forma sincronizada, 155 países de todos los continentes han empezado a utilizar una nueva vacuna contra la polio y se han deshecho de la anterior. En solo dos semanas, y gracias a un ingente esfuerzo logístico que llevaba años fraguándose, se ha reemplazado en todo el mundo la vacuna trivalente oral, que protege contra las tres cepas del virus que causa la enfermedad, por una nueva que solo lo hace contra dos serotipos, el 1 y el 3. El objetivo de este reto sin precedentes es impedir que el virus siga circulando.

Las campañas masivas de vacunación han conseguido que la poliomielitis sea solo una sombra de lo que fue. En poco menos de dos décadas los casos se han reducido un 99%, de los 350.000 que la Organización Mundial de la Salud (OMS) calculaba en 1988, a los 74 que se notificaron el año pasado. Todos en los dos únicos países donde nunca se ha conseguido detener la transmisión de la enfermedad: Afganistán y Pakistán. Sin embargo, en 2015 también se dieron 32 casos de parálisis derivadas del uso de la vacuna atenuada.

Riesgo de mutación

La vacuna trivalente oral ha sido tremendamente útil para eliminar la polio en buena parte del mundo. Solo cuesta unos pocos céntimos de dólar y es tan fácil de administrar que no hace falta personal sanitario: cualquier voluntario puede dejar caer unas gotas en la boca de un niño. Sin embargo, tiene un riesgo, y es que puede provocar nuevos casos de la enfermedad. La vacuna contiene virus debilitados que, en algunos casos (baja cobertura vacunal por situaciones de conflicto, por ejemplo), pueden mutar y recuperar la capacidad de provocar parálisis.

La cepa del tipo 2, la que ahora se elimina, es la que ha estado causando estos brotes. En su versión salvaje, no se ha detectado desde 1999. Por tanto, todos los casos ocurridos desde entonces son derivados de la vacunación. “Hemos conseguido reducir sustancialmente la polio salvaje, pero la otra está cobrando mayor importancia y se está extendiendo en otros países”, explica a Planeta Futuro Michel Zaffran, coordinador del programa de inmunización de la OMS. “Era el momento de cambiar porque estaba dando más problemas que beneficios. Vamos a correr el riesgo”, añade.

En los últimos meses, se han dado casos, incluso brotes, de polio en países como Nigeria, Madagascar, Laos o Ucrania, lugares, explica Zaffran, donde hay una baja cobertura de la inmunización rutinaria. “A veces puede ser a causa de un conflicto puntual; en otros casos, hay pequeños grupos de población a los que por motivos políticos, religiosos o étnicos no llegan los servicios sanitarios”, explica.

En 2020, todas inyectables

En última instancia, todas las vacunas orales deberán ser sustituidas por las inyectables, que usan virus inactivados (muertos) y que se emplean ya en la mayoría de países desarrollados. Para 2020, según Zaffran, en todo el mundo debería vacunarse ya con las inyectables. En un paso intermedio, la OMS recomienda que se reemplace una de las dosis de la vacuna oral por la inyectable.

Durante algún tiempo, explica Zaffran, habrá un pequeño riesgo de contagio, porque algunos niños quedarán sin protección contra una de las cepas. Por eso todos los países han tenido que hacer el cambio a la vez y tan rápido y por eso también está siendo decisiva la monitorización para comprobar que todos los países destruyen correctamente todas las existencias que les quedaban de la vieja vacuna. Si se produjera algún caso de polio tipo 2 la OMS cuenta con una reserva mundial de emergencia de millones de dosis monovalentes (solo para esa cepa).

"Durante un corto periodo de solo dos semanas 155 países han cambiado de la vacuna oral de la polio trivalente a la bivalente en la que ha sido la mayor retirada de vacunas coordinada de la historia. Os doy las gracias a vosotros y a vuestros países por esta maravillosa proeza", dijo la semana pasada Margaret Chan, directora general de la OMS a los delegados de la Asamblea Mundial de la Salud reunidos en Ginebra.

Los países volvieron a comprometerse a luchar para acabar cuanto antes con la enfermedad a través de la Iniciativa Mundial de Erradicación de la Poliomielitis (GPEI en sus siglas en inglés), un proyecto nacido en 1988 (durante la 41 Asamblea Mundial de la Salud) que involucra desde entonces a la OMS, Unicef, la Rotary Foundation, gobiernos nacionales y la Fundación Bill y Melinda Gates.

La mayor fábrica de vacunas de Europa

La primera vacuna contra la poliomielitis, una de las enfermedades más temidas del siglo XX, ya tiene más de sesenta años. El virólogo estadounidense Jonas Salk probó por primera vez en 1952 la que sería una de las primeras inmunizaciones eficaces contra un virus. Descubrió que los virus cultivados en células renales de mono podían inactivarse posteriormente con formol e inyectarse en los pacientes, que desarrollaban inmunidad. Fue un hito que dio pie al mayor experimento de salud pública de la historia: en 1954 a millón y medio de niños estadounidenses se les inyectó la vacuna --o placebo-- para probar su seguridad y eficacia.

Poco después Albert Sabin desarrolló otra vacuna, oral, usando poliovirus atenuados (vivos). Fácil de administrar y muy barata, sin ella no se explicaría la erradicación de la polio en extensas áreas geográficas, como el continente americano (declarado libre de polio en 1994). Sin embargo, ahora, con la enfermedad prácticamente derrotada, los expertos de la Iniciativa Mundial de Erradicación de la Poliomielitis recomiendan que todos los niños reciban sistemáticamente al menos una dosis de la vacuna antipoliomelítica inactivada (IPV), mediante inyección.

Actualmente 160 países han introducido ya la vacuna IPV, sola o en combinación con otras, en sus calendarios de vacunación. Muchas de las dosis que viajan a todos los rincones del planeta se producen en la sede de Mérieux de Sanofi Pasteur, la mayor planta de investigación y producción de vacunas del mundo, situada en Marcy-l'Étoile, a pocos kilómetros de Lyon (Francia). En esta fábrica se producen vacunas contra 12 enfermedades, entre ellas el dengue, la hepatitis A, la fiebre tifoidea y la polio.

Una visita a la planta, a la que Planeta Futuro y otros medios internacionales acudieron invitados por la compañía, permite comprobar cómo el proceso de fabricación de la vacuna de la polio sigue siendo sorprendentemente manual. Durante las fases de preparación, cultivo de las células, purificación e inactivación se siguen haciendo mediciones y transfiriendo las preparaciones a mano. Eso sí, en un entorno de máxima seguridad: un moderno laboratorio de 3.300 metros cuadrados en tres pisos donde se fabrican hasta 250 millones de dosis al año de IPV.

El control de calidad de la planta también combina la automatización más absoluta con la vigilancia del ojo humano. Las jeringuillas pasan por un robot capaz de detectar hasta el defecto más insignificante gracias a 14 cámaras que miran desde todos los ángulos. Los viales también son inspeccionados a mano, por técnicos que los observan uno a uno bajo una luz potente en busca de cualquier imperfección. El área de inspección ocupa 5.000 metros cuadrados.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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