La chispa de la vida
'Materia' desafía a sus lectores a resolver este quinto desafío científico, que acompaña a la biblioteca 'Descubrir la ciencia'
Hace 200 veranos tuvo lugar, junto al lago Lemán de Ginebra, una de las reuniones literarias más célebres y productivas de la historia. En realidad sus asistentes no pretendían otra cosa que compartir unas vacaciones entre amigos; pero la erupción del volcán Tambora en Indonesia el año anterior, un bajón de la actividad solar y otro gran episodio volcánico aún misterioso, acaecido probablemente en 1808, se conjuraron para provocar lo que ha venido en llamarse “el año sin verano”. El tiempo frío y desapacible obligó a a aquel grupo de amigos a recluirse entre las paredes de Villa Diodati y los inspiró para escribir relatos de fantasmas.
Como resultado de aquel verano de 1816 nació el poema apocalíptico Oscuridad de Lord Byron, pero también el relato El vampiro de su médico personal, John William Polidori. Y sobre todo, Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Wollstonecraft Shelley, que por entonces aún llevaba su apellido de soltera, Godwin.
La obra de Mary Shelley es sin duda una de las más conocidas de la literatura universal. Pero ¿es una de las más leídas? Un ejemplo: está en la mente de todos que el doctor Frankenstein daba vida a su criatura canalizando la energía de una tormenta elécrica. Error: Shelley nunca escribió nada parecido; fue una aportación del cine. “Con una ansiedad casi rayando en la agonía, reuní los intrumentos de la vida a mi alrededor, confiando en infundir una chispa de ser a la cosa sin vida que yacía a mis pies”. Esto es todo lo que la autora detalló sobre el proceso, además de una breve y casual mención anterior a la electricidad y el galvanismo.
Pero a pesar de las vagas referencias en la novela, sí fue la electricidad lo que dio vida al monstruo. La propia Shelley se encargó de aclarar, en su introducción a la edición de 1831, que la idea para su historia vino motivada por una conversación de su entonces prometido, el poeta Percy Bysshe Shelley, con Byron sobre los experimentos del doctor Darwin y la “electricidad animal” postulada por el italiano Luigi Galvani. Desde finales del siglo XVIII, el último grito en ciencia era la electricidad, aquel desconocido “fluido” cuyos poderes cuasimágicos hacían furor en toda Europa y con el que, en palabras de Shelley, “tal vez se podría reanimar un cadáver”. El prefacio a la novela, escrito por Percy, comenzaba sugiriendo que la historia en ella narrada no habría sido considerada imposible por Darwin.
Desde hace décadas ha prendido la idea de que Shelley tomó como modelo para su doctor al científico autodidacta Andrew Crosse, conocido por los colosales experimentos eléctricos que llevaba a cabo en su apartada propiedad de Fyne Court, en Somerset. En 1836, Crosse saltó a la fama a raíz de sus experimentos de electrocristalización en los que nacían diminutos ácaros, aparentemente de la nada. Claro que la novela de Shelley ya se había publicado 18 años antes, en 1818. Es cierto que Mary y Percy asistieron a una conferencia sobre electricidad pronunciada por Crosse en Londres el 28 de diciembre de 1814, según reflejó la autora en su diario; pero ni siquiera mencionaba el nombre del conferenciante, lo que no invita a sospechar una gran influencia de la figura de Crosse en la novela.
Está en la mente de todos que el doctor Frankenstein daba vida a su criatura canalizando la energía de una tormenta elécrica. Error: Shelley nunca escribió nada parecido; fue una aportación del cine
En cambio, en los últimos años ha surgido otro vínculo más creíble y documentado. Durante sus dos últimos años en la escuela de Eton, en 1809-1810, Percy trabó gran amistad con el médico escocés James Lind, de Edimburgo. Gran entusiasta del galvanismo, Lind llevaba a cabo experimentos en los que confería movimiento a ancas de ranas mediante electricidad. Mary escribiría que Percy decía deberle más a aquel hombre que a su propio padre. Lind fue determinante en el siempre vivo interés de Percy por la ciencia, y su influjo posiblemente estaba presente en Mary cuando imaginó el personaje de Victor Frankenstein. En cuanto a Andrew Crosse, curiosamente sí serviría de inspiración para la creación de otro famosísimo personaje de la literatura, a raíz de un viaje que realizó en 1875.
Todo lo cual resulta bastante extraño, si tenemos en cuenta las fechas. En primer lugar, en aquel año sin verano de 1816 Darwin había cumplido la tierna edad de siete años. Por otra parte, una consulta a la Wikipedia nos revela que el escocés James Lind falleció en 1794; cuando conoció a Percy Shelley en Eton, llevaba 15 años muerto. Y por último, ¿cómo pudo Andrew Crosse viajar a ninguna parte en 1875, si un infarto se lo había llevado a la tumba 20 años antes? ¿Será cosa de fantasmas? ¿Será que la electricidad realmente obra milagros como los que describió Shelley en su novela?
¿Cuál es la explicación para estas tres inconsistencias históricas?
Escribe las 3 respuestas. El plazo para responder a este desafío finaliza el domingo 4 de septiembre a las 12:00 (hora peninsular española).
Respuestas correctas: Antes de la publicación de El origen de las especies en 1859, el apellido Darwin identificaba a Erasmus Darwin (1731-1802), médico y filósofo natural, amigo de la familia de Mary Shelley. En su introducción escrita en 1831, la autora se refería a una conversación entre su prometido y Byron sobre ciertos experimentos en los que se decía que Erasmus Darwin, por entonces ya fallecido, había logrado devolver a la vida pequeños organismos del agua. El impacto posterior de la obra de su nieto Charles hizo que hoy sea el abuelo el que necesite el nombre de pila.
El escocés James Lind (1716-1794) es ampliamente reconocido por su estudio de la cura para el escorbuto. Mucho menos conocido es su primo James Lind (1736-1812), también de Edimburgo y cirujano naval, que se convirtió en mentor de Percy Bysshe Shelley.
La parte más difícil de este desafío es la relativa a Andrew Crosse. Expertos en el Drácula de Bram Stoker han documentado que el autor irlandés basó muchas de sus descripciones de Transilvania en la obra Round About the Carpathians, publicada por Andrew F. Crosse en 1878. De hecho, se ha sugerido que Crosse sirvió de inspiración para el personaje de Jonathan Harker. Pero el Crosse célebre por sus experimentos eléctricos murió en 1855. ¿Quién era entonces aquel Andrew F. Crosse? Era el primer hijo del segundo matrimonio del famoso científico.
Ganador: Rubén Serradilla Amarilla, de Alcantarilla (Murcia).
Finalizado
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