22 fotosLas 22 mejores escenas de acción de la historia del cineOcho críticos de cine seleccionan los momentos más incendiarios que se han visto en una pantalla. Abróchense los cinturones y disfruten el viaje 18 feb 2018 - 07:08CETWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceLos participantes. Arthur (Joseph Gordon-Levitt), un par de sicarios y, en otra línea temporal, una furgoneta asediada que lleva dentro a todas las estrellas de cine de la década. Por qué es tan buena. Un pasillo giratorio. La escena. 'Origen' marcó el inicio de un cine de acción limpio, sobrio y con la raya del pantalón bien planchada. La construcción de un espacio rotatorio real (y decorado con muy buen gusto, claro) aportó la pátina de autenticidad que el confuso guion no tenía. Da igual: se puede disfrutar, y mucho, de esta extravagancia uber-sofisticada hasta sin sonido. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. Johnny Grey (Buster Keaton) y un ferrocarril. El escenario. Cottage Grove, un pueblo de Oregón que decretó fiesta local para que sus 4.000 vecinos asistiesen al rodaje de la escena más cara de la historia hasta el momento. Por qué es tan buena. El hombre y la máquina, condenados a trabajar juntos incluso en la adversidad. Keaton se juega la vida plano tras plano y se enfrenta a todas las muertes posibles subiéndose a todas las superficies del vagón para impedir que descarrile. La tensión, la urgencia y la angustia siguen funcionando casi 100 años después porque, si el carricoche de 'El acorazado Potemkin' es la madre de todas las escenas trepidantes, este órdago ferroviario es el padre del cine de acción. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. Aladdín, Abú y la alfombra mágica. El escenario. La Cueva de las Maravillas, sepultándose sobre sí misma. Por qué es tan buena. Aladdín se estrenó en una época (principios de los noventa) en la que el cine de aventuras estaba caducado, de modo que la huida de la cueva despertó la imaginación de tres generaciones distintas mediante el sentido de la maravilla. Disney nos asombró con una escena que sería imposible de rodar en imagen real y que demuestra por qué el cine aventurero nunca pasará de moda: no resulta peligroso, ni violento, ni aterrador. Es, por encima de todo, divertido, disfrutable y excitante. Por eso no sufres por Aladdín, sino que quieres ser Aladdín. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. Jimmy 'Popeye' Doyle (Gene Hackman) en su coche, bajo las vías por las que circula el tren secuestrado por Nicoli (Marcel Bozzuffi). El escenario. Nueva York. Por qué es tan buena. La persecución que más tensión muscular genera en el espectador, precisamente por conseguir que se olvide de que es un mero observador: William Friedkin, el director, no pone la cámara en los escaparates sino dentro del vehículo para que sientas que lo estás conduciendo tú. Así es. William Friedkin inventó los videojuegos simuladores de conducción en 1971. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. Los dos mejores actores de su generación (Leonardo DiCaprio y Kate Winslet), acompañados de (lo que sin duda parecen) las 2.200 almas que subieron a bordo del trasatlántico en 1912. Por qué es tan buena. El océano Atlántico, cuyas aguas heladas se sienten “como si mil cuchillas te atravesaran”. La escena. Cuando le preguntaron a James Cameron qué utilizó para recrear el nitrógeno líquido en 'Terminator 2', el director respondió sin inmutarse: “Nitrógeno líquido”. Así que en su cabeza, la única forma de rodar el hundimiento del Titanic era construirlo otra vez (un 10 % más pequeño, de modo que debía de tener un tamaño similar al Mauritania), hacerlo zarpar en el decorado más grande de la historia del cine y levantar la popa, ponerlo en vertical y partirlo en dos. ¿Quién iba a querer perdérselo? Nadie. Absolutamente nadie. A diferencia del resto de películas de catástrofes, aquí las víctimas no son extras anónimos multiplicados digitalmente sino actores cuyos personajes hemos ido conociendo durante los primeros 80 minutos. Y ahora vamos a verlos morir. El éxito de 'Titanic' radicó en que el barco parecía auténtico, su legado emocional en la cultura popular sigue vigente porque sus personajes también parecían los pasajeros reales. Y al margen de su colosal destrucción, el instante más escalofriante de toda la película sigue siendo cuando se funden las luces de todo el barco y solo se escuchan los gritos en la noche: el buque de los sueños ha mutado en un monstruo sacado de la peor pesadilla. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. Tres docenas de bastardos destinados a acabar hechos picadillo que, además, son plenamente conscientes de ello. El escenario. Un refugio en Agua Verde, Baja California. Lo de 'refugio' es irónico, en este caso. Por qué es tan buena. Lo más excitante de este tiroteo es que no se anda con florituras: su única aspiración es ser una espiral de violencia, pero la más apabullante espiral de violencia jamás rodada. Con una estructura tan básica como disparo-impacto, el director, Sam Peckinpah, juega con el ritmo para recordarte que estás viendo una película. No es una experiencia inmersiva, es un espectáculo. Por eso la cámara rompe la repetición mecánica de tiros para incluir una ametralladora, varias granadas y cuatro 'zooms' que convierten esta masacre en un ejercicio de cine que, 50 años después, nadie ha logrado igualar. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. Cosmo Brown (Donnald O'Connor) y un maniquí de algodón al que él parece insuflarle vida, personalidad y energía porque Brown va sobrado de las tres cosas. El escenario. Un estudio de cine, el lugar donde ocurre la magia en el siglo XX. Por qué es tan buena. El arte más desagradecido de todos, el del cómico, es también el más generoso. 'Make 'Em Laugh' (Hazles reír) es un número que funciona por acumulación de peripecias físicas que solo van a más y condensan la estructura de las mejores escenas de acción: un 'in crescendo' imparable, frenético y sorprendente. Planos larguísimos con una coreografía precisa en la que hasta los extras parecen entrar y salir del plano al ritmo de la música. O'Connor se juega la vida erigiéndose como un efecto especial en sí mismo, en un claro antecedente de lo que está haciendo Tom Cruise actualmente en 'Misión imposible'. Todo está inventado ya. Y todo estaba inventado cuando se estrenó 'Cantando bajo la lluvia' en 1952, pero la película lo llevó a otro nivel. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. Indiana Jones (Harrison Ford), Marion (Nancy Allen), un mecánico (Pat Roach) y un montón de nazis haciendo cosas de nazis. El escenario. El desierto, un caza y un camión cisterna. Esa combinación solo puede acabar de una forma. Por qué es tan buena. Steven Spielberg rueda con majestuosidad, John Williams aporta tracción y Harrison Ford reacciona más como un adolescente con prisa que como un héroe. Mientras Indiana recibe una somanta de palos por parte del mecánico alemán, de los que se defiende mordiendo, huyendo y tirándole tierra a los ojos, la pelea bordea la comedia al enlazar un efecto dominó: el caza se dispone a despegar, la gasolina del camión cisterna repta por la arena y Marion dispara la ametralladora. Hay películas enteras con menos giros argumentales que esta escena. Y ninguna de ellas está tan bien rodada. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. Li Mu Bai (Chow Yun-fat) y Jen Yu (Zhang Yiyi). El escenario. Un bosque de bambú. Por qué es tan buena. Hay algo hermoso en el éxito mundial de este homenaje a un género, el wuxia, tradicionalmente ridiculizado por Occidente. Incluso sin comprender del todo sus preceptos, el público occidental se sintió fascinado por la belleza, la integridad y el honor con el que Ang Lee dirigía esta fábula sobre, precisamente, la belleza, la integridad y el honor. Para los dos guerreros, este combate que no es una vulgar pelea sino una expresión artística de filosofía, de dialéctica y de carácter. El éxito no reside en golpear más fuerte sino en dominar el espacio y, como no es una película americana, dejan el bosque intacto. Y ese respeto hacia la naturaleza, esa poesía y ese equilibrio espiritual son aspectos que cualquier ser humano puede sentir. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. El teniente Frank Bullit (Steve McQueen) se percata de que unos sicarios conducen detrás de él. Mala idea. El escenario. Una San Francisco que, a plena luz el día, pasa de apacible a angustiosa delante de nuestros ojos. Por qué es tan buena. A pesar de ser un 'thriller', el público asocia 'Bullit' a las persecuciones de coches y la película ganó el Oscar al mejor montaje, en gran parte, gracias a estos 10 minutos y 53 segundos. El jazz, elegante y relajado, acompasa una tensión sigilosa (no hay ni una frase en toda la secuencia) que no radica en la acción física sino en la acción intelectual: ambos conductores tratan de vencer al otro no en velocidad, sino en astucia hasta el punto de que el espectador no sabe quién es el perseguidor y quién el perseguido. En la versión estrenada en cines, el Dodge Charger se chocaba contra la cámara y dañaba la lente, pero en plano fue eliminado para la edición en dvd (el progreso no siempre trae cosas buenas). 'Bullit' revolucionó la puesta en escena de todas las persecuciones de cine posteriores, que imitarían su narración visual, su talante refinado y su planificación intercalando planos abiertos con planos detalle. La saga 'Fast & Furious' lleva ocho películas enteras copiándola. Y no existe un solo hombre en este planeta que no se haya sentido al volante como Steve McQueen en algún momento de su vida. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. T-800 (Arnold Schwarzenegger), T-1000 (Robert Patrick) y todos los medios de transporte que puedas imaginar, que en este caso sirven también como armas arrojadizas. El escenario. Una autopista de Los Ángeles. Por qué es tan buena. ¿Cómo consiguió James Cameron rodar el plano de un helicóptero pasando por debajo de un puente? Pues pasando un helicóptero por debajo de un puente. Ninguna compañía aseguradora accedió a cubrir el rodaje de esta persecución, de modo que Cameron tuvo que rodarla él solo. El helicóptero acaba, como no podía ser de otro modo, estampándose contra el camión cisterna. Y lo mejor es que entonces es cuando empieza el clímax de la película (casualmente han recalado en una siderúrgica): 'Terminator 2' es como correr una maratón, pero esprintando los 42 kilómetros y, cuando llega a la línea de meta, sigue corriendo saludando a la afición. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. Oh Dae-su (Choe Min-sik) y dos docenas de desgraciados que pretenden impedirle que escape de su secuestro. El escenario. Un pasillo hecho un asco ('spoiler': va a acabar más sucio todavía). Por qué es tan buena. En un plano-secuencia sin cortes que ha sido imitado por el cine y la televisión occidentales hasta convertirlo en un recurso cliché, Dae-su es un monstruo enajenado que solo quiere salir de ahí y no sabe por dónde. Esta escena es la versión (aún más) violenta de un domingo en Ikea. Su única defensa es un martillo y esas agallas que solo tienen los animales sin nada que perder: cuando le clavan un puñal en la espalda echa el resto (por supuesto, con el arma aún clavada) porque no sabe si va a sobrevivir o no. Pero le da igual. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. Robin Hood (Errol Flynn) y un montón de muchachos que no le importan a nadie porque está Errol Flynn. El escenario. El castillo del príncipe John, monarca en funciones ante el secuestro de su hermano el rey Ricardo Corazón de León. Por qué es tan buena. Nadie se lo ha pasado tan bien como Robin Hood escapando de ese castillo. Tanto, que en vez de salir por la puerta trastea por varios salones porque lo único que le gusta más que ayudar a los pobres es fanfarronear de lo buen espadachín que es. Aquí nace el arquetipo americano del héroe socarrón (antepasado de Han Solo en 'Star Wars', de Woody en 'Toy Story' y de Chris Pratt en todos sus papeles) y la película es tan desvergonzada como él al insertar su combate más espectacular a los 15 minutos de empezar. Hollywood siempre va con el dinero por delante. Como el comunismo no era una amenaza aún, la película (de 1938) no se molesta en presentar un conflicto de clases porque sencillamente sabe que los pobres tienen razón. La caza de brujas del senador McCarthy arruinaría carreras enteras en los 50, pero también le arrancó la alegría al cine de aventuras hasta que llegó otro hijo bastardo de Erron Flynn: Indiana Jones. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. John McClane (interpretado por Bruce Willis), que podría ser tu vecino pero sería el inquilino más bestia del edificio y el tipo con el que más te convendría quedarte encerrado en el ascensor. El escenario. Una azotea. Por qué es tan buena. En una década marcada por la hipertrofia de Stallone y Schwarzenegger, Bruce Willis irrumpió como un hombre corriente que estaba teniendo un día de perros. Una bomba está a punto de explotar, de modo que McClane tiene que sacar a todo el mundo de la azotea (y lo hace del único modo que sabe: disparando una ametralladora al aire) mientras la policía le dispara desde un helicóptero y él grita: “¡Que soy de los vuestros, gilipollas!”. Cuando se dispone a salvarse saltando al vacío haciendo 'puenting' con una manguera anti-incendios, él mismo reflexiona: “John, qué coño estás haciendo”. Y ahí radica el mito de John McClane: siempre parece tan sorprendido como el espectador con cada una de sus ideas suicidas. La escena requirió 6 meses de preparación, 3 tomas y 9 equipos de cámara. El helicóptero acaba explotando junto con el resto del edificio, pero eso ya lo sabías. Yipee-ki-yay motherfucker. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. Neo (Keanu Reeves) y el agente Smith (Hugo Weaving). El escenario. Una estación de metro. Por qué es tan buena. Solo los que estaban vivos en 1999 comprenden lo impactante que fue ver a Trinity elevarse a cámara lenta mientras la imagen giraba en torno a ella, o a Neo esquivando balas en contra de toda lógica gravitatoria. 'Matrix' no solo jugaba en una liga (la de “volarte la cabeza en cada plano”) superior, sino que esa liga la había inventado la propia película. Cada escena es un salto sin red al cine del siglo XXI, pero hay algo de éxtasis religioso en la pelea final: Thomas Anderson detiene las balas, aclara “mi nombre es Neo” y acepta su destino fardando de él. Se acabó el dolor, las dudas y la angustia. Su misión es más grande que él. Y, en 1999, 'Matrix' era más grande que cualquier otra cosa. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. La banda de Neil McCauley (Robert De Niro). El escenario. Los alrededores de un banco. Por qué es tan buena. La brutalidad jamás ha resultado tan elegante como durante este asedio y posterior atraco a una sucursal bancaria. Parece como si Michael Mann, el director, a diferencia del proceso creativo estándar, primero pensase cómo quiere rodar su película y después la escribe en función a esa contundente precisión visual. No es que toda la película gire en torno a esos 12 minutos, es que da la sensación de que los 100 primeros años del cine han sido una excusa para llegar a esos 12 minutos. Los disparos son ensordecedores, el terror de los viandantes es insoportable y la tranquilidad de De Niro es ofensiva. La ferocidad de la escena radica en que no hay efectos de sonido añadidos en posproducción: los gritos, los disparos y los coches estrellándose es sonido ambiente. Eso hizo que el rodaje fuera inmensamente más complicado, pero si Mann es un genio es porque le gusta tomar el camino difícil. Ver la escena pinchando aquí.CordonLos participantes. Roger Thornhill (Cary Grant, interpretando a James Bond tres años antes de que 007 debutase en el cine) y una avioneta empeñada en fumigarle hasta la muerte. El escenario. Un campo de maíz. Por qué es tan buena. Cómo no va a ser una de las escenas más icónicas del cine, si enfrenta al hombre (vestido con un traje que, eso sí, se le arruga menos siendo atropellado que a ti sentándote) con la máquina y acaba con una avioneta estrellándose contra un camión cisterna, un vehículo que sólo existe en el cine para explotar. Sin embargo, lo que el público más recuerda es a Cary Grant y por eso es una estrella: su cara de no dar crédito, su autocompasión al hacer 'auto-stop' (así es como los americanos intentan solucionar sus problemas siempre) y su torpeza al correr solo en línea recta forjan una escena tan excesiva, bordeando la comedia pero sin caer en ella, que dejaba claro que tanto Grant como Hitchcock querían evocar la nostalgia del cine mudo. Esta persecución fue la 'Stranger Things' de los hijos de la Gran Depresión. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. Esta es una 'película de indios y vaqueros' en el sentido estricto y, precisamente por eso, la más emblemática de todas. No hay lugar para la confusión en estos dos bandos. El escenario. Un desierto inmenso que el director, John Ford, se detiene a filmar en un plano omnisciente que, como todos y cada uno de los planos que rodó este señor, no es en absoluto casual: te deja claro que los vaqueros no tienen dónde esconderse. Por qué es tan buena. El asedio empieza con una flecha entrando en el carruaje y clavándose en el pecho de un anciano: no hay escapatoria. En vez de optar por un montaje rápido, Ford se recrea en cada plano porque la intensidad no es rítmica sino dramática. La desesperación de la mujer que sostiene un bebé en brazos, la furia con la que galopan los caballos, la discusión entre los pasajeros del carruaje mientras el anciano muere (el hombre blanco es así), el indio que salta a los caballos de la diligencia, los indios que se caen con el caballo entero y el agotamiento de la munición justo a tiempo de ser salvados por la corneta de la caballería. Al final el que está agotado es el espectador, tras presenciar un montaje eufórico que redefinió el concepto de clímax en el cine americano. Y hoy, hasta Marvel está en deuda con John Ford. Ver la escena pinchando aquí.CordonLos participantes. Aragorn (Viggo Mortensen), Legolas (Orlando Bloom), Gimil (John Rhys-Davies), cientos de hombres y cientos de miles de orcos. El escenario. El abismo de Helm. Por qué es tan buena. Tres meses de rodaje para la batalla cinematográfica más influyente del siglo XXI ('Juego de tronos' no existiría como la conocemos de no ser por ella). Jackson captura la brutalidad, la agonía y el caos de la guerra. Sus planos aéreos aportan ansiedad porque hay orcos hasta donde alcanza la vista, cada decisión estratégica y sus consecuencias están explicadas con claridad y el pique entre Légolas y Gimil por matar más orcos te recuerda que estás viendo una película y que puedes respirar. Cuando Légolas surfea escaleras abajo, Orlando Bloom se volvió famoso para siempre. Y toda la acción está asfixiada por la promesa de Gandalf de que aparecería al amanecer del quinto día. La llegada de refuerzos en el último momento siempre funciona en el cine (y en la vida real), pero, además, en una sociedad sacudida por el terror de los atentados del 11 de septiembre, 'El señor de los anillos' fue la fábula luminosa que el mundo necesitaba. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. Mujeres fértiles, mujeres ancianas, tullidos, esclavos y tarados: cuando le haces creer al pueblo que no vale nada, sentirá que no tiene nada que perder cuando se subleve. El escenario. El desierto. Por qué es tan buena. Max se queda en el asiento de copiloto en una huída hacia adelante (y de vuelta atrás) que dignificó el cine de acción mediante una apabullante narración visual (a 45 grados no hay sitio para chascarrillos) que devolvía al género la sangre, la suciedad, la chatarra y el sudor: los coches, por primera vez en la era digital, volvían a pesar, volvían a oxidarse y volvían a destrozarse. Y cuando aparece un pringado escupiendo fuego de su guitarra, no queda más remedio que aplaudir al pirado de George Miller y a Imperator Furiosa, una mujer que abrió un camino feminista, literalmente, donde no existían carreteras. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. La Novia (Uma Thurman) y los 88 maniacos. El escenario. El jardín de un restaurante de Okinawa (Japón). Por qué es tan buena. Rodado en blanco y negro para evitar la calificación de “No apta para menores de 18 años”, este combate es el resultado de un director que está cumpliendo su sueño y de una de las actrices que mejor utiliza su físico elástico para cada personaje que interpreta: toda ella es un arma. La novia cercena extremidades, espadas y cabezas. Salta, vuela y se arrastra. El público aúlla porque tiene la certeza de que ella va a ganar: la emoción no surge de lo que va a pasar sino de cómo va a pasar. Hay sangre disparada, hay cientos de planos desde ángulos humanamente imposibles y, por encima de todo, queda patente el arrebato de Tarantino al reivindicar la magnificencia no de la violencia, sino de la violencia cinematográfica. La reciente revelación del acoso y abuso físico que sufrió Thurman durante el rodaje ha reescrito el significado de su sentencia final, que la actriz podría dedicarle hoy a sus agresores: “Los que sigáis vivos, podéis iros. Pero dejad vuestras extremidades. Ahora me pertenecen a mí”. La venganza, a veces, puede ser retroactiva. Y siempre es satisfactoria. Ver la escena pinchando aquí.Los participantes. Judah Ben-Hur (Charlton Heston) y Messala (Stephen Boyd) canalizan su odio y, según la leyenda, su tensión sexual no resuelta ante 7.000 extras a los que les da igual quién gane siempre y cuando haya espectáculo. Y vaya si lo hay. El escenario. Un circo romano: el decorado más grande construido hasta la fecha. Por qué es tan buena. El director, William Wyler, cedió las riendas a sus dos directores de segunda unidad para que, a lo largo de un año, preparasen y rodasen la legendaria carrera de cuadrigas. El objetivo era rodar la escena más grandiosa de la historia. Una huida sin escapatoria que apela a la rivalidad más antediluviana: el bien contra el mal. Caballos blancos contra caballos negros. El señor contra el esclavo. La ausencia de escrúpulos de Messala tuneando sus ruedas para destrozar las de sus contrincantes y cosiéndolos a latigazos contra la dignidad de Ben-Hur, cuyo único talento es aguantar. Y, sin embargo, lo más apabullante de la escena y lo que hará que trascienda por los siglos de los siglos es la actitud de los dos rivales, como si nada importase más en la Tierra que esa carrera. En la Antigua Roma, las carreras de cuadrigas eran el mayor acontecimiento del mundo conocido. En 1959, 2000 años después, volvieron a serlo: esta es la primera escena de acción moderna y sigue apabullando como si estuviera rodada ayer. Ver la escena pinchando aquí.