Alex Cooper y su ética y estética pop en un pueblo de León
Ubicado en Santa Colomba de Somoza, el Museo del Pop es un laboratorio repleto de actividades y memorabilia relacionada con la época dorada de este estilo musical. Al frente, Cooper, exsolista de Los Flechazos y agitador cultural


Nunca estar en Babia sirvió para tanto. Porque Alejandro Díez (Alicante, 58 años), más conocido artísticamente como Alex Cooper, se encontraba en Babia en 2017 cuando le vino la idea que le cambió la vida: dejarlo todo para montar un museo de interpretación del pop. “Me vino la idea como un rayo cuando estaba visitando con mi mujer el palacio de Quiñones”, confiesa. Ubicado en el pueblo de Riolago, en la comarca leonesa de Babia, el palacio de Quiñones sirve de centro de interpretación del siglo XVI. “Cuando lo vi, creí que se podía hacer algo parecido. Es decir, encontrar un espacio en el campo, pero que funcionase para la interpretación de la cultura pop de los años sesenta”.

No hubo que esperar mucho, en parte porque el propio Díez, excompositor y cantante de Los Flechazos y el proyecto en solitario Cooper, lo aceleró. Desde hacía un tiempo, tenía claro que este plan, de salir bien, le permitiría dar el paso que andaba buscando para cuando su hija se fuera a la Universidad y él abandonase la música. “Llevaba 35 años en la música y necesitaba un proyecto que me ilusionase desde cero”, explica. “Sentía que en el ámbito creativo ya había ofrecido todo lo que podía. El mundo no necesitaba otro disco mío y había que dejar sitio a otra gente”, asegura este músico que ha creado algunas de las gemas pop más bellas de la música española. Por tanto, en enero de 2019 consiguió que el Ayuntamiento de Santa Colomba de Somoza, capital histórica de la Maragatería y paso del Camino de Santiago, le cediese el espacio necesario. “El apoyo fue inmediato. En la primera reunión ya tenían todo listo para ejecutar el proyecto”, recuerda.

Ubicado en La Casa de las Maestras, el Museo del Pop, también llamado Fundación Club 45, se halla como una preciosa anomalía en mitad del pueblecito de Santa Colomba de Somoza, donde reina la tranquilidad y el campo se alarga más allá de donde alcanza la vista. “Es un sitio fantástico”, afirma Díez, quien lleva meses reformando una vieja casona en el pueblo que será su nuevo hogar junto a su pareja. “Me gusta decir que el museo es un laboratorio de cultura pop porque tiene una parte dedicada al pasado y otra que mira al futuro”, comenta Díez, quien siempre se ha distinguido, como buen mod, por ser un agitador cultural, tanto que su nombre puede asociarse al nacimiento del festival Purple Weekend de León y a la extinta editorial Ediciones Chelsea.

De esta forma, la parte que viaja al pasado de este museo de la cultura pop se lleva a cabo de dos modos. Por un lado está la exposición permanente, que se despliega en la primera y segunda plantas del edificio. Esta colección museística, recopilada a lo largo de los años por Díez, se exhibe en tres zonas diferenciadas: Sala British Beat, Sala Europa y Sala de las Curiosidades. Una visita que se sumerge con cartelería, singles, portadas, revistas y memorabilia de toda condición en la cultura pop anglosajona, especialmente centrada en el Reino Unido, pero también en Europa y España. “Todo forma parte de mi colección personal”, explica Díez.

“Lo más potente creo que es la colección de revistas de los sesenta. Es una de las más completas en el mundo”. Un deseo, el de coleccionar, que despertó en los años ochenta: “Compré una foto de David Bowie en King’s Road, en Londres. Estaba en un mercadillo tirada ahí, y no tuve 10 libras para comprar también una hoja de contactos”. Mientras pasea por la exhibición y explica de dónde vienen muchas cosas de las vitrinas, destaca uno de los objetos más preciados en la primera planta. “Esta foto de The Game, un grupo poco conocido. Los Flechazos hacíamos una versión de ellos. Se llamaba Ya me estoy cansando. Contacté con el grupo y, de agradecimiento, nos mandaron una foto. Dos años después, me la pidieron para ilustrar un recopilatorio en Inglaterra. Era la única copia del mundo. Lo que hice fue mandarles una copia en alta calidad de la foto. La original me la quedé. Pensé: yo me lo merezco”, relata.

El museo también viaja al pasado a través de su archivo gráfico, ubicado en la segunda planta en una sala espaciosa con un gran ventanal que ofrece vistas del campo. Este archivo alberga un centro de documentación con una amplísima selección de libros y revistas musicales de los años sesenta. “El archivo nos interesa mucho como centro para informarse de música, pero también de aspectos como el periodismo, la sociología y la publicidad de los años sesenta. Nos importa mucho la vertiente académica de este museo y nuestra ilusión es que sea un lugar de estudio y documentación para estudiantes o investigadores”, explica su director. “El año pasado ya tuvimos un becario a través de la Universidad de León. Queremos crear este año cursos de verano y llegar a acuerdos universitarios como los que tiene la Universidad de Oviedo con la cátedra Leonard Cohen”.

El museo también viaja, como dice su creador, al futuro y para ello dispone de un aula en la que se hacen presentaciones de libros, seminarios y ponencias. El aula está situada en el jardín donde se han celebrado conciertos. Al lado se encuentra una sala multiusos con capacidad para 100 personas y en la que hay una cafetería con escenario, proyector y equipo de sonido. Por este espacio ha pasado gente como los músicos Sid Griffin, de The Long Ryders, y Edi Clavo, de Gabinete Caligari, así como periodistas como José Ramón Pardo, Julio Ruiz o Felipe Cabrerizo. “Nos gusta que los invitados hablen de su historia y ver el museo a través de sus ojos. Dan charlas y pinchan música”. Y concluye: “Nuestro objetivo es dignificar la cultura pop. Somos lo que somos porque pasó lo que pasó. Sin The Rolling Stones o The Beatles, las películas de la nouvelle vague o los cuadros de Andy Warhol, nuestra cultura no sería la misma”.
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