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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La paradoja de Toni Cantó

Llama la atención que el valenciano con aspiraciones a la baronía haya cerrado filas con Inés Arrimadas cuando reclama mayor independencia

Amparo Tórtola
Toni Cantó, en 2019
Toni Cantó, en 2019Mònica Torres

Los episodios de sequía recurrentes que azotan a buena parte del territorio español han popularizado la expresión estrés hídrico, para definir una situación en la que, en contextos de máxima gravedad -ausencia de agua-, los árboles abandonan las hojas para salvar las raíces; es decir, sacrifican lo accesorio para salvar la vida.

C’s, el partido fundado por Albert Rivera y, desde esta noche, suponemos que liderado por Inés Arrimadas de manera oficial, entró en situación de estrés hídrico político el pasado 10-N, tras perder 47 escaños respecto a los comicios del 28-A: traducido en votos, casi tres millones de antiguos votantes centristas y liberales dieron la espalda al partido naranja para migrar a otras opciones políticas y/o la abstención. ¡Menudo estrés!

Cumplido entre ayer y hoy el trámite de elegir un nuevo liderazgo y una nueva dirección, en la que se daba por hecho la integración de dirigentes valencianos destacados como Toni Cantó y Fernando Giner -está por verse con qué responsabilidades-, el próximo fin de semana C’s celebrará una asamblea extraordinaria con dos asuntos notorios que deberán debatir y aprobar los compromisarios allí presentes: estrategia política y modelo de partido.

No cabe esperar grandes sorpresas del cónclave, dado que casi el 80 por cien de los delegados que asistirán son afines a Arrimadas y, se supone, a la estrategia y modelo defendidos por esta.

Arrimadas aspira a mantener, en lo orgánico, el espíritu heredado de su mentor y anterior líder, Albert Rivera; es decir: un partido estrictamente jerarquizado. Suya es la frase “C’s no puede convertirse en 17 PSC”, en alusión a la autonomía de que gozan los socialistas catalanes dentro del PSOE. Se cierra así el paso a las voces críticas representadas mayoritariamente, aunque con escaso respaldo -todo hay que decirlo-, por el vicepresidente de Castilla y León, Francisco Igea, y partidarias de una mayor descentralización en beneficio de las organizaciones territoriales del partido. Arrimadas no quiere baronías autonómicas.

En cuanto a la estrategia, por lo que venimos observando desde el 10-N, la lideresa es francamente posibilista: lo que pueda ser en cada momento y en cada lugar. Si toca pactar con el PP y Vox, se pacta, sin por ello renunciar a cerrar acuerdos con fuerzas políticas situadas en el otro extremo del arco parlamentario.

Resulta paradójico que el valenciano Toni Cantó, con aspiraciones a la baronía valenciana, haya cerrado filas con Inés Arrimadas cuando viene reclamando, desde su nominación como candidato autonómico a la presidencia de la Generalitat, mayor independencia de las organizaciones territoriales de C’s tanto en los nombramientos como en la toma de decisiones, además de una mayor presencia y participación en la cúpula nacional del partido. Sus reivindicaciones, de ahí la paradoja, coinciden con lo demandado no solo por Igea, sino también por el andaluz Juan Marín o la murciana Isabel Franco. Todos a años luz de las sensibilidades orgánicas de Inés Arrimadas.

C’s en la Comunidad Valenciana y con Cantó de candidato, defendió con notable alto los resultados electorales de las pasadas autonómicas: alcanzaron 18 escaños en las Cortes Valencianas, cinco más que en la anterior legislatura. Sin embargo, siete meses después, en las generales del 10-N, el desplome generalizado de la formación naranja tuvo su réplica en tierras valencianas: C’s envió al Congreso de los Diputados a dos representantes valencianos, perdiendo cuatro posiciones.

Tras más de catorce años de existencia, C’s deberá decidir los días 14 y 15 de marzo si retoma o no el centro político que Rivera sacrificó para situarse en la derecha, obviando lo que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sanciona en cada uno de sus barómetros: que la moderación es el santo y seña político de la mayoría de los electores españoles. Y deberá demostrar, también en la Comunidad Valenciana, su capacidad para conjurar “la maldición de los partidos de centro”, según afortunada expresión empleada por la periodista Anabel Díez en estas mismas páginas de EL PAIS para referirse a las fallidas aventuras de la UCD y el CDS de Suárez, el PRD de la Operación Roca o la UPyD de Rosa Díez.

Dada la situación de crisis permanente en la que se han instalado los dos principales socios de gobierno en la Generalitat Valenciana, PSPV-PSOE y Compromís, los socialistas, si se mantienen como primera fuerza política, agradecerían un C’s con músculo electoral y abierto a posibles pactos pos electorales. El papel de bisagra, en nuestro entorno europeo, siempre se ha reservado a los partidos de centro.

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