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Los últimos mensajes de Belén Cortés antes de ser asesinada en un centro tutelado: “Están intentando largarse”

EL PAÍS accede a las últimas conversaciones de la educadora social asesinada en Badajoz que mantuvo con su novio y el padre de uno de los detenidos de 14 años minutos antes de su muerte

Entrada al piso tutelado de Badajoz donde fue asesinada la educadora Belén Cortés el pasado domingo.
Entrada al piso tutelado de Badajoz donde fue asesinada la educadora Belén Cortés el pasado domingo.Jaime Villanueva
Elena Reina

La noche de su muerte no se antojaba la más complicada de su vida. La educadora social Belén Cortés, de 35 años, había pasado ratos peores que ese. Cuando un día antes, de madrugada, le entregaron de nuevo a los dos menores, que se habían escapado del piso tutelado que ella custodiaba para irse una semana a los carnavales de Mérida, botellón arriba, heroína en plata, robo de 40 euros a la caja de una cafetería, nuevos cortes de pelo, mechones azules... Sabía bien que esos dos balas perdidas, con los que sus padres no podían más, formaban sencillamente parte de su trabajo. Por eso, en los últimos mensajes que envió minutos antes de que ser asesinada de manera brutal el domingo por la noche, lo único que le preocupaba era no cometer un fallo, evitar que volvieran a hacerlo: “Están intentando largarse”.

El mensaje enviado a las 21.45 del domingo al que ha tenido acceso EL PAÍS y que forma parte del expediente del caso, no lo envió a un superior, tampoco a la policía. Se confesó a su novio, quizá porque no era la primera vez que vivía una situación similar. Tampoco la más peligrosa. Que unos adolescentes, de 14 y 15 años, quisieran rebelarse no tenía nada de extraordinario, mucho menos unos que ya lo habían hecho antes. Los dos hijos de familias conocidas en la región, de clase media, vinculados a la televisión regional, la política y el activismo sindical, que apenas llevaban una semana (el de 15 años) y dos meses (el de 14) viviendo en ese piso, sin antecedentes de agresiones violentas en el caso del mayor, y el más pequeño, acusado de darle una paliza a su padre tras un divorcio conflictivo.

Pese a todo, ningún adulto imaginó, ni ella ni sus interlocutores esa noche, que el objetivo de esos adolescentes no era solo volverse a escapar, sino otro: asegurarse de que no respirara más. Golpearla a puñetazos, asfixiarla con un cinturón al cuello que ni siquiera era de ellos, sino de una casa donde habían robado días antes, hasta cerciorarse de que ya no se moviera, según la declaración policial de un menor, el único testigo que alertó a las autoridades. Porque a Belén Cortés la habían amenazado de muerte otros jóvenes antes y ni siquiera entonces decidió buscar otro empleo.

“Me voy a quitar la vida, pero antes te tengo que clavar el cuchillo”, le espetó otro, de 17 años, en junio del año pasado, según reza la denuncia que ella misma interpuso entonces. “No tenía miedo. Estaba convencida de que podía enderezarlos”, explica una fuente cercana a la familia de Cortés sobre aquel caso, que tampoco había sido el único, hubo al menos una denuncia por agresión más, según asegura el abogado de la familia, Raúl Montaño.

Así, empezó su turno el domingo 9 de marzo a las 20.00 horas. Entró en el chalet de dos plantas de la calle Castillo de Benquerencia, número 3, de Badajoz, que funcionaba como un centro de menores a pequeña escala (solo convivían cuatro) que habían cometido alguna infracción, a los que el juez les había ordenado medidas cautelares. Con un régimen semiabierto, con la llave echada por la noche, pero de donde podían entrar y salir con relativa libertad. Un adosado como otros de familias de clase media acomodada en una zona residencial a orillas del río Guadiana, donde estos días algunas vecinas caminan y observan mudas y horrorizadas lo que han escuchado que sucedió a unos pasos de sus entradas de fachada beige y setos bien podados.

Cuando solo llevaba una hora de servicio, Belén le envió un mensaje al padre del menor de los detenidos, el de 14 años, que para proteger su identidad en este reportaje se llamará Juan. Este hombre es un líder sindical conocido en la región y su hijo llevaba desde el 13 de enero en este piso que cuidaba Belén. A las 21.01 horas le escribió: “Buena noche, estoy un poco nerviosa. Voy a encauzar el turno y luego te cuento”.

Después de la huida de los chavales, que estuvieron siete días en paradero desconocido, y dadas las circunstancias calamitosas en las que los encontraron —sin apenas dormir ni comer, sin ducharse, con efectos todavía de las drogas que habían consumido (había restos de cocaína y heroína en las pruebas médicas que le practicaron a Juan dos días antes del asesinato)—, el padre decidió interponer una denuncia contra la madre del otro, el de 15 años, que se llamará Pedro. En el texto, al que ha tenido acceso EL PAÍS, se acusa a la madre de Pedro y a él de haber suministrado drogas a Juan los días en que estuvo fugado. Y el padre temía no solo una nueva fuga, sino algún tipo de represalia contra el más pequeño de todos.

El domingo a las 15.38, siete horas antes de que encontraran el cadáver de Belén, la denuncia había sido enviada por correo electrónico a la empresa privada concesionaria del centro de menores, dependiente de la Junta de Extremadura. Y su padre pensó que ese movimiento había puesto en riesgo a su hijo. Por eso, esa noche estaba hablando con su educadora.

A las 21.55 horas (media hora antes del hallazgo del cuerpo), Belén le advierte al padre de Juan: “Está un poco rebelde, con intención de irse con el otro”. Hacía 10 minutos que le había avisado a su novio de algo similar, que veía muy probable que los dos se fueran a largar de nuevo de la casa, esta vez durante su turno. A las 21.56: “Estoy intentando reconducir”. Durante los últimos minutos, Belén intercambió mensajes con el padre de Juan y en ninguno de ellos se observa que ella temiera por su vida.

El último mensaje que envió Belén esa noche al padre rezaba así: “He conseguido que se meta en la cama, a ver si le hace efecto el jarabe”. Eran las 22.04 horas, unos 26 minutos después, según se detalla en la causa, los agentes encontraban el cuerpo sin vida de Belén. “Estoy de los nervios. Mañana hablo con la Junta”, seguía el padre. “¿Mañana va al instituto?”, insistía. Pero la educadora ya no respondía.

Algunos detalles de lo que sucedió segundos previos a su muerte en ese chalet siguen siendo un misterio. En qué momento los menores, que podían haberse ido fácilmente por la mañana, deciden atacar a su educadora. Qué grado de participación tuvo cada uno de ellos —hay tres detenidos, de 17, 15 y 14 años—, aunque la joven de 17 años y Juan han declarado en la Fiscalía de Menores que “no tuvieron nada que ver” con el homicidio, según la declaración del abogado de la joven y según detallan fuentes jurídicas a Efe. La declaración de Pedro sigue estando reservada. Si al menos dos no tuvieron “nada que ver”, ¿por qué se suben en el Renault Megan gris de Belén para fugarse hacia Mérida y estamparse en una carretera cuando no habían hecho ni 30 kilómetros desde Badajoz?

A las 22.52 horas, cuando los tres menores iban probablemente subidos al Renault gris que tantos años de trabajo le había costado conseguir a Belén, según recuerdan sus vecinos; cuando enfilaban la carretera, en una huida que habían visto en alguna película; mientras el cadáver de Belén yacía vapuleado en el chalet y otro menor corría a tocar las puertas de los vecinos pidiendo ayuda, el padre de Juan envió a la educadora el último mensaje: “¿Se han dormido?”.

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Sobre la firma

Elena Reina
Es redactora de la sección de Madrid. Antes trabajó ocho años en la redacción de EL PAÍS México, donde se especializó en temas de narcotráfico, migración y feminicidios. Es coautora del libro ‘Rabia: ocho crónicas contra el cinismo en América Latina’ (Anagrama, 2022) y Premio Gabriel García Márquez de Periodismo a la mejor cobertura en 2020
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