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Linyola, un pueblo desbordado por el virus: “Nos habíamos relajado demasiado”

Las autoridades sospechan que el 20% de esta población de Lleida está infectada por la covid-19

Vista del pueblo de Linyola, en Lleida.
Vista del pueblo de Linyola, en Lleida.Diputació Lleida
Marc Rovira

”Nos habíamos relajado demasiado y nos ha pillado a pie cambiado”. Àlex Mases, alcalde del pueblo de Linyola (Lleida), de 2.700 vecinos, resume así la complicadísima situación que vive el municipio desde hace unos días. Más de cien vecinos han dado positivo por coronavirus, más de 300 están encerrados en sus casas cumpliendo aislamiento domiciliario y el departamento de Salud ha avisado al Ayuntamiento que, vista la capacidad de dispersión del brote, el contagio puede haber alcanzado ya a más de medio millar de personas. Por el escaso número de habitantes del municipio pueden estar afectados alrededor de una quinta parte de los vecinos.

El Ayuntamiento ha pedido a las familias que no lleven a los niños al colegio y ha trasladado a los bares y restaurantes una petición para que cierren sus negocios. Desde hoy se procede al cierre perimetral del pueblo. Linyola intenta blindarse. El Ayuntamiento emitió ayer un bando donde informa que “el brote continúa descontrolado” y avisa de que “la situación ha pasado a ser muy grave”. El hallazgo de 60 positivos el pasado martes activó las alertas pero, desde entonces, el contagio ha avanzado a una velocidad relámpago y ya hay varios vecinos que han precisado ingreso hospitalario en el Arnau de Vilanova de Lleida, a una treintena de kilómetros. “Algunos se encuentran en estado grave”, lamenta Àlex Mases, el alcalde.

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Tratar de dar con la causa que facilitó la propagación del virus por un pueblo donde todos se conocen es activar la tecla de la especulación. Una de las teorías más divulgadas es que, en las últimas semanas, se habían llevado a cabo varias fiestas en fincas particulares del pueblo. Unas juergas frecuentadas sobre todo por jóvenes que, luego, colgaban sus correrías en las redes sociales. “Ahora esto no es lo importante, lo hubiera sido si los hubiésemos podido cazar en su momento, pero ahora no está justificado señalar a nadie”, indica el alcalde, que admite una “relajación generalizada” de todos los vecinos, lo que les condujo a bajar la guardia ante la amenaza del virus. Fija la distensión en las últimas semanas de noviembre y el puente de la Constitución. De aquellos días, las consecuencias actuales. “Esto se ha desmadrado”, lamenta el alcalde, de ERC, el mismo partido que comanda la Consejería de Salud. Mases ha acusado de “pasividad” a la consejería para contener la virulencia del brote en Linyola.

En las últimas semanas se celebraron fiestas en fincas particulares

El propio alcalde se dedicó este jueves a visitar los bares y restaurantes del pueblo para pedirles que bajen la persiana y se limiten a entregar comida y bebida a domicilio. “No es un capricho, es una demanda que responde a una situación de urgencia”, justifica. Josep Amorós es el propietario del restaurante Amoca, el más veterano del pueblo con 60 años. “Cerraremos hasta nueva orden, no nos queda otra”, indica. La difusión de la noticia sobre la situación que padece el pueblo ha corrido en paralelo a la propagación del virus. En la cocina del Amoca cada miércoles se prepara cassola de Linyola, un plato contundente a base de caracoles. Esta semana Josep tenía 10 mesas reservadas a la hora de comer, pero esa misma mañana empezó a circular la noticia de que el virus corría desbocado por las calles, y a mediodía solo dos mesas quedaron ocupadas en el restaurante. En una de ellas se sentaba Josep Maria Fusté. El histórico excapitán del Barça es vecino del pueblo.


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