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Sean Scully regresa a Barcelona: “Del Macba me irritaban mucho los skaters”

El artista irlandés inaugura en La Pedrera una exposición que recorre todas sus etapas y abarca fotografía, escultura y dibujo

Más de sesenta obras, entre pinturas, esculturas, fotografías y obra sobre papel de Sean Scully se exponen en La Pedrera, en la mayor retrospectiva dedicada a la obra del irlandés, desde sus inicios figurativos en los años 60 hasta la actualidad.

Sean Scully (Dublin, 79 años) no parece un artista contemporáneo. Casi octogenario y con una estatura imponente, el creador irlandés pinta con brochazos fuertes, con los músculos tensos y la mirada hundida en su obra, tal vez una herencia de su pasado en el mundo industrial, en donde empezó a trabajar con 15 años. Las imágenes de Scully pintando uno de sus cuadros se pueden ver en un documental que forma parte de una exposición de más de 60 obras en La Pedrera, y que puede visitarse desde este viernes hasta el 6 de julio. La muestra recorre todas las etapas de producción del artista, desde los años sesenta hasta la actualidad. Scully volverá a exponer en Barcelona —una ciudad que se convirtió en su lugar de trabajo durante 14 años— casi dos décadas después de su última exposición retrospectiva y se ha encargado personalmente de presentar y explicar ante los medios de comunicación varios de los cuadros que componen la muestra. Además de sus pinturas abstractas, con sus características franjas de colores, relieves, líneas y bloques, los visitantes podrán ver facetas menos conocidas de su obra en esculturas, fotografías o dibujos.

Durante una parte de su época de trabajo en Barcelona, Scully plantó su residencia en el barrio del Raval, en las cercanías del Macba, de donde surgieron varias obras que se podrán ver en La Pedrera. De Barcelona ha asegurado que “se puede percibir un gran sentido de preservación de la cultura”, pero también ha recordado episodios violentos o molestos, como la presencia, ha dicho, de skaters en el museo, que “le irritaban mucho” o una agresión a un ciudadano ruso, a quien un joven marroquí le rompió una silla en la cabeza. “Pensé que se iba a morir y tuve que intervenir”, ha explicado Scully. Al confrontarlo, el joven finalmente puso la silla nuevamente en el suelo y Scully sostuvo la cabeza del ruso cubierta de sangre hasta que llegaron los servicios médicos.

Pese a estos episodios, el pintor camina por el Paseo de Gràcia como si estuviera en su ciudad natal. “Estar aquí es como regresar a casa”, ha subrayado el artista frente a varias de sus obras más reconocidas. La primera de ellas, que recibe a los visitantes en el patio interno de la Casa Milà, es 55, una escultura de seis metros y medio hecha de bloques de colores superpuestos, creada por el artista expresamente para la exposición, comisariada por Javier Molins. Una vez dentro, otra escultura, Zinc Block Tall, se alza en medio de la sala. En este caso, los colores desaparecen para dar lugar a una acumulación de cajas que el autor creó en 2021 y que le recuerdan los escombros de los edificios en donde jugaba cuando era niño y que se destruyeron durante la Segunda Guerra Mundial, según ha explicado.

Las primeras pinturas de la muestra desvelan la época más figurativa del pintor —en donde se pueden ver figuras humanas y no solo franjas, rayas o bloques como en otras etapas—, en la que se vio influenciado por los expresionistas alemanes. “Soy esencialmente un artista figurativo, a través de la figuración acabé llegando a la abstracción”, ha explicado Scully frente a dos de sus obras de esta etapa en las que se distinguen figuras humanas sentadas en un cuarto, una de ellas mirando a través de una ventana: otra constante en sus pinturas.

Aunque nació en Dublín, Scully ha vivido en ciudades como Londres, Barcelona, Aix-en-Provençe y ha viajado por países que han marcado profundamente su obra como México, Marruecos o Estados Unidos. “Después de la experiencia de Marruecos, decidí abrazar la abstracción geométrica”, ha asegurado el artista. El viaje realizado en la década de los 70 marcó una ruptura en su forma de pintar y desde ese momento empezó a incorporar más emoción. De esa experiencia surgieron obras como East Coast Light o Hidden Drawing, que representan una evolución hacia un estilo más minimalista. Poco a poco fue surgiendo en su obra “un sentido de luz y de orden”, que el pintor ha atribuido a su espiritualidad cristiana. “No voy a misa cada domingo pero tengo una relación fuerte con la Iglesia, especialmente la idea de un ser superior, eso creo que se puede ver en mi obra”, ha explicado Scully.

En la década de los 80, el pintor rompió con el minimalismo, lo que provocó la indignación de varios de sus amigos artistas. Desde ese momento las líneas dibujadas por el pintor se transformaron en franjas cada vez más anchas representadas en sus pinturas con más color, emoción y títulos cada vez más descriptivos. “Mi idea fue romper el dogma para producir una obra de arte abstracta, con la habilidad de comunicar como el arte del pasado. Esta necesidad de coger de los dos causó un problema al principio”, ha confesado Scully, aunque cuatro décadas después, su revolución le ha valido exposiciones en las salas de arte contemporáneo más importantes del mundo.




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