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La invisibilidad de los alumnos con altas capacidades: “No estamos aprovechando su potencial, nos ceñimos a la mediocridad”

Familias y expertos aseguran que hay un infradiagnóstico por la falta de conocimiento del profesorado, que además se ve desbordado por atender a todos los estudiantes con necesidades

Joan Zamora, estudiante de Filosofía de la Universidad de Girona con diagnóstico de altas capacidades.
Joan Zamora, estudiante de Filosofía de la Universidad de Girona con diagnóstico de altas capacidades.massimiliano minocri
Ivanna Vallespín

A Joan Zamora, de 20 años, le diagnosticaron altas capacidades a los 14 años. Y fue por casualidad. Un profesor de primaria sospechó que su hermano pequeño podría tenerlas y la familia aprovechó y le hizo la prueba a los dos niños. Ambos positivos. Recuerda la primaria como una etapa “jovial”, hasta el último curso. “Hubo un distanciamiento con los compañeros. Teníamos intereses diferentes y llegó un momento que no podía hablar con ellos”. En la ESO, encontró nuevos amigos con intereses comunes: el dibujo y la creación de mundos. Pero las notas empezaron a caer. “Me pasaba el rato dibujando, yo necesito hacer algo manual mientras escucho, pero los profesores lo veían como una falta de respeto. Fue terrorífico”. Al final, entró en un cuadro depresivo, pero asegura que la pandemia lo salvó.

Joan, su padre, recuerda que, en clase, era “una lucha constante” porque su hijo “corregía constantemente a la profesora y no veían que tenía altas capacidades”. “Al final no iba a clase, solo a los exámenes, porque, aunque explicábamos a los profesores que él necesitaba dibujar durante la clase, no lo entendían”. El padre lamenta la invisibilidad y la incomprensión que envuelva a este colectivo. “No estamos aprovechando el potencial de estos niños y nos ceñimos a la mediocridad, y ello nos perjudica como país”, remata.

Casos como el de Joan, que actualmente estudia Filosofía en la Universidad de Girona, son más habituales de lo que parecería. Según datos del Departamento de Educación, había 4.191 alumnos con altas capacidades en el curso 2023-24 (los últimos datos publicados). Pero familias y expertos aseguran que no están todos los que son. Hay un consenso en asegurar que un 10% de la población tiene altas capacidades: en el sistema educativo catalán los detectados suponen el 0,3%.

“La edad media de detección está en los ocho años, y normalmente porque los padres llevan su hijo al psicólogo. Habría que detectarlos en edades tempranas, porque a veces puede ser muy tarde y algunos casos acaban en fracaso escolar”, apunta Teresa Gómez, vicepresidenta de Fanjac, una asociación de familias de alumnos con altas capacidades.

Pero detectar estos perfiles no siempre es fácil. Marta Villalibre, profesora de ESO vicepresidenta Ivira, otra asociación de familias, asegura que un obstáculo importante es el desconocimiento del profesorado. “No tenemos ni idea de altas capacidades, nadie nos ha hablado de ello nunca. El alumno que saca un 10 es fácil de detectar, pero hay otros que no, como los desmotivados”, asegura esta también madre de dos niños con altas capacidades. Al hermano pequeño de Joan, también con altas capacidades, tampoco lo supieron detectar. “Nos llamó la profesora diciendo que era tontito porque callaba cuando le preguntaban. Y nos enseñaron un dibujo de una redonda negra con casas boca abajo; ella se pensaba que el niño tenía un problema, y resulta que había dibujado un agujero negro que se comía las casas”, abunda el padre.

La gran variedad de perfiles que presentan estos menores no ayuda tampoco. “Hay tantos perfiles como alumnos, pero hay elementos comunes, como la intensidad o la alta sensibilidad. Puedes tener un niño de 10 años que es capaz de resolver problemas de 4º de ESO, pero después de puede hacer una pataleta de un niño de dos años, son muy inmaduros emocionalmente”, tercia Villalibre. En ocasiones, estos alumnos pueden desarrollar otro trastorno de aprendizaje, como TEA, TDAH o dislexia, que pueden ocultar las altas capacidades.

Antoni Castelló, profesor de Psicología en la Universidad Autónoma de Barcelona, discrepa en cierto modo y asegura que el problema del diagnóstico de estos alumnos es que se hace demasiado pronto y considera que a partir de los 12 años es más fiable. “No todos los niños nacen con las mismas capacidades y se puede confundir con precocidad. Muchos diagnósticos tempranos son falsos positivos porque se mide la inteligencia académica, y tenemos la mala costumbre de llamar inteligencia al buen rendimiento escolar. Pero tener altas capacidades implica creatividad, capacidad de ser excelente en el ámbito que se dediquen, y muchos de los que se diagnostican serán buenos profesionales, pero no serán un Einstein”.

Otro reto es cómo mantener motivados a estos alumnos. Pagès asegura que “muchos de estos alumnos no llegan a la universidad porque se pierden en el camino por aburrimiento. No quieren ir a la escuela y acaban abandonando, y después recuperarlos es difícil”. Cuando se logra diagnosticarlos, las escuelas acostumbrar a diseñarles un plan de aprendizaje a medida, que se añade al de otros alumnos con otros trastornos y necesidades. “Hay una gran diversidad en las aulas y el profesor no llega a todo, así que al final te dedicas al que más te necesita”, admite Villalibre.

Los alumnos de altas capacidades tienen la posibilidad de saltarse un curso académico, es lo que se conoce como “aceleración”, pero esto se produce en contadas ocasiones. Según el Departamento de Educación, este curso se han aprobado 37 flexibilizaciones, y el curso pasado, 95, unas cifras ínfimas teniendo en cuenta los más de 4.000 alumnos con altas capacidades. “Hay escuelas que tienen pánico a hacer aceleraciones, porque no lo han hecho nunca. Además, lo debe validar Educación, y siempre se ve como última opción. Se prefiere la opción de ‘te doy un contenido más alto y aprende solo’, y entonces es cuando se produce la desatención”, lamenta Villalibre. “El sistema educativo está operando muy mal, se ha desentendido de los aprendizajes y se ha centrado en los alumnos que van lentos, pero no en los que se pueden motivar. Para los que tienen altas capacidades pasar por el sistema educativo obligatorio no es una experiencia enriquecedora”, apostilla Castelló.

Cuando cursaba secundaria, Joan cambió de instituto y le ofrecieron saltarse 4º de ESO y pasar directamente a bachillerato, pero no aceptó. “Se juntaron demasiadas cosas negativas y yo no estaba bien y tenía que decidir de forma apresurado qué bachillerato hacer”. En cambio, su hermano menor sí lo hizo y ha empezado a cursar Química en la universidad.

Para acabar con la invisibilidad de este colectivo, las familias reclaman mejorar la detección y creen que debería hacerse desde los servicios de salud y la atención primaria. También piden que se mejore la formación del profesorado para que sean más sensibles ante este tipo de perfiles y que el tránsito por la escuela no suponga un trauma. Y, en la universidad, donde se acaban diluyendo con el resto de compañeros, proponen que se hagan programas de colaboración con los institutos para que los alumnos de bachillerato puedan cursar, de forma paralela, asignaturas universitarias, además de ofrecerles participar en proyectos de investigación.

Para Joan, la universidad está siendo “una buena experiencia” y ha dejado el hábito de dibujar en clase. “Ahora leo, lo que me genera problemas con algunos profesores”. El joven -que aspira a ser docente de universidad “para tener tiempo para escribir”- admite que pocos profesores saben que tiene altas capacidades y que a lo largo de su experiencia escolar lo que más lamenta es “la incomprensión” por parte de muchos maestros. “También es dura la frustración por el abismo que hay entre el alumno con altas capacidades y lo que podría germinar. Tienes la sensación de estar perdido, no puedes mantener una conversación decente de lo que te interesa porque no hay nadie, es un páramo”.


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Sobre la firma

Ivanna Vallespín
Redactora focalizada en Educación desde 2012, con pinceladas también en Política, Derechos Sociales y ElPais.cat. Anteriormente, en medios locales escritos, radio y televisión.
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