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MÚSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La gran noche de Mushka: “Es como una final de la Champions”

En un concierto coral la artista del Maresme dominó con naturalidad el Sant Jordi Club

Concierto de Mushka (Irma Farelo i Solé) en la sala Sant Jordi Club.

Mientras el griterío estridente todo lo invadía y ella corría de lado a lado del escenario, vestida de calle como lo que es, una chavala normal, sólo faltó que sobre la escena sobrevolase Buzz Lightyear gritando “hacia el infinito y más allá”. Grito de guerra y resumen de lo que Mushka está logrando en un tiempo récord, haber pasado del Sidecar al Sant Jordi Club, lleno, luego de haber también llenado el Apolo. Con un mixtape y un primer disco, con una pose y actitud muy similar a la de su inmensa parroquia de seguidoras, muchas de ellas con la mirada de primera vez asombrando el rostro, esa primera vez en un concierto, o casi, en la que todo es mágico, en la que cada canción es una celebración, cada estribillo una fuente de abrazos y cada frase un remache más en la complicidad entre escena y platea. “Es como una final de la Champions”, gritó ella en los primeros compases de la noche. Y sí, como con Lamine Yamal sólo falta que nada estropee la precocidad de esta figura urbana. Hasta los rollos de papel higiénico temblaron en sus soportes en los lejanos lavabos. Vibraciones casi telúricas en la noche.

Hora y media para despachar un repertorio que fue de lo sexy sensible a la bossa y que a las primeras de cambio ya enseñó la patita con el primer invitado, Guillem Gisbert, nunca antes ante tal chavalada, entrega juvenil cantando ese “xocant, xocant” reiterado y replicado en clave de cumbia por ellas, sabedoras ya de lo que puede significar “com que m’has dit que m’estimes / jo ja no t’estimo tant”. Suerte que las jóvenes están sólo para frivolidades. Hubo muchos más invitados e invitadas, una alegre pandilla de colaboraciones cuyo listado ocuparía más de un párrafo que resumirse puede acudiendo a las complicidades que Mushka ha tejido en su carrera. Muchas y variadas. Y ella saludada como anfitriona y como “patrona” por 31 FAM tras cantar “No sóc en Carles Porta, però el cul que em porta si que és un crim” y tener a todo el recinto haciendo el parabrisas con los brazos. La patrona. Manejando esa coquetería sin alharacas, sin fatuidad, con la naturalidad de lo que es así porque así es.

Concierto de la Mushka en la sala Sant Jordi Club. [ALBERT GARCIA]

En escena varios músicos haciendo banda para sonar no sólo digital. Teclados, con solo, guitarra, con solo, percusión y bajo, trompeta y saxo, corista y acordeón. La mezcla entre analógico y digital sonó algo despeinada, un poco a barahúnda, sin demasiado pulimento, pero observarlo era cosa sólo de tiquismiquis. Igual que la dificultad de sonorizar a tal plantel de invitados, en especial a ellos, cantando a pleno pulmón, disfrutando del instante. Ellas, por ejemplo Julieta, No m’estima, Vaya liada o Maria Jaume, No hi haurà manera, más reposadas, dejándose llevar lo justo por la euforia de un concierto casi coral para mayor gloria de la escena urbana local, gozando de entronización en un espacio de resonancias olímpicas. Momentos de gloria y autoafirmación. Baile en la pista, móviles en ristre sólo cuando fue estrictamente necesario, pues pareció que pese a lo que se diga, se miraba mejor con los ojos que con las cámaras.

Éstas aparecieron con apabullo y bajo un griterío de mucha consideración cuando tomó la escena Bad Gyal con SexySexy, ya casi al final de un concierto en el que también compareció otra de las hermanas, Greta, cantando Señal de respeto. La familia en el epicentro, el poder de las mujeres hermanadas, la fuerza de la música actual, llámeselo trap y reggaetón, pero también bachata y salsa, esos ritmos que quizás bailaron los papás y que ahora retornan debidamente trasteados por las hijas. Las músicas con fondo nunca acaban de irse, sólo se toman descansos de tanto en tanto, pero al final siempre están ahí, perfectamente reconocibles como en el concierto de Mushka. Una celebración juvenil en toda regla, rematada con una samba a todo trapo y con todo el mundo en el escenario agradeciendo el momento. La noche en la que sólo faltó Buzz Lightyear.


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