Resistir o vencer: el dilema valenciano
En la manifestación había carteles pidiendo a los Reyes Magos o al 2025 que se lleven la carrera política por delante de Mazón, como el lodo se llevó las vidas de 223 valencianos
Es una tarde de domingo atípica en el Cap i Casal. El metro, abarrotado, conduce a miles de personas hacia la tercera manifestación contra Carlos Mazón, en el mismo día en que se cumplen dos meses desde la tragedia de la barrancà. En una València que ha triplicado el gasto navideño conviven los miles de manifestantes que se agolpan junto a la plaza de San Agustín con decenas de turistas y flâneurs. Estos contemplan la escena con gesto sorpresivo, con el mismo semblante del anciano que observa una obra en la calle. En el aire, una pregunta: ¿Aguantará esta ola de movilización sin precedentes que comenzó el 9 de noviembre?
La respuesta es que sí. Hay mucha gente, y eso es algo que se adivina porque apenas pueden verse los confines de la protesta hacia ambos sentidos de la marcha. 80.000 personas, como confirma un rato más tarde Delegación del Gobierno. A pesar del riesgo de convocar esta protesta en Navidad, la jugada ha salido bien. A pesar de que hay miles de eventos familiares, sociales… E incluso un Festivern de por medio. Desmontando, por cierto (y una vez más), aquel tópico tan manido de que los valencianos somos meninfots. Constatando que, como bien apunta Vicent Molins, se trata de “una profecía autocumplida”. Miles de personas abarrotan la plaza con carteles que muestran la cara de Mazón amb el cap per avall, rodeados de luces y adornos navideños, en una escena digna de merecer un remake del Plácido del maestro Berlanga. Se escuchan numerosos cánticos contra Mazón y carteles pidiendo a sus majestades los Reyes Magos o al 2025 que se lleven su carrera política por delante, como el lodo se llevó las vidas de 223 valencianos. Y se escuchan, también, consignas que recuerdan aquella maldita alarma, que sonó tarde. Muy tarde.
Tras constatar que la afluencia ha sido alta y respirar hondo, otra pregunta sacude mi conciencia: ¿Y ahora, tras esta manifestación, qué vendrá? La estrategia de Mazón es clara: desviar el foco, sembrar dudas sobre las responsabilidades, blindarse judicialmente y desmovilizar así a la sociedad valenciana. El “divide y vencerás” de Julio César, vamos. Mientras tanto, invierte en campañas que dulcifican su imagen y reparte el botín de la reconstrucción entre algunas empresas afines, algunas de ellas vinculadas a casos de corrupción de los años dorados del PP valenciano. La sociedad civil parece que está consiguiendo resistir, mostrando un músculo y una indignación inauditos en la historia del autogobierno valenciano. Pero, poco a poco, empieza a calar el mensaje de que Mazón se saldrá con la suya, instalando el desánimo, la angustia y la desazón y minando así la moral de las tropas. Decía Sun Tzu en su tratado El arte de la guerra que “un hombre malo es capaz de quemar su propia nación hasta sus cimientos para poder gobernar sobre sus cenizas”.
Sabiendo cuál es la estrategia de Mazón, creo que hay otra pregunta que debe marcar la acción de la sociedad civil en este momento histórico: ¿Cuál es el objetivo que se persigue: resistir o vencer? Porque si el objetivo es resistir y aprovechar las chispas de la llama que se prendió el 29 de octubre, se avanza por buen camino. Ahora bien, si el objetivo es ganar y conseguir un cambio de rumbo político, todavía queda mucho por hacer. Decía Maquiavelo que “la victoria se consigue cuando el adversario se rinde, se retira o es destruido”. La receta es clara: son necesarias las mejores mentes, que se escuchen todas las voces (también aquellas discordantes) y que quienes se muestran a la defensiva pasen a liderar, sin miedo, el ataque. Que la base de la indignación se amplíe, que “los de siempre” ocupen su espacio pero estén dispuestos a compartirlo con generosidad con quienes se acaban de incorporar. Así, y sólo así la sociedad valenciana transitará de la senda de la resistencia a la de la victoria. Tots a una veu, germans vingau!
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