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Sordera, bronquitis, úlceras... Los peligros de las espigas para los perros y cómo prevenirlas

Estos vegetales suelen adherirse a diferentes partes del cuerpo del animal y, debido a su morfología, pueden avanzar hasta producir complicaciones que llegan a ser mortales

Perro en un campo de espigas
Un perro en un campo de espigas.Justin Paget (Getty Images)

Odín es un border collie que, con su año casi recién cumplido, ya ha aprendido, por las malas, lo peligrosas que pueden ser las espigas para los de su especie. En uno de sus paseos por el campo mientras olfateaba el entorno, una de estas vainas duras y alargadas se coló por su aparato respiratorio y, tras un lento pero inexorable avance, acabó en su pulmón. La consecuencia fue que Odín tuvo que pasar por el quirófano para retirar una espiga de apenas unos centímetros que podía haberle costado la vida. “Llevaba mucho tiempo tosiendo y nada le hacía mejorar. Ni en mil años hubiera imaginado que una espiga pudiera hacer eso”, reconoce su dueña, Paula Marcos.

Ese día, Marcos también descubrió el daño que pueden llegar a causar estos vegetales. La peculiar morfología de las espigas, similar a una punta de lanza, es perfecta para facilitar la diseminación de las semillas, pero también ayuda a que se queden adheridas al pelo de los perros y que no puedan retroceder, ya que su estructura hace que solo avancen hacia delante. “Si una espiga se clava es muy fácil, por circunstancias físicas, que progrese atravesando lo que sea”, asegura Carlos Celaya Carrillo, veterinario de la clínica Dehesa de la Villa.

Celaya sabe bien de lo que habla. En cuanto las temperaturas suben y las lluvias decaen, las espigas se secan, se sueltan y comienzan a llegar a su consulta casos de perros que, sin querer, se las han llevado consigo, una situación que se multiplica en los meses de verano. “Lamentablemente, en ese periodo todas las semanas es fácil tener dos o tres casos”, asegura. La gran mayoría de ellos, exige como mínimo sedar al animal para poder retirar la espiga con seguridad y, en función de la zona afectada, hay casos en los que también se requiere anestesiar al animal.

¿Cuáles son las zonas más afectadas?

Las espigas pueden adherirse a prácticamente cualquier parte del cuerpo de las mascotas, pero hay algunas zonas en las que suele ser más habitual encontrarlas: entre los dedos, en la zona de las almohadillas, los oídos, la nariz, los ojos, la cavidad torácica y el aparato urogenital. También hay que tener en cuenta las características propias de cada perro. Aquellos con orejas largas y caídas, por ejemplo, suelen tener más predisposición a que las espigas se introduzcan en sus oídos, mientras que los de pelo largo, rizado o espeso pueden ser auténticos imanes para ellas, con el agravante de que en ellos es más difícil localizarlas.

Además, la gravedad del daño que pueden llegar a provocar depende también de la zona afectada. En los oídos suelen ocasionar otitis y, en casos más graves, perforación de tímpano, sordera y un posible cuadro neurológico relacionado con el equilibrio. En los ojos, uno de los casos que requiere una intervención más urgente, causa úlceras en la córnea y, si entra por la nariz y no se detecta a tiempo, puede avanzar por la laringe, tráquea, bronquios e incluso migrar hacia la pleura, diafragma, lóbulos hepáticos o columna vertebral. “Hemos llegado a tenerla que retirar de dentro de las glándulas salivales o del costado de los perros porque, después de tragársela, entró en los pulmones, salió a lo largo de la pleura y llegó a penetrar entre los espacios intercostales. Después de varios meses conseguimos retirarla, pero el perro desarrolló una bronquitis y una pleuritis”, relata Celaya.

Es recomendable imponer un ritual diario para revisar que el perro no traiga espigas consigo.
Es recomendable imponer un ritual diario para revisar que el perro no traiga espigas consigo.MB (iStockphoto/ Getty Images)

Así que lo fundamental, como en casi todo, es la prevención. Si se puede evitar, conviene que los perros no paseen por zonas en las que pueda haber espigas, especialmente en los meses más secos. Aun así, dado que es muy fácil encontrarse con estos vegetales no solo en el campo, sino también en parques de grandes ciudades, es recomendable imponer un ritual diario para revisar que el perro no las traiga consigo. “Hay que supervisar las zonas interdigitales, entre los dedos, y sobre todo las extremidades anteriores, axilas y otras zonas con pliegues y zona de orejas, donde es más habitual encontrarlas” recuerda Javier Frías, veterinario y responsable de comunicación del Hospital Veterinario Puchol. Y ofrece otro consejo: “Un buen cepillado con una carda o peine rígido puede ayudar a desenganchar espigas que no hemos tocado con nuestros dedos”.

Atención a los síntomas

La pregunta del millón, la que se hacen muchos tutores de perros, es: ¿cuáles son los síntomas que indican la posible presencia de una espiga? La respuesta, como es obvio, es que depende del lugar en el que esté alojada. “Cabeceo y sacudir de orejas, incluso rascado con el suelo o con la extremidad, cuando la espiga está dentro del pabellón auricular”, señala Frías. Cuando se encuentra en las fosas nasales, en cambio, se suelen producir estornudos enérgicos que, según el experto, “pueden acompañarse de secreción transparente, incluso sangre en las primeras horas”. El que carraspee o tenga arcadas puede ser indicativo de que ha comido una espiga y esta esté clavada en su garganta. Si la tiene en el ojo, se rascará y mantendrá el ojo cerrado, con algo de lagrimeo. Y por último, entre los dedos o en algún otro lugar dentro de la piel, veremos que el perro se lame insistentemente. “Si ya se ha metido dentro, lo que vamos a ver inicialmente es una zona inflamada y congestionada. El paso siguiente va a ser que se abre la piel y el dueño va a ver un pequeño agujero por el que el organismo va a intentar expulsar la espiga. Es uno de los primeros indicios”, apunta Celaya.

Si se observan estos síntomas, es importante revisar al animal y, aunque no se detecte la espiga a simple vista, acudir al veterinario. “El efecto más leve es una herida punzante sencilla, que se cura simplemente con limpieza y desinfección estándar”, señala Frías, que, aun así, advierte sobre las posibles complicaciones si la espiga avanza hacia alguna zona del tórax o el abdomen: “El diagnóstico en estos casos se complica y se requiere de pruebas complementarias avanzadas, como un escáner o TC [tomografía computarizada o TAC] para visualizar el trayecto y la posible zona donde está alojada y que el cirujano deberá abordar para extraer y limpiar”, advierte.

Estos casos, por lo general, se dan después de semanas de avance de la espiga, por lo que los expertos insisten en que lo más importante es acudir al veterinario con los primeros síntomas y ser conscientes del peligro que pueden conllevar estos vegetales. “Ahora soy una experta y ando con mucho cuidado si Odín se mete en alguna zona en la que pueda haber espigas“, reconoce Marcos, “aunque, la verdad, me hubiera encantado no tener que aprenderlo de esta forma”.

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