Las memorias de Britney Spears destapan que fue obligada a tomar litio y que Justin Timberlake la dejó por SMS
La autobiografía de la cantante se publicará el próximo 24 de octubre, pero ‘The New York Times’ ha accedido al libro completo. En él habla de cómo se convirtió en una máquina de hacer dinero para su padre, y de que su tutela le ha dejado secuelas físicas y psicológicas
Gota a gota, las revelaciones de las memorias de Britney Spears van filtrándose en los medios. La cantante publicará el próximo 24 de octubre su libro de memorias (The Woman In Me; en español, La mujer que soy, Plaza y Janés, a partir del 26) y si el martes era People quien adelantaba un largo extracto, este jueves le toca el turno a The New York Times. La revista había entrevistado a la cantante, que ocupaba su portada, y había obtenido un adelanto de las memorias. En cambio, el diario neoyorquino ha accedido al libro completo, aseguran, a través de una tienda días antes del lanzamiento.
El diario da a conocer bastantes datos acerca de la carrera, la vida y la etapa de tutela de la cantante, así como de su vida actual, donde explica que no tiene intención de volver a centrarse, al menos a corto plazo, en la música: “Es momento de no ser quien la gente quiere, sino de encontrarme a mí misma”. Por el momento parece que Spears no habla de su último marido, Sam Asghari, con quien estuvo casada durante 14 meses hasta el pasado mes de agosto, pero sí de Justin Timberlake. Si People ya desvelaba a principios de semana que la cantante se había sometido a un aborto tras quedarse embarazada porque él no quería ser padre, ahora The New York Times da más detalles de la relación.
Entonces tenía apenas 21 años y llevaba alrededor de tres saliendo con el cantante de N’Sync. Rápidamente se dio cuenta de las diferencias que se hacían entre ambos, especialmente en los programas de televisión. “Todo el mundo me hacía comentarios raros sobre mi pecho, esperando saber si me lo había operado”, recuerda la artista. La presión empezó a crecer cada vez más según ella iba sacando más y más éxitos, convirtiéndose en una estrella de la por entonces muy poderosa MTV y siendo blanco de las conversaciones y de las críticas. Por eso empezó a tomar Prozac, un conocido antidepresivo. También explica que en la época en la que fue fotografiada saliendo de fiesta con famosas como Paris Hilton y Lindsay Lohan “nunca” tuvo un problema con el alcohol. Ella prefería tomar Adderall, su “droga elegida”, como la llama, un medicamento a base de anfetaminas prescrito para las personas con hiperactividad. “Me colocaba, sí, pero lo que más me gustaba es que me daba unas cuantas horas en las que me sentía menos deprimida”, relata.
Entre otras confesiones, Spears explica que fue él quien decidió acabar la relación, y que cortó con ella a través de mensajes de texto, dejándola “devastada” e incluso pensando en abandonar el mundo del espectáculo. Tras la ruptura, él sacó una conocida canción, Cry Me a River, en cuyo videoclip se veía a una mujer rubia marchándose en un coche. “Una mujer parecida a mí le engaña y él merodea triste bajo la lluvia”, explica ella, que vio a la prensa retratándola “como a una ramera que le había roto el corazón al chico de oro de Estados Unidos”. “En realidad”, rememora, “yo estaba en estado de coma en Luisiana, y él correteaba feliz por Hollywood”. Después, su padre y su equipo la obligaron a participar en una entrevista en televisión donde la presentadora, Diane Sawyer, la acusó de causarle a Timberlake “muchísimo dolor”. Ella explica que ese fue un “punto de quiebre” y que sintió que estaba “siendo explotada en frente del mundo entero”. También reconoce el rumor de que besó a su coreógrafo mientras estaba con el cantante, pero que su comportamiento fue provocado por los constantes rumores de infidelidad de Timberlake.
Cinco años después tuvo lugar el episodio en el que atacó el coche de unos fotógrafos y se rapó la cabeza, momentos que asocia a una inmensa tristeza a causa de varios factores: su depresión posparto, el divorcio de Kevin Federline —padre de sus hijos, que se quedó con la custodia de los niños—, su separación de los pequeños y la muerte de su “adorada tía Sandra”, con quien guardaba una estrecha relación. Y todo unido a la persecución constante por parte de la prensa. “Con la cabeza rapada todo el mundo tenía miedo de mí, hasta mi madre. “En esas semanas sin mis hijos, perdí el juicio, una y otra vez. Ni siquiera sé cómo pude cuidar de mí misma”, asume.
Fue en 2008 cuando su padre, Jamie, se quedó con su tutela. Ella reconoce que su estado mental no era el mejor, pero que no merecía eso. “Sé que había estado actuando de manera salvaje, pero no había nada que justificara que me trataran como a una ladrona de bancos. Nada que justificara poner mi vida patas arriba”, asegura. Infantilizada, no la dejaban tomar elecciones personales, ni salir por las noches, controlaban su medicación y su teléfono, pero la obligaban a trabajar como una gran artista. “Demasiado enferma para elegir novio pero lo suficientemente sana para aparecer en televisión y para cantar ante miles de personas en distintas partes del mundo cada semana”, escribe, criticando duramente a su padre: “Desde entonces empecé a pensar que vio que había venido a este mundo sin otra razón que ayudarle a conseguir dinero”. La fortuna de la artista se estima en más de 60 millones de dólares. Ella acusa a sus exgerentes de quedarse con unos 17 millones y a su padre de llevarse unos seis.
A finales de 2018, Jamie Spears obligó a Britney a entrar interna a un centro de tratamiento psiquiátrico durante tres meses. Le dijo que si no lo hacía acudiría a los juzgados, se haría público y ella quedaría en evidencia ante el mundo. Spears, por tanto, accedió, y allí vivió, en una instalación de la lujosa Beverly Hills que costaba 60.000 dólares al mes y donde la obligaban a tomar litio, como una prisionera, según su versión: “Me mantuvieron encerrada contra mi voluntad durante meses. No podía salir. No podía conducir. Me sacaban sangre cada semana. No podía darme un baño en privado. No podía cerrar la puerta de mi habitación”. Pero fue allí donde una enfermera le enseñó unos vídeos descubriéndole el movimiento Free Britney, por el que cada vez más y más seguidores pedían su liberación de la tutela paterna. Le abrió los ojos. “No creo que la gente pueda entender lo mucho que el movimiento significó para mí, sobre todo en sus inicios”, afirma.
Su liberación le resultó casi increíble. Describe el alivio como una sensación arrasadora. Pero reconoce que sigue siendo difícil, que las migrañas son frecuentes, “parte del daño físico y emocional”. “No creo que mi familia comprenda el daño que me causaron”.
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