“¡Es hora de apostar por otras cosas!”: así es el apartamento de 50m2 de Chamberí que no quiere saber nada de pasillos
Eduardo Mediero, fundador del estudio Hanghar, ha concebido su casa madrileña como un vanguardista ‘studiolo‘ del Siglo de Oro que resuelve todas las necesidades domésticas en un solo espacio
Al amanecer, Eduardo Mediero ve cubrirse la torre del convento de La Visitación de un rubor anaranjado y, mientras las monjas que habitan este edificio del madrileño barrio de Chamberí se reúnen para rezar, el tañido de sus campanas penetra en su nuevo apartamento. “En cuanto entré vi que iba a poder sacar unos ventanales espectaculares de las dos terrazas que tenía antes la casa. El anterior dueño las había cerrado de una forma que tapaba la vista del convento”, dice este arquitecto de 32 años. Se trata de un panorama bastante tradicional para el modernísimo diseño que presenta el piso en su interior, pero que ayuda a evocar las referencias históricas que Mediero dice haber tenido en cuenta para concebirlo. Según explica, el proyecto de la reforma partió de su fascinación por los studiolos o salas de estudio del renacimiento italiano, en particular por el de madera en el que –en un cuadro de 1475 que puede admirarse en la National Gallery de Londres– el pintor siciliano Antonello de Messina representó a san Jerónimo inmerso en la traducción de la Biblia. “Un studiolo era un tipo de cuarto que los duques y príncipes renacentistas construían en sus palacios para retirarse del bullicio de la vida cotidiana y dedicarse a sus aficiones intelectuales. Aunque en Italia existen muchos ejemplos reales, esa especie de casita del cuadro siempre ha sido mi preferido”, afirma.
Para crear el suyo, el arquitecto y su equipo de Hanghar, el estudio que fundó en 2021, derribaron las paredes de las habitaciones en las que estaba compartimentada la vivienda hasta dejar vacío el trapecio que forma la planta. Al fondo de ese espacio abierto instalaron luego el studiolo, una especie de mueble-cápsula de DM en verde oscuro al que, igual que el que ocupa san Jerónimo en el cuadro, se accede por tres escalones. La estructura contiene el dormitorio de Mediero a la vez que soluciona el almacenaje de la vivienda con los armarios que lleva integrados, mientras que el resto del piso lo constituye una estancia tan aséptica y despejada (una kitchenette y un pequeño baño son los otros únicos espacios que dan a ella) como la que rodea a la celda del santo en la pintura. “Me gustaba mucho esa idea de que sea un solo cuarto el que resuelva las necesidades domésticas básicas al tiempo que deja vacío el resto del piso. Pero no soy un anacoreta: mi intención es que en el espacio en blanco ocurran todo tipo de cosas, desde reuniones de artistas a presentaciones, producciones editoriales y otros pequeños eventos”.
Un trolley Boby de Joe Colombo en amarillo, la silla Luna de Casa Antillón o una lámpara de Kauani son algunas de las piezas de la colección de diseño con la que Mediero ha amueblado esa zona del apartamento. La declaración de principios que los eruditos renacentistas ponían de manifiesto mediante la decoración de sus studiolos se completa en este caso con el empleo de materiales inusuales en el hogar como el elegido para el suelo, cubierto de goma Pirelli como el de los ascensores o los fingers de los aeropuertos; o los perfiles de acero galvanizado que, en el techo, reflejan la luz y la esparcen dentro de esta atalaya de vanguardia. “Fuera del ámbito de la construcción residencial hay toda una serie de materiales que asociamos a otros como el industrial, pero que incluso a un nivel estético también pueden funcionar bien en una casa. Los tablones de DM con los que está hecho el studiolo, por ejemplo, son de ese bonito tono verde no porque los haya pintado yo así, sino porque es con el que vienen del almacén para indicar que son hidrófugos”. Nada que pueda ser útil o bello escapa a la atención de Mediero.
Fuera del catálogo del sector residencial también le ha encontrado una vertiente doméstica a las luces de emergencia (“me encanta su estética”), a las que se usan en las naves agrícolas o, recientemente, a los galpones industriales de metal, que Hanghar ha tomado como referencia en la construcción de una vivienda prefabricada en Asturias, en colaboración con una empresa metalúrgica. “Comparas la foto de una obra de los años sesenta con una actual y ves que, aparte de los epis [uniformes de seguridad] de los albañiles, la construcción sigue consistiendo en un señor poniendo ladrillos. ¡Es hora de apostar por otras cosas!”.
Al studiolo de San Jerónimo dice que llegó en busca de un modo de distribuir el espacio doméstico sin la necesidad de un pasillo, un elemento que en la mayoría de viviendas se da por sentado y del que, por el contrario, tanto su casa como otras diseñadas por Hanghar carecen. Su Casa Ronda, por ejemplo, ganó un premio del COAM en 2021 con un diseño que concatena seis estancias genéricas sin un corredor. De esa manera, sus habitantes pueden destinar una al dormitorio y formar un gran salón con las restantes, crear otros dormitorios si el número de personas aumenta o darles cualquier otra configuración que convenga mejor a sus necesidades, según estas vayan cambiando. “¿Cuántas familias de ahora se corresponden con esa estructura de dos habitaciones para los hijos y una más grande para los padres al final del pasillo que siguen impulsando los promotores?”.
El fin último que guía a este arquitecto nada ortodoxo a través de libros, museos y naves industriales es plantarle cara a la especulación inmobiliaria, esa fuerza que, ajena a los experimentos de su studiolo, hace bullir la ciudad que se extiende a sus pies, más allá del convento de enfrente. “La excesiva mercantilización de la vivienda ha hecho que los espacios de nuestras casas sean cada vez menos flexibles, con unos usos muy marcados que ayuden a dirigirlos a un público muy concreto y así resulten lo más rentables posibles. En Hanghar exploramos materiales y espacios poco definidos que se acomoden mejor a las nuevas realidades domésticas”, concluye Eduardo Mediero. Pues amén.
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