Coñac, infiltrados y rumba catalana: así fue Intervision, el intento de una Eurovisión comunista
El Ministro de Cultura ruso ha anunciado su plan de que regrese el concurso que, de forma intermitente desde los sesenta, puso a los países del otro lado del telón de acero (y alguno de este) a competir con música
¿Se hace política en el Festival de Eurovisión? La pregunta no tiene una respuesta clara. O la tiene según a quien se le pregunte. La normativa de la Unión Europea de Radiodifusión (UER) denomina el concurso como un “evento no político”. Sin embargo, la política se ha colado en el escenario de forma solapada e inevitable desde el inicio de Eurovisión. La victoria de Ucrania en 2022 fue producto de un voto masivo de apoyo y simpatía para el país tras la invasión de Rusia. Y la enorme polémica este año por la participación de Israel en medio de sus ataques a Palestina demuestra que para millones de seguidores no es fácil separar las canciones de la vida.
Rusia, país que debutó en Eurovisión en 1994 y que fue suspendida en 2022 tras la invasión a Ucrania, no quiere quedarse aparte. El Ministerio de Cultura ruso anunció en noviembre el plan de traer de vuelta el Festival de la Canción de Intervisión, la alternativa socialista de Eurovisión organizada por los países tras el telón de acero durante la Guerra Fría que comenzó en 1965, nueve años más tarde que su versión europea.
“La idea de Intervisión nació en Checoslovaquia a principios de los sesenta”, explica Dean Vuletic desde Luxemburgo. “Era una manera de promover la cooperación entre el Este y el Oeste”. Vuletic es un historiador enfocado en la Europa contemporánea y un pionero en el estudio académico de Eurovisión, con varios libros dedicados al impacto cultural e histórico del festival, como Postwar Europe and the Eurovision Song Contest (La Europa de la posguerra y el Concurso de la canción Eurovisión).
El académico de la Universidad de Luxemburgo explica que originalmente los países del bloque socialista mostraron a la Unión Europea de Radiodifusión su interés por participar en Eurovisión, pero el rechazo de la EUR hizo germinar la idea de un festival de la canción autóctono tras el telón de acero. “Hubo dos versiones de Intervisión. Una edición en Checoslovaquia desde 1965 hasta 1968 y la siguiente, en Polonia, que fue desde 1977 hasta 1980. Casi siempre, cuando se habla de Intervisión, la gente suele centrarse en la versión polaca”, indica Vuletic.
Aunque la versión emitida desde Praga no fue tan emblemática como su sucesora polaca, hubo momentos y participantes memorables. “España participó en 1968 con Salomé”, señala Vuletic, quien asegura haber revisado archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores de España para entender qué motivos tuvo el régimen franquista de enviar a Salomé a Checoslovaquia. “Lo único que pude encontrar es que este era un periodo en que España intentaba normalizar relaciones con Europa Oriental”.
Salomé quedó en el tercer puesto en el festival Intervisión de 1968, según comenta Vuletic. Un año después, ganó Eurovisión con Vivo cantando desde el Teatro Real de Madrid en un cuádruple empate con Lulu (Reino Unido), Frida Boccara (Francia), y Lenny Kuhr (Países Bajos). Claudia Fernández, periodista cultural experta en Eurovisión, explica que la participación de España en el festival organizado por la UER, aunque criticada por algunos participantes por admitir a un país que vivía bajo una dictadura, supuso, simbólicamente, el principio del fin del aislamiento que vivía el país durante el franquismo. “Empezar en Eurovisión, pudo dar esperanza para iniciar el aperturismo de este país,” resalta la periodista.
Rumba catalana en la costa polaca
Władysław Szpilman fue un prestigioso músico y compositor que encabezaba el Departamento de Música Popular de Radio Polonia. La historia de cómo sobrevivió la Segunda Guerra Mundial fue llevada al cine por Roman Polanski en El pianista, en donde el polaco es interpretado por Adrien Brody. Menos conocido es cómo Szpilman fundó en 1961 el Festival Internacional de la Canción de Sopot, una especie de San Remo en el Mar Báltico, que continúa hasta la actualidad. Ese concurso fue reemplazado en 1977 por la segunda versión de El Festival de la Canción Intervisión, usando el mismo recinto: el anfiteatro al aire abierto de la Opera Lesna de Sopot.
“Creo que la segunda versión buscaba ser más global”, afirma Vuletic, “con participantes de fuera de Europa, por ejemplo de Cuba”. Estados como Suiza, Finlandia, Canadá, y los Países Bajos también llevaron su delegación. Sin embargo, España destaca por haber sido la única nación del Occidente liberal y (más o menos) democrático en participar en las cuatro ediciones de Intervisión en su versión polaca, de 1977 a 1980.
El grupo catalán Rumba Tres, formado por los hermanos Juan y Pedro Capdevila junto a José Sardaña, concursó en Sopot por España en 1978. “Fue un momento increíble de nuestra carrera que recordamos con mucho cariño”, recuerda el músico a través del teléfono. “Televisión Española nos propuso ir al festival, por lo visto estaban en contacto con la televisión polaca y necesitaban representación española. Fuimos nosotros y [el cantante] Juan Erasmo Mochi”. “El festival fue impresionante y la gente maravillosa. Tuvimos al menos cuarenta o cincuenta músicos”, añade el catalán.
“Yo esperaba que allí, en Polonia, la gente fuera más bien fría por el sistema en que vivían”, señala Capdevila. Pero asegura que el público mostraba entusiasmo por la rumba catalana. El músico comenta que el conjunto llegó a ganar un premio por parte de la prensa, radio y televisión polaca por su interpretación de No sé, no sé. La polarización de la Guerra Fría no supuso problemas. “Cuando llegamos allí estaba el comunismo, por llamarlo de una forma. Pero lo que hicimos fue ensayar, presentarnos en la televisión, y con nosotros se portaron divinamente”, recalca Capdevila. “Siempre hemos sido bastante apolíticos. No hemos querido mezclar lo musical con lo político, aunque es imposible dejarlo todo al margen. De lo que sí nos enteramos más tarde, por parte de músicos amigos nuestros, es que había un infiltrado. Pero cómo veía que nosotros nos ocupábamos nada más que de la música y que lo demás no era de nuestro interés, nunca nos dijeron nada. Siempre iba alguien contigo y llevabas un distintivo para que supieran que eras extranjero. En el hotel solamente dejaban entrar a las personas que eran del festival. Conocíamos a gente en la calle e íbamos al hotel y sobornábamos a los porteros, les decíamos: ‘¡Luego te invito a un coñac!”.
“Otro elemento distinto en Sopot es la introducción de una competición paralela para sellos discográficos”, añade Vuletic. “Este otro concurso incluía a compañías y artistas de Europa Occidental y Estados Unidos que se quedaban fuera del certamen y, curiosamente, hacía de la Intervisión comunista algo más comercial que la Eurovisión capitalista. A finales de los años setenta se debatía en la organización eurovisiva si había demasiada influencia del capital privado en el festival, considerando que estaba organizado por televisiones públicas. Existía la preocupación de que los sellos discográficos tuvieran más peso que alguna de las propuestas musicales de países más pequeños”. Intervision arregló el problema de raíz: les dio su propia competición.
Rasputin y Vladimir
Algunos artistas invitados del Occidente capitalista que participaron en esta versión de Intervisión incluyen al cantante de country estadounidense Johnny Cash, el embajador de la chanson francesa Charles Aznavour y Boney M, que interpretaron... Rasputin.
No obstante, el certamen socialista no fue inmutable a las realidades políticas que sacudían a Europa Oriental en la década de los ochenta. “El festival llegó a su fin por el acenso del movimiento Solidaridad y la imposición de la ley marcial en Polonia”, cuenta Vuletic. Mientras Intervisión 1980 se realizaba en la Opera Lesna de Sopot, el cercano astillero de Gdansk atravesaba una huelga liderada por Lech Walesa que marcaría el principio del fin del régimen comunista en Polonia. No habría Intervisión en 1981 ni los años que le siguieron y, con el tiempo, el festival fundado por Władysław Szpilman sería restaurado, ya sin el nombre de Intervision. Actualmente es uno de los concursos musicales más importantes de Europa Central y el más importante de Polonia.
Rusia intentó traer de vuelta el Festival de la Canción de Intervisión en 2008. Uno de los nostálgicos que pedían su retorno, como Reuters informó en su momento, fue el entonces primer ministro ruso, Vladímir Putin. El escenario para esta versión de Intervisión fue Sochi, en el sur de Rusia. A diferencia de las ediciones anteriores, la participación de este concurso estaba limitada únicamente a antiguas repúblicas soviéticas. 11 países participaron —originalmente 12, pero Georgia se echó para atrás debido al conflicto armado con Rusia ese mismo año— con Tayikistán surgiendo como vencedora. El certamen no continuó en años posteriores.
Vuletic tiene una teoría sobre la fugacidad de esta primera versión del concurso en el siglo XXI. “Creo que Rusia estaba invirtiendo muchos recursos en Eurovisión y no estaba dando los resultados que esperaban y eso fue uno de los motivos para revivir el festival”, indica el historiador. “Da la casualidad de que 2008 es justo cuando ganan con Dima Bilan y allí es cuando pierden el interés en Intervisión”.
Ese no fue el fin de los problemas entre Moscú y el certamen organizado por la UER. La popularidad del evento entre el colectivo LGBTI y el uso de Ucrania del concurso para hacer críticas hacia el Kremlin tras la invasión de Crimea en 2014 eran (ganaron en 2016 con la canción 1944 de Jamala, con una letra sobre la deportación de los tártaros de Crimea en la década de los cuarenta) fueron, para Vuletic, dos grandes puntos de fricción para Rusia antes de su suspensión en 2022. La ministra rusa de Cultura, Olga Liubímova, reveló en noviembre 2023 el deseo de traer de vuelta Intervisión una vez más.
Según Vuletic, revivir el certamen tal y como se planteó en sus orígenes es imposible. “Los rusos se equivocan en revivir Intervisión, porque asumen que fue una idea soviética nacida de la Guerra Fría”, argumenta Vuletic. “Pero fue una iniciativa encabezada primero por Checoslovaquia y después por Polonia, y en ambas ocasiones reflejaban una actitud de apertura hacia el Oeste y las influencias culturales occidentales”.
“Los organizadores siempre afirman que Eurovisión no es un evento político y que las representaciones no deberían tener mensajes políticos”, añade. “Pero es muy difícil de controlar porque todo puede ser político. Creo que, para la UER, hay buena y mala política. La buena política son los valores de diversidad e inclusión, y se han convertido en valores propios del Concurso de la Canción”.
La periodista española Claudia Fernández considera que, siendo un festival nacido mientras Europa se reconstruía entre las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, la música sirvió como medio para llegar a un ideal de convivencia pacífica. “Eurovisión es un concurso de canciones entre países, y la política es intrínseca a la existencia de los países”, argumenta Fernández. “Cuando la gente me dice, para enfadarme, que Eurovisión es política, yo respondo con un rotundo: claro que lo es”.
Puedes seguir ICON en Facebook, X, Instagram,o suscribirte aquí a la Newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.