¿Corea del Norte trabajando para ‘Los Simpson’? El trabajo oculto del país más aislado del mundo en la animación occidental
El hallazgo de un servidor con material de series de Amazon y Max vuelve a poner en evidencia un secreto a voces de la industria: las subcontrataciones al régimen de Kim Jong-un a pesar de las sanciones internacionales
En su historieta Pyongyang (2003, publicada en España por Astiberri), el dibujante quebequés Guy Delisle relataba una estancia de trabajo que tuvo dos años antes en Corea del Norte para supervisar la animación de una serie. “El estudio SEK [Scientific Educational Korea] quizá al principio se utilizó para educar a las masas, pero hoy sirve, sobre todo, para hacer entrar divisas extranjeras (principalmente francesas) en el país”, escribía Delisle, que nombraba directamente a Canal+ y su Corto Maltés: La película (2002) como una de las producciones completadas allí.
“En términos de relación calidad-precio, es uno de los mejores del mundo”, llegó a decir en 2003 el entonces presidente de una compañía francesa en una entrevista en Forbes. El SEK, también conocido dentro del país como el Estudio 26 de Abril –en conmemoración de la fecha en que se creó el Ejército Popular de Corea–, no solo se ha nutrido durante años de encargos de Europa: en este siglo, también ha trascendido que realizó trabajo no acreditado en Los Simpson: La película (2007), Futurama: El gran golpe de Bender (2007) o en capítulos de Las Tortugas Ninja (2003) y Avatar: La leyenda de Aang (2005).
Con el aumento de las tensiones por el programa nuclear de Kim Jong-il y las sanciones internacionales derivadas de él, ningún directivo occidental volvió a pasearse por las revistas celebrando las maravillas de la mano de obra barata norcoreana. Aunque ello no necesariamente significó que los animadores se quedaran sin encargos. Lo acaba de poner de manifiesto el descubrimiento de un servidor con material de trabajo correspondiente a la todavía inédita tercera temporada de la serie Invencible, de Amazon Prime, y de Iyanu: Child of Wonder, prevista para estrenarse en Max (antes HBO) este 2024.
En los archivos aparecen comentarios, notas e instrucciones explícitas para los dibujantes, como “mejorar la forma de la cabeza” de un personaje. El informe difundido por 38th North –proyecto del centro estadounidense Stimson para la investigación de Corea del Norte–, que lleva por título ¿Cómo de bien conoces a tus socios?, no acusa a las compañías productoras de la serie de saltarse las sanciones. Sus analistas creen, más bien, que se trata de una subcontratación dentro de otra subcontratación: se basan en que las instrucciones estaban traducidas del chino.
“No trabajamos con empresas norcoreanas ni entidades afiliadas, y no tenemos conocimiento de ninguna empresa norcoreana que trabaje en nuestra animación”, publicó en Twitter la productora de Invencible, Skybound Entertainment, que también anunció una investigación interna.
El autor del hallazgo fue Nick Roy, un experto en ciberseguridad fascinado por Corea del Norte, que tiene un blog donde registra la actividad virtual que detecta en la región. No es mucha, porque la vida online del país se desarrolla fundamentalmente en una intranet llamada Kwangmyong. “Solo es accesible dentro de Corea del Norte y no se conoce ninguna forma de acceder desde fuera”, explica Roy a ICON. “Un puñado de altos cargos del partido tiene acceso a la internet que todos utilizamos, y algunas personas como los estudiantes durante un pequeño periodo de tiempo cuando lo necesitan para investigar, aunque bajo vigilancia”.
El servidor de la nube al que el informático accedió, que estaba mal configurado y al que era posible acceder sin contraseña, se encontraba en una dirección IP norcoreana, una de las escasas 1.024 que hay en todo el país. Nick Roy afirma que, si bien había leído acerca de este tipo de prácticas, nunca antes había dado personalmente con pruebas directas. Aunque la mayoría de usuarios que se conectaron lo hicieron mediante redes privadas virtuales que ocultaban su localización, en el servidor se pudieron rastrear accesos desde tres ciudades chinas y desde España. El investigador admite, al hilo de esto último, que el posible residente español que le vino primero a la cabeza fue Alejandro Cao de Benós, el representante occidental de Corea del Norte, pero que “no hay ninguna prueba que lo respalde más allá de la simple coincidencia”.
La hoz, el martillo y el pincel
Roy abrió su blog sobre el mundo virtual del país de Kim Jong-un hace nueve años. “Creo que mi interés empezó cuando vi La guía Vice de Corea del Norte”, cuenta. “El vídeo era interesante porque creo que era la primera vez que veía a alguien dentro del país. Siempre he trabajado para empresas de seguridad de redes, así que creo que sentía una curiosidad natural por saber cómo funcionaban las cosas allí, ya que está tan amurallado. Especialmente cuando empecé a ver que tienen su propio sistema operativo, sus propios teléfonos móviles, quería ver cuánto podía encontrar en internet”.
Sobre el aparentemente alto nivel de conocimiento y especialización de los informáticos norcoreanos, del que muchos han alertado, el investigador cree que “una de las cosas que hacen muy bien es centrarse en ciertas áreas o industrias”. “Ahora mismo están centrados en las criptomonedas, no en quitarle dinero a cualquiera con una cuenta bancaria. Cuando quieren obtener información, tienden a apuntar a expertos en ciertos campos. Si no te dispersas puedes desarrollar mejores capacidades para llevar a cabo tus objetivos”, razona.
El informático lamenta no haber podido acceder a My Companion, la plataforma de entretenimiento al estilo de Netflix que se utiliza en Corea del Norte, con sus producciones propias. Quien sí ha visto mucho contenido del país, y en especial en el ámbito de la animación, es Eduardo Naudín Escuder, doctor en Comunicación, Información y Tecnología de la Sociedad en Red por la Universidad de Alcalá de Henares, y autor de la investigación Propaganda en los dibujos animados de Corea del Norte: Análisis discursivo y del subtexto en series y cortos de animación de producción norcoreana (2019).
En el texto, Naudín no solo analiza las claves de los productos de animación nacional, sino también las externalizaciones al SEK, único estudio del país. “Debido a la naturaleza del país, es imposible saber qué porcentaje de producción es local y cuál internacional”, explica el doctor a ICON. “Lo que sí ha quedado acreditado es que, desde hace décadas, Corea del Norte ha colaborado puntualmente en la producción de varias series y películas de animación extranjeras. Estos proyectos normalmente se llevan a cabo a través de estudios intermediarios en países como China. Aquí está la clave. Por norma general, ninguna productora o plataforma de streaming occidental trata directamente con un estudio norcoreano. O al menos eso dicen”.
Naudín recalca que Corea del Norte “no es una superpotencia en la sombra de la producción audiovisual animada”. “Lo que ofrece son, básicamente, precios muy bajos. No hay más. Pueden desarrollar tareas muy específicas a precios muy competitivos”, indica el académico. En 2003, Dominique Boischot, cofundador de la productora francesa Les Films de la Perrine, decía a Forbes que “el coste [de animar en Francia] sería cinco, seis o siete veces mayor de lo que el SEK cobra”. La italiana Mondo TV ha sido otra de sus más fieles clientes: con ella hicieron en los noventa imitaciones de El rey león o Pocahontas, de esas que luego en España se encontraban en los bazares a precio de saldo, o incluso una película sobre la vida y milagros del Padre Pío en 2006.
Con animadores formados en Bellas Artes, el SEK se fundó en 1957 y ha sido un prolífico productor de películas y series de animación que, según Eduardo Naudín, son “netamente propagandísticas” y “muy precarias en términos narrativos y estilísticos”. Entre sus clásicos se encuentran el corto Lápiz bomba (1983), sobre un niño que se queda dormido estudiando, tiene un sueño en el que combate a los estadounidenses gracias a lo aprendido en la escuela y cuando despierta se emplea a fondo en hacer los deberes, o las longevas series Ardilla y erizo (1977) y El joven general (1982), también de temática bélica.
No obstante, los ciudadanos norcoreanos tienen acceso, como se ha constatado repetidamente, a animación del extranjero: las películas de Disney se han visto allí no solo a través del enorme mercado negro que muchos exiliados han descrito, sino que se venden a plena luz del día e incluso han sido emitidas oficialmente. En un momento del documental The Propaganda Game (2015), el director Álvaro Longoria se sorprendía al encontrar en una casa norcoreana un DVD de la película Brave (Indomable) (2012), de Pixar.
Seohyun Lee, desertora residente en Estados Unidos que administra el canal de YouTube Pyonghattan (contracción de Pyongyang y Manhattan), contaba en una entrevista que había visto legalmente en la televisión de Corea del Norte películas como La Cenicienta (1950) y Robin Hood (1973), y que los dibujos de Tom y Jerry (1940) eran tremendamente populares. Lo atestiguaba también el pasado año el periódico surcoreano Daily NK, centrado en informaciones de su vecino, que decía que la versión cinematográfica en acción real de Tom y Jerry (2021), protagonizada por Chloë Grace Moretz, estaba disponible en My Companion y era la película extranjera más vista de la plataforma.
Los curiosos que, a la inversa, quieran ver el trabajo norcoreano tendrán que conformarse con los episodios de series que piratean y suben regularmente cuentas como la rusa North Korean Cartoons, un muestrario de la evolución a lo largo de las décadas del SEK, que últimamente se está atreviendo con la animación 3D. Está la opción de conocerlo a través de esos vídeos de YouTube o, no lo olvidemos, de otras producciones sin etiquetar. “No necesitas viajar para ver sus obras”, ironizaba en 2018 el periodista Anthony Kao, de Cinema Escapist. “Probablemente, ya hayas visto, sin saberlo, algo que los norcoreanos animaron”.
Puedes seguir ICON en Facebook, X, Instagram, o suscribirte aquí a la Newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.