El porno es más neoliberal de lo que creemos
La estructura laboral del porno encaja perfectamente en la ideología que minimiza al Estado, escribe el ensayista Jorge Dioni López en un libro que adelanta ‘Ideas’. El individuo debe explorarse para hallar la materia prima que convertirá en un producto: él mismo

Un recurso para evitar la conmoción en el porno es el recuerdo de que son prácticas laborales. Es decir, sometidas a un intercambio económico, algo que, en nuestro modelo, prevalece sobre todas las cuestiones. Esa persona ha aceptado libremente las condiciones e, incluso, la capacidad de ganar dinero empodera a esa persona. De hecho, las productoras suelen grabar a las actrices con su documentación declarando que están por su libre voluntad y que conocen las prácticas que se van a desarrollar. La insistencia en la decisión individual sustentada en la libertad económica es exactamente el modelo neoliberal. Según su visión ideológica, los marcos legales que protegen a las personas físicas son una intromisión en el mercado, que debe ser el único bien protegido.
Dentro de esa estructura, el individuo-empresa puede ofrecer su capital humano para monetizarlo y no debe tener trabas, como los derechos colectivos. El salario mínimo o la jornada laboral restringen la libertad de los individuos-empresa que podrían realizar una oferta más competitiva. La forma de lograr su derogación no es mediante un enfrentamiento directo, sino a través de la devaluación progresiva gracias a esas renuncias individuales, normalmente disfrazadas de libertad. Y, en el caso del porno, transgresión y contracultura. Es decir, aprovechando la energía del deseo.
La productora Legal Porno es una de las especializadas en escenas extremas de grupos: además de inmovilizaciones o golpes en el rostro o en el cuerpo de las actrices, hay dobles y triples penetraciones de vagina y ano hasta el rosebud. Es decir, dilatar tanto el orificio que se produce un prolapso y la parte final del colon es visible o, incluso, sale fuera, adoptando una forma que recuerda a una flor. La cámara realiza un primer plano de la dilatación que es mostrada por uno de los actores. También hay mucho espacio para la orina: sobre la cara de la actriz, dentro de la vagina o el ano, servida en copas o lamida en el suelo. Cuando los actores son negros, recibe el nombre de champagne africano.
Legal Porno es una marca de Anal Vids, la línea dura de la checa WGCZ, que también tiene otras como Yummy, Gonzo.com o Blue Bird. También funciona con el sistema de franquicias con actores-directores como Giorgio Grandi, Angelo Godshack, Paul Stalker o Argendana, actriz especializada en dilataciones. Suelen rodar en Praga o Hungría y también tienen acuerdos con estudios rusos como NRX-Studio o VK-Studio. Como la mayoría de las productoras especializadas en escenas violentas, no ofrece escenas completas en las plataformas. Solo avances. Lo extremo tiene capacidad de creación de valor porque capta la atención. Tiene demanda. Es interesante el nombre elegido por la productora: Legal Porno. Es el sueño neoliberal: el derecho como herramienta para proteger la propiedad y el mercado, y sustituir las relaciones humanas por relaciones económicas.
Esa apelación a las decisiones individuales olvida, por ejemplo, las consecuencias generales. Es decir, cómo afecta a otras personas el hecho de que estas prácticas se legitimen al formar parte del discurso hegemónico. Un nombre clave en la normalización de la agresividad fue Rocco Siffredi. El actor italiano fundó su propia productora y, en los 2000, comenzó a filmar un material duro para Evil Angel. Por ejemplo, en esa primera escena con Sasha Grey hay un golpe en el estómago de la actriz. Otras estrellas masculinas, como Nacho Vidal o James Deen, también endurecieron sus prácticas y este último recibió varias denuncias de abuso sexual por parte de otras actrices y parejas. Las acusaciones de ser innecesariamente violento hicieron que perdiera contratos con varias productoras californianas, pero la tecnología ofrece la posibilidad de ofrecer tu propio material.
La agresividad es un modo de llamar la atención, ir más lejos que los demás es un modo de posicionar tu producto dentro del mercado, además de ofrecer más sensación de realismo. El placer se puede fingir, como siempre ha dejado claro el porno. Por eso, el dolor o el malestar parecen más honestos. En un modelo industrial, como vimos, las estrellas funcionaban en un sistema de restricción. En un modelo basado en el jornal, hay que exprimir el tiempo y las prácticas más extremas son las que tienen una remuneración más alta. Si no lo aprovechas, es tu problema. La competición por la atención premia la agresividad y nos lleva a un modelo de sociedad basado en la falta de confianza social. No puedes contar con la empatía de los demás.
La clave es que todo es contenido. Todo construye un discurso. Sucede lo mismo en otros ámbitos. Realizar un buen producto lleva su tiempo. Provocar es el camino más fácil para hacerse famoso en las redes sociales. Meterse con algún grupo concreto puede provocar una buena retroalimentación que alimente el algoritmo porque, recordemos, el objetivo no es el equilibrio ni el consenso, sino la competencia, el movimiento. Un contenido machista, racista o xenófobo puede convertirse en viral y, si hay algún problema, cabe apelar a la libertad de expresión, que era humor o que ya no se puede decir nada. Todo es contenido y este tipo de pensamiento, antes arrinconado por el consenso en los derechos humanos, se normaliza. El Ku Klux Klan es una organización que no ha dejado de existir, pero el cambio es que su mensaje racista ha dejado de ser marginal. Como en el porno, disfrazado de libertad y transgresión. Lo contracultural es ser racista. Si la modernidad partía de la aspiración a lo bueno, lo bello y lo justo, el neoliberalismo aspira a lo malo, lo feo y lo arbitrario para proponer un nuevo modelo de relaciones humanas: el brutalismo.
La estructura laboral del porno encaja perfectamente en la ideología neoliberal: el individuo es un operador del mercado que compite con otros en igualdad de condiciones. Cada individuo es un empresario de su propia compañía, es el gerente de sí mismo. Debe explorarse para hallar la materia prima que debe convertir en un producto: él mismo. Somos capital social, cultural o erótico. Somos capital humano.
Se trata de una idea que provoca una disociación. Cada persona debe verse desde fuera, pensar en sí mismo como algo externo, cosa que sucede a quienes han sufrido algún shock. Como explica el politólogo C. B. MacPherson, “la antropología neoliberal nos reduce al papel de propietarios de nuestra ‘mismidad’ sin deber nada a la sociedad, que queda reducida a ‘relaciones de intercambio entre propietarios”.
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