La justicia egipcia condena a muerte al líder de los Hermanos Musulmanes
Ratificado el fallo contra Mohamed Badie y a otros 14 acusados por incitación al caos
Con la severidad que lo ha hecho célebre, el juez egipcio Nagi Shehata confirmó este sábado la condena a muerte de 14 eminentes miembros de los Hermanos Musulmanes, entre quienes destaca el líder supremo de la cofradía, Mohamed Badie. El magistrado consideró probado que los reos participaron en la creación de un “centro de operaciones” cuyo objetivo era coordinar acciones violentas contra las fuerzas de seguridad, en venganza por el brutal desalojo de las acampadas de protesta en la mezquita de Raaba al Adauiya y la plaza de Al Nahda en el Cairo, tras el derrocamiento del presidente electo Mohamed Morsi en julio de 2013.
En el mismo caso, otros 37 acusados fueron sentenciados a cadena perpetua por cargos similares. Las sentencias son susceptibles de recurso ante la más alta instancia de justicia civil egipcia, el Tribunal de Casación. Si bien la mayor parte de los condenados fueron juzgados en ausencia, este no es el caso de Mohamed Sultán, periodista egipcio-estadounidense e hijo del dirigente de la Hermandad, Salah Sultán, que permanece entre rejas desde agosto de 2013. Rebelándose contra su detención, el reportero inició una huelga de hambre en enero de 2014 y su familia ha denunciado que su vida corre peligro.
La política de acoso y derribo contra los Hermanos Musulmanes, que arrancó en Egipto tras el derrocamiento de Morsi, no hace amago de remitir. La Fiscalía envió este sábado también a 64 presuntos integrantes de la organización a un Tribunal Militar por cargos que incluyen el de pertenencia a una “unidad especial” que actuaba como “brazo armado” de la agrupación islamista. Según un informe emitido por la acusación, 23 de los procesados admitieron haber militado en la mencionada unidad y el resto confesaron haber participado en atentados o en acciones encaminadas a dañar infraestructuras y bienes públicos.
En diciembre de 2013, el Gobierno etiquetó a la Hermandad como “organización terrorista” y al tiempo que justifica la persecución de sus afiliados se desvincula de la repartición masiva de condenas a muerte apelando a la independencia del Poder Judicial. No obstante, numerosas organizaciones de derechos humanos han criticado estos procesos por considerarlos carentes de garantías.
La Red Árabe para la Información de Derechos Humanos, una ONG que ha realizado un seguimiento de los juicios, ha encontrado flagrantes irregularidades. Karim Abdel Radi, abogado de la organización, asegura que “el objetivo de las autoridades es el de deshacerse de la oposición política o, como mínimo, mantenerla bajo presión”. Así lo demuestra, en palabras del abogado, el informe que la ONG publicó recientemente sobre la situación de la democracia en el país. “En 2014 se han dictado en torno a 1.450 condenas a muerte contra miembros de los Hermanos Musulmanes o de la Alianza en Apoyo a la Legitimidad que pide la restitución de Morsi. Sólo en la primera quincena de marzo de este año 38 personas fueron sentenciadas a la pena capital”, se lamentaba el letrado.
El Gobierno califica a la cofradía como “organización terrorista”
Activistas y defensores de los derechos humanos temen que el descabezamiento de la agrupación y la imposibilidad de sus asociados de integrarse en el juego político esté conduciendo ya a su radicalización. El pasado invierno, acólitos de Morsi que se manifestaban en el barrio cairota de Matariya, izaron la bandera del autodenominado Estado Islámico. Sin la disciplina que imponían sus líderes —quienes aún abogan por un discurso moderado— los miembros de medio y bajo rango se encuentran a merced de los más extremistas. “Con la creciente detención de sus integrantes, la Hermandad ha perdido su característica más importante: la centralización del proceso de toma de decisiones”, declaraba el investigador sobre movimientos sociales, Ahmed Abd al Hamid Hussein, a la revista local Mada Masr.
Desde la caída de Morsi, unas 3.000 personas han muerto y 40.000 han sido encarceladas en una campaña de represión sin precedentes que se ha llevado por delante no sólo a la oposición islamista sino también a los activistas que pusieron fin a la dictadura de Hosni Mubarak.
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