La ofensiva contra Orbán precipita la batalla electoral de las europeas
El Partido Popular Europeo intenta reorganizarse tras el varapalo del Parlamento Europeo al primer ministro húngaro y el resto de grupos políticos afrontan una reestructuración
La carrera hacia las elecciones europeas solía empezar un par de meses antes de la cita con las urnas y se centraba en la configuración de las listas nacionales de cada partido. Pero el varapalo político que recibió la semana pasada Viktor Orbán en el Parlamento Europeo, que puso en marcha el mecanismo para imponer sanciones disciplinarias a Hungría por poner en peligro los valores fundamentales de la UE, ha desencadenado la batalla antes de lo previsto. El Partido Popular Europeo celebra este miércoles una cumbre en la que intentará recuperar la unidad perdida tras la votación sobre Orbán.
La decisión del Parlamento de impulsar un proceso disciplinario contra las cuestionadas políticas del dirigente húngaro ha descoyuntado a la principal familia política del hemiciclo, un PPE que votó completamente dividido. Pero el impacto se ha hecho sentir también en el resto de grupos (otros seis en total, más los no inscritos) y todos se preparan para la posibilidad de una profunda reconfiguración del Parlamento tras los comicios del 26 de mayo (la novena convocatoria desde 1979), que se anuncian como los más reñidos en 40 años. “La votación contra Orbán ha sido el pistoletazo de salida de la campaña de las europeas”, señala un veterano europarlamentario. “Todo el mundo ha empezado ya a tomar posiciones”, añade.
Los populares intentarán este miércoles recomponer la situación del partido durante un encuentro al más alto nivel en Salzburgo, previo al Consejo Europeo informal que se celebra en la misma ciudad austriaca. Pero las perspectivas de llegar a un consenso son escasas entre el bando de Orbán, partidario de cerrar las fronteras a la inmigración, y el de la canciller alemana, Angela Merkel, proclive a una política de asilo y migratoria más relajada. Fuentes populares no contemplan la implosión del grupo, pero reconocen que a lo más que pueden aspirar es “a parar el balón y confiar en que el juego se calme y pase la tormenta”.
El clima político europeo, en cambio, apunta a todo lo contrario. La migración se ha transformado en la cuña que separa la Unión Europea tras una década de crisis económica en que las políticas de austeridad impuestas por Merkel habían debilitado el espíritu de solidaridad entre los socios comunitarios. Un espíritu roto tras el pánico alimentado por políticas xenófobas como las de Orbán o Matteo Salvini, ministro italiano del Interior.
La tensión repunta por momentos, desde el choque en público el pasado viernes de Salvini con el ministro de emigración de Luxemburgo hasta las críticas del Gobierno austriaco (que preside este semestre la UE) al de Pedro Sanchez, acusado por Viena de relajar el control de las fronteras en detrimento de todo el club comunitario.
Integración y migración
El voto sobre Hungría ha visualizado y agravado las diferencias en torno a temas como la integración europea y la migración. Una polarización que el presidente francés, Emmanuel Macron, empieza a explotar para arrebatar el centro a las dos grandes familias tradicionales (democratacristianos y socialdemócratas). Macron pugna ya por convertir los comicios europeos en un cara a cara entre el discurso europeísta, que aspira a liderar, y la ultraderecha encarnada por Orbán o Salvini. El francés espera repetir a escala europea el cara o cruz que tan bien le vino en las elecciones francesas para derrotar al Frente Nacional de Marine Le Pen.
Los sondeos apuntan a que los dos bloques principales de la Eurocámara (PPE y Socialistas) ya no sumarán una mayoría absoluta en el próximo hemiciclo (ahora cuentan con 442 escaños de 751). Por primera vez en 40 años, los dos grandes grupos no tendrán más del 50% de los escaños, según los pronósticos a ocho meses vista.
El tercer grupo de la Cámara, los conservadores eurorreticentes de ECR, perderá a su delegación más numerosa, la británica, tras la salida del Reino Unido de la UE, prevista para dos meses antes de las elecciones. Y los tradicionales grupos bisagra proeuropeos, Liberales y Verdes, oscilan entre la tentación de virar hacia Macron o hacia la izquierda, respectivamente, y el riesgo de la irrelevancia.
El grupo euroescéptico (Europa de la libertad) y el de extrema derecha (Europa de las Naciones) también apuntan a una reestructuración, tras la salida de los británicos de UKIP en el primero y la preponderancia de la Liga de Salvini en el segundo, quien ha condenado al olvido, al menos momentáneamente, a la líder francesa Marine Le Pen.
El voto sobre Hungría dio un primer aperitivo de las líneas divisorias que pueden marcar la próxima legislatura, en la que el arco parlamentario podría quedar configurado por la posición de los grupos en torno a asuntos tan esenciales como la integración política del continente o el mantenimiento de los principios democráticos y del Estado de derecho como señas de identidad innegociables de la Unión Europea. La irrupción de Macron y la posible emergencia de un potente grupo de extrema derecha trasciende el habitual debate entre europeístas y euroescépticos y apunta más bien a un choque entre modelos europeos. La respuesta será muy distinta en función de que el 26 de mayo se imponga la Europa de Merkel, la de Macron, la de Salvini o la de Varoufakis.
Los socialistas parten descabezados
La cuenta atrás hacia las elecciones al Parlamento Europeo (mayo de 2019) también se ha precipitado por la designación de aspirantes a la presidencia de la Comisión Europea, un sistema bautizado con el término alemán spitzenkandidat (candidato principal) y estrenado en 2014 apenas dos meses antes de los anteriores comicios.
Esta vez, el proceso se ha adelantado y el PPE ya ha iniciado sus primarias (con el alemán Manfred Weber como primer aspirante) y espera elegir a su candidato a primeros de noviembre. Los socialistas lo harán en diciembre, pero sigue sin perfilarse un liderazgo claro. El aspirante más claro, el vicepresidente de la Comisión Europea, el eslovaco Maros Sefcovic, apenas es conocido fuera de su país. Otra vicepresidenta, la italiana Federica Mogherini, tiene algo más de proyección pero ha rechazado la posibilidad de presentarse. Y el holandés, Frans Timmermans, y el francés, Pierre Moscovici, que parecen interesados en el puesto, cuentan con escasos apoyos en sus propios países.
En otros grupos, como los liberales de ALDE (donde milita Ciudadanos) o Izquierda Unitaria (del que forma parte Podemos), la propia selección ha abierto una brecha entre quienes abogan por concurrir a las elecciones con una cabeza de lista europea y quienes prefieren mantenerse al margen de un proceso con incierto recorrido.
Tampoco han prosperado, al menos hasta ahora, los intentos de Macron de forjar una suerte de internacional liberal europea ni los del ex ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, de aglutinar a los partidarios un viraje hacia la izquierda. El punto en común del fracaso, según fuentes de ambas familias, parece ser la arrollante personalidad de los dos políticos, poco dados a compartir liderazgos o a aceptar la convivencia que requiere la formación de un grupo político paneuropeo.
El grupo del Partido Popular, que en teoría parte dividido por el conflicto con la Hungría de Orbán, observa no sin cierta ironía la situación del resto. Y algunos populares no ocultan su satisfacción por el hecho de que en este inicio de la carrera solo se hable del PPE. Mal, reconocen. Pero se habla, añaden.
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