Macron intenta desactivar las protestas con un debate nacional sobre reformas
El presidente publica una “carta a los franceses” donde propone negociar un “nuevo contrato para la nación”
Emmanuel Macron ha mostrado por fin sus cartas para hacer frente a la crisis de credibilidad y de gobierno que tanto lo ha desgastado desde que surgiera la protesta social de los chalecos amarillos, hace dos meses. Se trata, más bien, de una sola carta —la que dirige, de puño y letra, “a los franceses” y que reproduce la prensa francesa este lunes— y de una estrategia: la propuesta de un “gran debate” que arrancará el martes en todo el país. De ese diálogo nacional, que se prolongará durante dos meses, deberá surgir un “nuevo contrato para la nación” tanto a nivel doméstico como europeo. El presidente francés asegura que “no habrá preguntas prohibidas”, aunque a la par advierte de que hay ciertos límites que no está dispuesto a traspasar. Más allá de asegurar que serán "analizadas y enviadas al presidente", el Gobierno no ha precisado tampoco cómo se procesarán las propuestas. Aspectos estos por los que esta iniciativa inédita ya ha empezado a recibir críticas antes de su puesta en marcha y de cuyo resultado dudan muchos, lleven chaleco amarillo o no.
El objetivo de Macron es “transformar la cólera en soluciones”. Los pasos dados hasta ahora —desde la suspensión de la tasa a los hidrocarburos que desató las protestas a mediados de diciembre a unas medidas para mejorar el poder adquisitivo por unos 10.000 millones de euros— no han servido para apaciguar los ánimos. La cólera sigue ahí, como se vio el pasado sábado, cuando más de 84.000 chalecos amarillos salieron de nuevo a las calles, una cifra que vuelve a crecer tras el parón de las navidades. Consciente del desafío que implica, el mandatario plantea para el debate nacional una treintena de preguntas agrupadas en cuatro grandes ejes: fiscalidad y gasto público; organización del Estado y los servicios públicos; transición ecológica y, finalmente, la cuestión de la “democracia y la ciudadanía”. Este último recoge preguntas sobre la modalidad de voto —“¿hay que reconocer el voto en blanco?” “¿debe ser el voto obligatorio?”—, la laicidad o la inmigración. También abre la puerta al debate sobre un referéndum de iniciativa ciudadana, uno de los grandes reclamos de los chalecos amarillos.
“Pienso que de este debate puede salir una clarificación de nuestro proyecto nacional y europeo, de nuevas maneras de mirar hacia el futuro, nuevas ideas”, escribe el presidente francés en su carta. “Vuestras propuestas permitirán construir un nuevo contrato para la nación, estructurar la acción del Gobierno y del Parlamento, pero también las posiciones de Francia a nivel europeo e internacional”, agrega.
Un debate con límites
Hay sin embargo bastantes líneas rojas en ese diálogo. Sin mencionarlas específicamente, Macron deja claro que no piensa dar marcha atrás en las reformas emprendidas en el año y medio largo que lleva en el Elíseo. Es decir, que de reimplantar el impuesto sobre las fortunas (ISF), como reclaman los chalecos amarillos y algunos partidos, ni hablar. “No se convoca a todos los franceses a un debate prohibiéndoles hablar del ISF. Las conclusiones deben ser las de los franceses, no las previstas por el presidente”, criticó el líder socialista, Olivier Faure, cuya formación reclama un referéndum sobre el retorno de este impuesto, cuya eliminación le valió a Macron el sobrenombre desde la izquierda del “presidente de los ricos”. El debate tampoco permitirá cuestionar logros sociales como la abolición de la pena de muerte o el matrimonio homosexual, según el portavoz del Gobierno, Benjamin Griveaux. Y otra línea roja final: “Esto no es ni una elección ni un referéndum” sobre su persona, subraya Macron.
La prensa francesa considera que Macron arriesga mucho en esta última jugada. La misiva y el debate son una apuesta “peligrosa” con la que el mandatario busca “salvar los tres años que le quedan en el Elíseo”, opina Libération. También Le Monde cree que “es su última oportunidad de no ver el resto de su mandato paralizado”. Pero el riesgo es alto, advierte: “Si el jefe de Estado decide, finalmente, no retener del debate nacional más que las migajas o medidas cosméticas, se expondrá inmediatamente —en las elecciones europeas del 26 de mayo— a sufrir una desaprobación más grave aún que la actual”.
Un formato inédito
Tanto la carta como el debate abren grandes interrogantes en Francia. Hasta ahora, solo dos presidentes habían escrito sendas cartas a los franceses, François Mitterrand y Jacques Chirac, pero ambos se limitaron a anunciar que se presentaban a su reelección. El debate empieza además con mal pie: la encargada de orquestarlos, la antigua presidenta de la Comisión Nacional del Debate Público, Chantal Jouanno, dimitió la semana pasada tras conocerse que percibía un salario mensual de más de 14.000 euros. En su lugar, el primer ministro, Édouard Philippe, encargado de los detalles técnicos de la cita nacional, nombró este lunes a la secretaria de Estado de Transición Ecológica, Emmanuelle Wargon, y al ministro delegado de Colectividades Territoriales, Sébastien Lecornu, como coordinadores de las consultas. La primera lo hará con la sociedad civil y el segundo, con los cargos públicos.
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