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Israel ordena la evacuación de más de un millón de civiles de Rafah para “destruir” a Hamás

Netanyahu desoye los llamamientos de la comunidad internacional, incluido EE UU, para que evite el desastre humano que supondrá esa operación en el sur de la Franja

Rafah
Varias personas recogían este viernes los enseres de una vivienda bombardeada en Rafah, en la franja de Gaza.IBRAHEEM ABU MUSTAFA (REUTERS)

Israel ha anunciado este viernes un movimiento de gran calado en la guerra de Gaza. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, ha decidido llevar sus tropas por tierra hasta Rafah, en el extremo sur del territorio, para acabar de ocupar totalmente la Franja. No es la primera vez que se anuncia ese avance de los militares en los últimos días. Pero, al mismo tiempo, la operación contempla la evacuación de más de la mitad de la población del enclave (unos 2,3 millones de personas en total), que se amontonan, la inmensa mayoría, como desplazados internos desde el norte y el centro del enclave, en un área que linda con la frontera egipcia, que hace de tapón.

“Es imposible lograr el objetivo de la guerra sin eliminar a Hamás y dejando cuatro batallones de Hamás en Rafah”, argumentó un comunicado de la oficina del primer ministro hecho público la tarde de este viernes, coincidiendo con el comienzo de la festividad semanal del sabbat. “Por el contrario, es evidente que la intensa actividad en Rafah exige que los civiles sean evacuados de las zonas de combate”, añade el texto. Netanyahu ha pedido que las Fuerzas de Seguridad presenten al Gabinete un “plan combinado” que permita “destruir los batallones” de los islamistas y, al mismo tiempo, proceder a sacar a los civiles de esa misma zona. Se trata de una tarea muy compleja sobre la que el comunicado no ofrece ningún detalle.

Para la Autoridad Nacional Palestina (ANP), el paso dado por Israel confirma la idea, tan aireada desde el principio de la guerra, de que todo forma parte de un plan para expulsar a los habitantes fuera de Gaza. Así lo ha expresado la oficina del presidente Mahmud Abbas a través de un comunicado de “condena” y “rechazo” emitido en respuesta al anuncio de Netanyahu. Se trata de “una amenaza real” por parte israelí “destinada a desplazar al pueblo palestino fuera de su tierra”, según el texto publicado por la agencia oficial palestina Wafa. La ANP asegura que “el pueblo palestino no abandonará su tierra y no aceptará ser desplazado forzosamente de su patria”, al tiempo que pide el amparo de Naciones Unidas.

Todas las miradas se centran desde hace días en Rafah, que puede convertirse en un nuevo campo de batalla en la franja de Gaza. Ajenas a los llamamientos de la comunidad internacional, tanto a nivel diplomático como humanitario, las tropas de Israel mantienen desde el aire y con artillería los ataques sobre esta población del sur del enclave. Al menos ocho personas, varias de una misma familia, perecieron cuando su casa fue bombardeada este viernes, según las autoridades sanitarias. Mientras, los militares siguen desplegados en la vecina Jan Yunis, una decena de kilómetros más al norte y principal escenario bélico en las últimas semanas.

“La situación en Rafah es extraordinariamente preocupante y se está volviendo cada vez más tensa y confusa. Se han intensificado los bombardeos cerca de donde operamos”, en Tel Al Sultan, un campo de refugiados junto a la ciudad. Así lo ha asegurado este viernes el máximo responsable de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés), Philippe Lazzarini, en un encuentro con un grupo de periodistas en la sede en Jerusalén la mañana del viernes. “Una operación militar a gran escala sería un desastre total. Tienes kilómetros de personas en la calle buscando un mínimo refugio, cuando sabemos que hay 100.000 personas entre muertos, heridos y desaparecidos tras cuatro meses de operación en zonas urbanas antes de que la gente estuviera en la calle […] Solo puede añadir otra capa a esta tragedia sin fin”, agregó Lazzarini.

El anuncio de Netanyahu se produce poco después de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, afirmara el jueves que la reacción militar de Israel a los ataques de Hamás del 7 de octubre, cuando fueron asesinadas unas 1.200 personas, está siendo “exagerada”. Casi 28.000 habitantes de Gaza han muerto por ataques de Israel en la Franja desde que ese día comenzara la contienda. EE UU, el principal aliado internacional de Israel, teme que la actual crisis humanitaria y el número de víctimas de la guerra se dispare si las tropas llegan por tierra a Rafah.

Otra evacuación a gran escala, como la que estudia ahora Israel, se produciría en condiciones distintas a la que ordenó desde finales de octubre a los 1,1 millones de habitantes del norte, muchos de los cuales están justo ahora en Rafah. “¿Cómo mueves cientos de miles de personas porque quieres entrar en la ciudad? No lo sé. Si los llevas al medio de la nada, ¿con qué instalaciones? ¿Qué acceso al agua, las instalaciones médicas, que ya están bastante dañadas? No me parece que tenga mucho sentido”, señalaba el secretario general de la UNRWA, que acaba de perder 16 países donantes por las alegaciones israelíes de la supuesta implicación de 12 de sus empleados locales en el ataque de Hamás.

La evacuación no solo sería distinta desde la perspectiva logística. También desde la psicológica. Lazzarini ha dado cuenta de su percepción hace tres semanas, en el último de sus cuatro ingresos a Gaza durante la guerra. “Me impactó mucho el cambio en la psique de la gente. En los primeros dos o tres meses de la guerra, escapaban de la destrucción y se iban moviendo de un sitio a otro. La última vez los vi en la resignación, como si se hubiesen rendido, sin brillo en los ojos, exhaustos, sucios. Como en piloto automático de supervivencia”, relata el responsable de la UNRWA.

La zona de Rafah alberga cuatro veces más gente que antes de la guerra y cientos de miles viven en un mar de tiendas de campaña que se extiende desde la frontera con Egipto (en las imágenes se pueden ver tiendas a escasos metros de la valla fronteriza) hasta Deir Al Balah, unos 20 kilómetros más al norte.

Mientras, Estados Unidos, además, trata de encauzar al primer ministro Benjamín Netanyahu por la senda de un acuerdo de alto el fuego con Hamás. El secretario de Estado, Antony Blinken, ha puesto fin a su quinta gira regional durante la presente contienda sin llevarse aparentemente nada positivo en ese aspecto del Ejecutivo israelí. Mientras, Egipto y Qatar tratan de que las negociaciones no se pierdan manteniendo contactos directos con Hamás en El Cairo. Algunos analistas israelíes consideran, en todo caso, que Netanyahu trata de nadar y guardar la ropa. Por un lado, rechazó de forma tajante la propuesta de Hamás de una tregua e intercambio de rehenes por prisioneros palestinos y mantiene vivo su Gobierno gracias a ministros que le hacen de oposición interna, enfrentándose abiertamente a la Administración de Biden. Por otro, intenta mantener a su lado a los moderados del Gabinete.

Detrás de esa decisión militar sobre si hacer de Rafah otro Jan Yunis se encuentra, además, el problema de la liberación de los 136 rehenes que siguen en Gaza y cuya vuelta a casa es uno de los pilares sobre los que giran las negociaciones de un alto el fuego.

El Tribunal Internacional de Justicia de la ONU, en el caso de la demanda sobre genocidio presentada por Sudáfrica contra Israel, dictaminó el pasado 26 de enero como medida cautelar la obligación del Estado de Israel y su ejército de evitar “con efecto inmediato” la muerte de palestinos de Gaza, cualquier atentado contra la integridad física o mental de estos, el sometimiento intencional de ese grupo a condiciones de existencia que puedan comportar su destrucción física total o parcial, así como cualquier medida para impedir los nacimientos entre sus integrantes.

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