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El Brexit condena a una generación de jóvenes en el Reino Unido

Cinco años después, tres de cada cuatro jóvenes culpa a esa decisión de limitar sus posibilidades de estudiar o viajar por el continente. Bruselas ofrece un Esquema de Movilidad Juvenil que Starmer rechaza

Duncan Mallett, Jerves Aroda, Andrea Yanguas, Carlota Lalueza y Mateo Maceira, a finales de febrero en Londres.
Duncan Mallett, Jerves Aroda, Andrea Yanguas, Carlota Lalueza y Mateo Maceira, a finales de febrero en Londres.Rafa De Miguel
Rafa de Miguel

Duncan Mallett podría mezclarse entre miles de personas y nadie dudaría que de todos ellos, por su aspecto, él es el inglés. Nació hace 20 años en la pequeña localidad de Eye, en el condado de Suffolk, en el sureste del Reino Unido. Territorio Brexit. Un 55% de sus habitantes respaldó en 2016 la salida del país de la Unión Europea. Sus padres son agricultores, y gestionan una finca de 850 hectáreas (casi nueve kilómetros cuadrados). Duncan conoce mejor que nadie ese sentimiento endiablado de hostilidad hacia Bruselas de la Inglaterra profunda. Y, aun así, le revienta el Brexit.

“Siempre lo he considerado algo contrario a la prosperidad y a la especialización. Desde pequeño me vi a mí mismo viajando y viviendo en la UE. No sé… en Fráncfort, en Múnich… Ahora sé que eso es muy difícil. El Brexit ha limitado por completo mi movilidad. Empiezo a pensar que me va a ser más fácil viajar a Estados Unidos que a Europa”, se lamenta. Duncan estudia Ciencias Actuariales y Finanzas en la Bayes Business School de Londres.

Jerves Aroda, de 18 años, se expresa de modo preciso y claro con acento londinense. Su familia llegó desde Uganda a la capital británica. Estudia Ingeniera Civil y de Infraestructuras en la City University of London. “Siempre he querido trabajar fuera de este país, porque aquí no creo que haya tantas oportunidades como en el resto de Europa, o incluso en Oriente Próximo. Mi sueño era viajar a Alemania, donde tienen unas facultades de ingeniería estupendas. O Suiza. Me hubiera encantado vivir o trabajar allí, pero creo que ahora es prácticamente imposible, al haber perdido todos los derechos que teníamos como miembros de la UE. Incluso la idea de un año sabático en Europa, donde tengo familia, es imposible. Me resultaría más fácil hacerlo en Estados Unidos”, cuenta Aroda.

La juventud traicionada

Cuando el pasado 31 de enero se cumplieron cinco años de la entrada en vigor del Brexit, la empresa YouGov publicó una amplia encuesta en la que un 55% de los británicos se lamentaba de la salida de la UE. El dato más triste del sondeo, sin embargo, era que tres de cada cuatro jóvenes de los que no tenían edad para votar en el referéndum de 2016 culpan ahora a esa decisión de haber hipotecado, casi arruinado, su futuro.

En 2011, según datos de la Oficina Nacional de Estadística del Reino Unido, casi 400.000 británicos de entre 15 y 49 años habían vivido durante más de un año en algún país del territorio Schengen, donde impera la libertad de movimiento de personas de la UE. Diez años después, ya no era posible realizar esa escapada durante más de 90 días, y solo como turista, sin posibilidad de trabajar.

“Los que vivimos en Londres sabemos que se trata de una ciudad multicultural, que se beneficia enormemente de la presencia de extranjeros. Que nos separen de esa realidad es algo que sencillamente arruina nuestro futuro”, protesta Andrea Yanguas. Tiene 19 años, y lleva más de 10 viviendo en el Reino Unido. Estudia Ciencias Políticas en el King’s College de Londres.

Como ella, otros muchos jóvenes españoles que lograron poner un pie al otro lado del canal de la Mancha antes de que el Brexit frenara en seco esa aventura, se expresan ahora con irritación. Disfrutan del llamado EU Settlement Status, un permiso de residencia permanente al que pudieron acceder millones de ciudadanos comunitarios que vivían en el Reino Unido antes del divorcio con la UE. Pero lo que para muchos otros que se han quedado fuera es un privilegio, para ellos tiene algo de prisión. Si quisieran estudiar en España, o en otro país de la UE, perderían la ventaja adquirida.

“Yo logré mis papeles de residencia permanente justo antes de matricularme en la universidad, y aun así me resultó mucho más complicado que a mis compañeros ingleses acceder a la ayuda financiera”, explica Carlota Lalueza, de 19 años, que estudia Ingeniería Aeroespacial en el City University of London. Como otros estudiantes británicos, ha recibido un préstamo anual de casi 11.200 euros, el precio de la matrícula, que deberá devolver cuando empiece a trabajar. “Me exigieron mucha información y burocracia adicional. Y también me vi forzada a decidir si permanecía aquí, para no perder la oportunidad, o si me iba a estudiar a España o a algún otro país de Europa”, cuenta resignada.

“Fui de los últimos en obtener el pre-settlement [el permiso provisional de residencia, que pasaría a ser definitivo a los cinco años]. Mi hermana pequeña, por ejemplo, que sigue en España, ya no va a tener las mismas oportunidades que yo. Por eso he decidido quedarme, para poder optar a la ciudadanía y ayudarle a venir”, cuenta Mateo Maceira, de 20 años, que estudia Económicas y Empresariales Internacionales en la Universidad de Greenwich.

La propuesta de la UE

Ante la llegada al poder del Partido Laborista de Keir Starmer, en julio del año pasado, después de 14 años de agrias batallas con anteriores gobiernos conservadores, la UE pensó que era el momento de dar una oportunidad a los jóvenes. Planteó al nuevo Ejecutivo británico el llamado Esquema de Movilidad Juvenil. Era un plan similar al que el Reino Unido disfruta ya con otros países, como Australia. Permitiría vivir, estudiar y trabajar a ambos lados del canal por un periodo de cuatro años a los menores de 30.

Hasta la fecha, temeroso de la posible reacción de la derecha populista que lidera Nigel Farage, el primer ministro Starmer ha rechazado tajantemente esa propuesta, a pesar de su voluntad expresada de propiciar un reinicio de las relaciones con la UE.

“Cuando alguien viene a Londres y se queda a trabajar aquí durante dos, tres o cuatro años antes de regresar a su país de origen, vuelven enamorados de Londres. Y cuando acaban convirtiéndose en un alto ejecutivo o en un inversor, recuerdan su amor por esta ciudad”, explica a EL PAÍS Sadiq Khan, alcalde laborista de la capital británica y una de las voces de la izquierda que aún reniega sin pudor del Brexit. “Y además son jóvenes. No abusan de los servicios públicos, no se ponen enfermos… y nosotros nos beneficiamos de su contribución al crecimiento de la ciudad gracias a su trabajo”, defiende Khan.

Mallett, Aroda, Yanguas, Lalueza o Maceira son conscientes de que su deseo de un nuevo referéndum es hoy algo impensable. Habrá que esperar al menos 20 años más. Pero no entienden por qué hay resistencia a la propuesta de movilidad juvenil: “Si el Gobierno tiene miedo, que piense en el efecto positivo a largo plazo (…) Si me voy a estudiar a Europa, traeré de vuelta mi experiencia y talento para ayudar a construir aquí un sector potente de ingeniería civil”, promete Aroda.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.
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