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El Supremo paraliza el cese del jefe de los servicios secretos aprobado por el Gobierno de Netanyahu

El responsable del Shin Bet acusa al primer ministro de despedirlo por intereses personales y de haber negociado con Hamás de mala fe. El Ejecutivo pone ahora en la diana a la consejera jurídica

El jefe del Shin Bet, Ronen Bar, a la derecha, junto con el jefe del Estado Mayor de Israel, Eyal Zamir, en una reunión de evaluación de la situación de seguridad, este viernes.
Antonio Pita

El Tribunal Supremo de Israel ha paralizado temporalmente este viernes el cese de Ronen Bar, jefe de los servicios de inteligencia en el país y en los territorios palestinos (el llamado Shin Bet) desde 2021. La decisión supone un revés para el Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu, que había aprobado la destitución de Bar esta misma madrugada por unanimidad. Es el primer despido de un jefe del Shin Bet desde la creación de Israel en 1948, y viene generando indignación y alimentando manifestaciones desde su anuncio el domingo.

El tribunal ha respondido con rapidez a una petición efectuada esta misma mañana por los cuatro principales partidos judíos de oposición (Yesh Atid, Unidad Nacional, Israel Beitenu y Los Demócratas), cuyos líderes se unieron a una protesta multitudinaria el pasado miércoles para acordar ir de la mano en el asunto. La paralización que decreta es, no obstante, temporal: para poder escuchar las peticiones contra el despido hasta, como máximo, el 8 de abril. La intención del Gobierno era que Bar permaneciera en el puesto hasta el 10 de abril o hasta el nombramiento de su sustituto, pero ese proceso queda ahora a expensas de la decisión judicial.

Un policía agarra por el cuello a un asistente a la manifestación contra Netanyahu, este viernes en Jerusalén.

El principal argumento de la demanda presentada por la oposición es el “grave conflicto de intereses” que alimenta el despido tras los acontecimientos de las últimas tres semanas. Uno es la difusión por el Shin Bet de los resultados de su investigación sobre las responsabilidades por el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023 que dejó 1.200 víctimas mortales en territorio israelí. Esa investigación daba mucha importancia, a la hora de señalar elementos que favorecieron el ataque, a que Netanyahu hubiese permitido a Qatar entregar fondos al Gobierno del partido-milicia islamista en Gaza para la reconstrucción posterior a anteriores ofensivas israelíes.

El otro presunto conflicto de intereses, más grave y reciente, es que los servicios secretos acaban de abrir una investigación para determinar si varios asesores de Netanyahu cobraron para mejorar la imagen de Qatar —un aliado de Hamás con el que Israel carece de relaciones diplomáticas— de cara al Mundial de Fútbol de 2022.

Es por este contexto que el cese de Ronen Bar —junto con la ruptura del alto el fuego y la reanudación de los bombardeos masivos en Gaza, que han matado en cuatro días a más de medio millar de palestinos— ha ido alimentando esta semana un notable enfado hacia Netanyahu. Parte de la población israelí percibe ambas medidas bajo la misma óptica: Netanyahu las ha adoptado por su propio beneficio e interés político. Una encuesta publicada este viernes por el diario Maariv muestra la división nacional en torno al despido de Bar, como sucede desde hace años con el grueso de las decisiones de Netanyahu. Un 46% ve motivos políticos, frente a un 40% que lo considera justificado. El 14% restante está indeciso.

Una carta, también inédita en la historia del país, ha aumentado este viernes la polémica. La difundió de madrugada Bar, que ha elegido morir matando. Primero no acudió a la reunión gubernamental de su defenestración, pese a estar convocado. Luego hizo pública la misiva, cargada de combustible para los críticos del primer ministro derechista, en particular teniendo en cuenta que la firma uno de los principales responsables, durante casi año y medio, del diálogo que parió las dos treguas con Hamás: el de noviembre de 2023 y el que comenzó en enero de 2025 y Netanyahu dinamitó esta semana. El primer ministro excluyó recientemente del equipo negociador a Bar y al máximo responsable del servicio de inteligencia en el exterior (Mossad), David Barnea, para poner al frente a su mano derecha, Ron Dermer.

“La búsqueda de la verdad”

En la carta, Bar asegura que su despido está “totalmente contaminado por conflictos de intereses” y sustentado en “afirmaciones generales, lacónicas e infundadas” que “parecen ocultar” los verdaderos e “impropios” motivos: “impedir la búsqueda de la verdad” en torno a los errores que facilitaron el ataque del 7 de octubre de 2023 y los “asuntos graves” que investiga el Shin Bet, en referencia al ya bautizado en Israel como Qatargate. También justifica su ausencia de la reunión del Ejecutivo alegando que carecía de “las disposiciones y normas legales relativas a la conclusión del contrato de trabajo de cualquier empleado, mucho menos de un alto funcionario, y especialmente del director del Shin Bet”.

Pero, sobre todo, subraya que la justificación para su cese (”continuada desconfianza”, en palabras de Netanyahu) carece de sentido, dado que el último acuerdo de alto el fuego en Gaza se materializó hace apenas dos meses gracias a una operación que él dirigió “personalmente” y Netanyahu apoyó. “A menos que —añade— la verdadera intención, que aparentemente no comprendí, fuera llevar a cabo negociaciones sin llegar a un acuerdo real“.

Benjamín Netanyahu testifica en uno de sus juicios por corrupción, el pasado día 12 en Tel Aviv.

Hamás ha recurrido a esta última frase para reivindicarse. En un comunicado difundido este viernes, la define como una muestra de la “manipulación deliberada de las negociaciones” por parte de Netanyahu y sus “esfuerzos para sabotear cualquier acuerdo y socavarlo, una vez alcanzado, por sus propios intereses políticos”.

Una vez abierta la caja de Pandora, los males para Netanyahu han ido saliendo en forma de ajustes de cuentas por antiguos jefes de Shin Bet durante sus legislaturas. Yoram Cohen lo lideró entre 2011 y 2016 y el jueves aseguró en un conocido programa de televisión que el primer ministro le pidió “cosas ilegítimas y legalmente cuestionables” en más de una ocasión. Tanto a él como a su sucesor hasta 2021, Nadav Argaman, quien fue tan lejos la semana pasada que fue interrogado el jueves por la policía. Netanyahu presentó una denuncia judicial contra él por presunto chantaje, después de que amenazase en una entrevista televisiva con tirar de la manta. “Está claro que tengo amplios conocimientos que puedo aprovechar […] De momento mantengo en secreto todo lo ocurrido entre el primer ministro y yo. [Pero] Si el Estado de Israel, o si yo concluyo, que ha decidido actuar en contra de la ley, entonces no tendré más opción y diré todo lo que sé y me he abstenido de contar hasta ahora”, remarcó.

La próxima presa del Gobierno es la consejera jurídica, Gali Baharav-Miara, un cargo técnico de gran peso que lleva tiempo en el punto de mira de de los socios más ultraderechistas de Netanyahu. Principalmente desde la contestada reforma judicial que el primer ministro lanzó al comienzo de 2023 y que quedó en un cajón tras el ataque de Hamás. El lunes, Baharav-Miara pidió paralizar el despido de Bar hasta que se aclaren “sus fundamentos fácticos y jurídicos”. Fue ignorada, y este viernes se ha sabido que el Gobierno tiene previsto debatir una moción de confianza contra ella en la reunión semanal del Consejo de Ministros del domingo. Sería el primer paso para su despido.

En el documento justificativo, el ministro de Justicia y arquitecto de la reforma judicial, Yariv Levin, la acusa de guiarse por criterios políticos, no jurídicos, y de “actuar como el largo brazo de los manifestantes antigubernamentales y no escatimar medios para frustrar la voluntad del votante”.

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Sobre la firma

Antonio Pita
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.
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