Una tarea para la diplomacia: cómo se recupera el patrimonio antiguo cuando dos países discrepan
Tres embajadores cuentan cómo se negocia la restitución de bienes culturales cuando no existe un catálogo de los objetos saqueados. La Secretaría de Cultura asegura que más de 5.000 piezas han regresado en lo que va de sexenio a México
El penacho de Moctezuma, un tocado que hace cinco siglos vistió, supuestamente, el emperador mexica, se exhibe dentro de una vitrina sellada en Viena; Italia conserva tres códices prehispánicos: el Cospi, el Fiorentino y el Magliabecchiano; a finales de enero la firma Millon recaudó más de 133.000 dólares en una subasta en Francia que el Gobierno mexicano había pedido frenar. El penacho no regresará al país, al menos en el corto plazo, porque las autoridades del museo que lo conservan creen que “es parte del ADN de los austriacos”; México ha recibido copias facsimilares de los códices, pero los originales permanecen en Bolonia y Florencia por su fragilidad; las piezas comercializadas abultan colecciones privadas pese a las denuncias.
Los reclamos para recuperar estas piezas y otras están en el centro de la disputa entre México y otros países. La recuperación de objetos lleva años en la agenda, pero el interés de la actual Administración y la revisión que se está dando en países como Francia o Alemania impulsan aún más estas peticiones. Alejandro Celorio, consejero de la Cancillería y encargado de coordinar la estrategia jurídica para el regreso de estos bienes, explica que el primer paso para que vuelvan es demostrar quién tiene derecho sobre ellos. “Ahí empiezan las complejidades”, señala, porque “a un argumento del Estado mexicano siempre viene una respuesta”: “Lo complejo y frustrante es que, a diferencia de un vehículo, estas piezas no tienen título de propiedad. Nosotros decimos ‘todas son mías’, y en el extranjero dicen ‘quien la tiene es el legítimo propietario”.
Un ejemplo: el reclamo del penacho de Moctezuma. El Gobierno austriaco argumenta que el tocado está en un estado “demasiado frágil” y trasladarlo implicaría su destrucción. “Habrá especialistas que digan que no es verdad, que no se destruye, pero yo en lo personal no quisiera ser responsable de que se destruya en el traslado”, apunta Celorio. En todo caso, antes de siquiera pensar en moverlo, Austria debería reconocer que México es propietario del tocado. Y la cuestión, entonces, se torna “muy jurídica”. “No se puede imponer la ley mexicana [de 1972, que establece que la exportación de estos bienes es un delito]”, señala Celorio.
Aunque parezca una discusión estanca, el consejero jurídico apunta que la Secretaría de Relaciones Exteriores sigue trabajando en los argumentos. Austria ha propuesto “compartir el patrimonio cultural sin tener que moverlo”. Pero para el Gobierno mexicano no es suficiente: “Si yo tuviera una instrucción de negociar con Austria, que no la tengo, [la solución] sería tratar de recuperarlo”, zanja el consejero. En tres años de Gobierno, y según la Secretaría de Cultura, la actual Administración ha recuperado más de 5.000 artefactos. Pero la diplomacia puede ser un camino largo, y con algunos países e instituciones se da mejor que con otros.
En Francia, el mayor reto para negociar es la propia ley francesa, que reconoce como dueño al poseedor del bien y asume su buena fe. Blanca Jiménez, embajadora de México en París, lo resume: “Todo lo que esté en sus museos es propiedad de ellos”. Jiménez explica que si México consiguiera demostrar que una determinada pieza es un botín de guerra, entonces tendría más oportunidades, pero “faltan elementos” para construir casos así. De todos modos, Jiménez valora el “apoyo” del Gobierno de Francia. “El tema es el sector privado”, aclara.
Las casas de subasta en París se amparan en la legislación local cada vez que ponen en venta parte del patrimonio mundial. México firmó en julio una declaración de intenciones para “dificultar al máximo el comercio ilícito de patrimonio histórico y cultural mexicano” y ahora, además del aviso que la embajada hace a la UNESCO cada vez que hay una subasta, las autoridades informan a la Oficina Central para la Lucha contra el Tráfico de Bienes Culturales (OCBC, por las siglas en francés), un cuerpo policial que verifica la documentación de las piezas. Pero aun así estos eventos se organizan y las firmas recaudan millones de dólares, incluso cuando la autenticidad de los lotes es puesta en duda.
Para la embajadora, todavía hay que ir “un paso más adelante” y conseguir que se investigue cuándo y cómo las piezas salieron del actual territorio americano, que en muchos casos fue mediante el expolio. “Es un delito casi igual que comercializar armas, drogas, traficar con gente... Es un delito sumamente rentable”, apunta Jiménez.
Con mensajes así, las autoridades buscan sensibilizar, sobre todo, a aquellas personas que tienen en sus casas estos objetos o tienen la intención de comprarlos. Desde las embajadas, transmiten que “el daño que causan estas ventas es mayor que el lucro que generan”, que “no es un buen negocio” porque los objetos se convertirán eventualmente en “pasivos legales y económicos”, que “organizaciones terroristas usan este comercio para financiarse”.
Es la estrategia que mejor ha funcionado, según coinciden los diplomáticos entrevistados. Jiménez apunta a una incipiente tendencia: “Estamos viendo que el mercado se está moviendo hacia otro lado, donde no ha entrado esta conciencia, que es en Asia”. Las campañas cada vez más agresivas también han conseguido que propietarios de objetos patrimoniales los devuelvan voluntariamente, como las que este viernes regresaron a México desde Estados Unidos: una urna de barro, una máscara de roca, y un libro de 1715. “Si se pierde un bien de este tipo cultural o histórico, no solo pierde el país, pierde toda la historia”, insiste Jiménez.
La coyuntura también ayuda porque el debate político y social sobre la restitución se está dando en diferentes países. Alemania anunció que “a partir de 2022″ devolvería “cantidades sustanciales de los bronces de Benín”, bustos y relieves de los siglos XVI y XVII que fueron saqueados por colonos británicos y vendidos a distintos países occidentales. El presidente francés, Emmanuel Macron, ya había abierto en 2018 la puerta a devolver de forma masiva piezas expoliadas de África, cuyo patrimonio se encuentra en su mayoría fuera del continente. En noviembre, el país europeo restituyó finalmente a Benín un lote de 26 artefactos. Estos primeros gestos se acotan al continente africano, pero sientan un precedente y posibilitan la conversación en otros contextos.
Los términos en los que se plantean esos intercambios son cuidados con detalle por los diplomáticos mexicanos en el extranjero. No se habla de “tesoro arqueológico” por “quitar la noción Indiana Jones”, explica el embajador en Alemania, Francisco Quiroga. El valor que se le reconoce a las piezas es histórico. En el caso de los objetos que la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller reclamó en Europa para ser expuestos en las conmemoraciones de 2021 se habla de “traslado temporal” y no de “préstamo”. “No te pueden prestar algo que es tuyo”, señala el diplomático.
México pedía a Alemania, entre otros, el traslado del códice de Dresde, el manuscrito maya más antiguo y mejor conservado, según la UNESCO. Aunque no se llegó a un acuerdo sobre esa pieza, Quiroga cree que es “cuestión de tiempo”. “Quisimos hacer [que fuera] una oportunidad de concientización y de colaboración. Abrimos diálogos que fueron provechosos y nos van a dar buenos resultados en el futuro”, indica. El embajador se refiere a la posibilidad de robustecer los argumentos de México en el extranjero y quedar legitimados para futuras conversaciones. El Gobierno deberá autorizar ahora que estos artefactos que se encuentran temporalmente en México vuelvan a salir del territorio, y eso genera una conversación diferente.
Los bienes obtenidos durante la gira se muestran en la exhibición temporal La grandeza de México. Son casi 900 objetos traídos de Francia, Italia, Suecia y Estados Unidos, y otros tantos llegados desde diferentes Estados mexicanos. Allí se exponen, por ejemplo, cinco piezas de indumentaria sacerdotal hechas de seda, lino y plumas en el siglo XVIII y que se conservan en la iglesia Santa María en Vallicella de Roma. De Italia es todo lo que se ha conseguido traer temporalmente tras una negociación de meses. No se llegó a un acuerdo, en cambio, sobre los códices que reclamó Gutiérrez Müller, el Fiorentino, escrito en náhuatl, latín y castellano, y el Cospi, que revela los avances en matemáticas y astronomía de los nahuas. Esas negociaciones actualmente “están fuera de agenda”, dice Carlos García de Alba, embajador de México en Italia.
El diplomático reconoce al país europeo como “un referente” porque, a diferencia de otros Estados, Italia trabaja “activamente” para recuperar y restituir estos bienes. Desde 2013, ha devuelto más de 700 piezas a México, según el embajador. Es el Arma dei Carabinieri quien alerta a las autoridades mexicanas cuando se identifica un objeto que podría ser de origen prehispánico. Se trata de un cuerpo especializado en estas tareas, y que inspira al que el presidente Andrés Manuel López Obrador pretende crear dentro de la Guardia Nacional. Después, el Instituto Nacional de Antropología (INAH) debe corroborar el origen de los objetos y, si se determina que son patrimonio mexicano, inicia el proceso de repatriación.
Si desde 2013 hubo seis tandas de restituciones, para este año se esperan cuatro, asegura García de Alba. Los decomisos se hicieron en los últimos años y ahora están listos para ser regresados al país y catalogados por el INAH, que los incorporará en las colecciones nacionales al llegar a México. El éxito de estas negociaciones no depende de “una bala de plata”, una solución única, avisa el embajador en Italia. Y en cada país sucede de forma particular: “Son historias, legislaciones, culturas y sensibilidades distintas”.
Cuando no se consigue una restitución inmediata, hay otros pasos que se dan y que las autoridades mexicanas valoran importantes, como la localización o la identificación de las piezas, ya que un desafío importante que tiene México es que no existe un catálogo completo de todo el patrimonio saqueado. “No es desidia”, afirma Alejandro Celorio, “son tantas y quizás muchas salieron hace muchos años”. El consejero jurídico de la Cancillería no espera verlas a todas en México antes de que termine el sexenio: “Queremos que regresen, lo que se demore, pero que regresen”.
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