Los pies de Barbie
¿Cómo se las ha apañado la muñeca para tener tantas profesiones distintas si no puede ni sostenerse sobre sus propios pies, si no puede mantener una postura erguida como el resto de humanos?
Aunque de niña no jugué mucho con barbies, siempre que tenía una cerca me fijaba obsesivamente en sus pies. Me producía una angustia terrible ver lo pequeños que eran, los dedos diminutos, alineados en un ángulo tan geométrico, huecos en el talón. Pero lo más preocupante de esa representación de una mujer adulta era que esos pies, sin zapatos, no funcionaban, estaban diseñados expresamente para sostenerse encima de unos taconazos de vértigo, como si ya naciéramos con la anatomía adaptada a tan extraños artilugios. Entonces este tipo de muñecas no se articulaban como algunas ahora y contemplar el pie deformado me provocaba una fobia visceral que imagino parecida a la angustia de castración que, según el psicoanálisis, viven los varones de niños. Bueno, puede que esta lectura la haga ahora que sé que hay hombres que se excitan con los pies de las mujeres y haciendo cosas raras con esta parte de la anatomía femenina, pero lo que sí puedo recuerdo con claridad es la enorme turbación que experimentaba al darme cuenta de que la pobre Barbie nunca podría tener sus pies enteros en el suelo. ¿Cómo se las ha apañado para tener tantas profesiones distintas si no puede ni sostenerse sobre sus propios pies, si no puede mantener una postura erguida como el resto de humanos? No es raro imaginar que esta exitosa creación sea a imagen y semejanza, no de las mujeres reales en las que querrían convertirse las niñas que juegan con ellas, sino de una representación de todas las características sexuales que suele preferir un determinado tipo de hombre al que las mujeres simples y normales no solo no le gustan, sino que le repugnan. Lo que hace que la invención de este juguete tenga tintes tremendamente perversos.
En mi familia se usaba a menudo una expresión para que las mujeres no nos dejáramos vencer por el desánimo en circunstancias difíciles. Madres, tías y abuelas nos decían: levántate sobre tus propios pies. Es decir, que ya que tienes esa base que es tuya y de nadie más, tan útil para adoptar una verticalidad poderosa, úsala y recupérate así de los reveses de la vida. Siempre que estoy en situaciones en las que tengo que sobreponerme a una situación adversa, me viene a la cabeza esa expresión y la voz de esas mujeres me susurra de nuevo: levántate sobre tus propios pies. Claro que ellas se referían a unos pies sanos y normales, no a los que han sido diseñados para pervertidos fetichistas y zapatos de tacón imposibles.
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