_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

‘Guerra y paz’ en Ucrania

Frente a la búsqueda de razones históricas, políticas y hasta psicológicas del actual conflicto, siguen teniendo relevancia las reflexiones de la novela de Tolstói

Marineros de la flota rusa del mar Negro participan en un desfile en Sebastopol, en el aniversario de la anexión de Crimea a Rusia.
Marineros de la flota rusa del mar Negro participan en un desfile en Sebastopol, en el aniversario de la anexión de Crimea a Rusia.Alexander Polegenko (AP)

“¿Qué fuerza produce el movimiento de los pueblos?”, se pregunta Tolstói en el epílogo de Guerra y paz y, al tener en mente las guerras de su época, explica las consecuencias de toda guerra: “Cantidades inmensas de campos se dejan sin labrar, se queman las casas, el comercio cambia de dirección, se arruinan millones de personas, otras se enriquecen, otras tantas tienen que emigrar y millones de cristianos, que profesan la ley del amor al prójimo, se dan muerte unos a otros”. Su novela épica, por encima de su rico y entramado argumento y sus personajes inolvidables, busca explicar precisamente cómo durante los conflictos bélicos la vida continúa, y cómo incluso hace cristalizar los valores y las prioridades. “¿Cómo es posible que no haya visto antes este cielo tan alto?”, exclama gravemente herido Andréi Bolkonski, que en la novela de Tolstói se va a la guerra para “salvarse de la vida”, esta vida cuyo valor descubre justo cuando está expuesto a perderla, en el campo de batalla donde el ejército ruso se enfrentaba a Napoleón.

En este libro, el conde Lev Nikoláyevich (Tolstói era el único realmente rico entre los clásicos rusos) reflexiona que cada uno de los seres humanos vive para sí mismo intentando construir libremente su destino individual, pero a otro nivel, el de las políticas estatales o nacionales, servimos como “el objetivo de la historia”, donde ya nuestra posibilidad de decidir o de escapar es muy limitada, si no nula. Hay países y zonas del mundo donde esto es más palpable: las tierras de los eslavos orientales —Rusia, Ucrania, Bielorrusia— son algunas de ellas. Mientras muchos jóvenes ucranios no dudan en participar en la defensa de Ucrania incluso si esto supone alistarse a las filas, porque de esto depende el existir de su patria, la mayoría de los reclutas rusos —o los que podrían llegar a serlo si les movilizaran— no se identifican con los objetivos de Putin y quieren rehuir la guerra.

Tolstói formó parte del Ejército ruso, ya que Rusia también en su época tenía diversos frentes bélicos abiertos. Relatos de Sebastopol (1856), una de sus obras primerizas, se basa en esta experiencia, concretamente en el conflicto que el imperio ruso tenía con el Reino Unido y Francia, defendiendo esta región de la península de Crimea. Sebastopol, una apetecible ciudad portuaria, con su pasado griego y bizantino, tártaro y eslavo, es también una de las regiones cuyo estatus es discutido en el actual conflicto ruso ucraniano. Es donde Rusia tiene su base naval de antaño y sigue administrando la ciudad, hecho que Ucrania y la comunidad internacional ahora consideran ilegal, lo mismo que para el resto de la península de Crimea. Pero Sebastopol es uno de los lugares que solo puede pertenecer a sí mismo. Su situación geográfica y su demasiado convulsa historia explican por qué muchos de sus habitantes escogerían que, más allá de las cuestiones nacionales, tanto Rusia como Ucrania los dejen vivir en paz a la orilla del mar Negro, con su cálido clima y buena industria alimentaria, que antes de la guerra atraían a muchos turistas. Para explicarlo, las estadísticas no son suficientes, y es probable que las diferentes etnias que siguen viviendo aquí —los rusos representan dos terceras partes de la población, una tercera los ucranios, aparte de las comunidades minoritarias de bielorrusos, tártaros, armenios, judíos, moldavos y azerbaiyanos— coincidan con las palabras de Tolstói: “Dejad atrás la barricada y entraréis en el barrio más animado, más bullicioso de la población; aquí, mercaderes, mujeres tocadas con sombreros o pañuelos, oficiales; todo os demuestra el valor, la confianza, la seguridad de los habitantes”.

El novelista también dejó impronta sobre la política invasora rusa, que entendía como una realidad que ni siquiera contradecía. En general, si se recorren grandes textos de autores rusos, se nota que la visión centralista de Moscovia, profesada ampliamente por Putin, estaba integrada por prácticamente todos, como si fuera algo dado, inscrito en un destino que no se puede cambiar. Pero la trágica novedad en esta guerra es que se desenvuelve entre pueblos que realmente —solo hasta febrero de 2022— podían considerarse hermanos. Los rusos y los ucranios comparten orígenes culturales e incluso mayoritariamente la misma confesión religiosa del cristianismo ortodoxo. El triste balance desde que Rusia empezó la guerra en Ucrania, aparte de la terrible cifra de las víctimas, es un odio hacia todo lo ruso que en adelante irá atravesando generaciones de ucranios.

Ante semejante escenario, y frente a las noticias que buscan dar razones históricas, políticas y hasta psicológicas de la actual guerra, emergen otra vez las reflexiones de Tolstói, que en el epílogo de su Guerra y paz concluye: “¿Cómo es posible que millones de seres humanos lleven a cabo crímenes colectivos, guerras, matanzas, etcétera? (...) El movimiento de los pueblos no lo produce el poder ni la actividad intelectual, sino la actividad de todas las personas que toman parte del acontecimiento y que siempre se agrupan de tal modo que quienes participan de forma más directa en el acontecimiento cargan con la menor responsabilidad, y al revés”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_