La era de la ebullición global
Hemos vivido los meses con temperaturas más altas de la historia. Actuar contra el cambio climático no admite más demoras
Nuevos datos confirman la aceleración de la crisis climática. Los meses de junio, julio y agosto de 2023 han sido los más cálidos desde que hay registros. Si se repasan las series históricas se comprueba, además, que los récords de temperatura se han ido acumulando a lo largo de la última década. En este contexto, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, afirmaba el pasado julio que “la era del calentamiento global ha terminado; ahora es el momento de la era de la ebullición global”. Añadía Guterres algo fundamental apuntado en el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés): “Entramos en territorio desconocido”. En efecto, existe mucha incertidumbre sobre cómo puede reaccionar el planeta en estas condiciones de incremento de temperatura, máxime cuando algunos elementos reflejan ya cambios estructurales. Es el caso de El Niño, fenómeno asociado a la subida de temperaturas en el Pacífico que, a su vez, contribuye a acelerar el calentamiento.
No hay tal incertidumbre, sin embargo, en la determinación de las principales causas del cambio climático. La fundamental es muy conocida: la quema de combustibles fósiles. De ahí la importancia de cambiar el modelo energético mediante la promoción de renovables, de aumentar la eficiencia energética y de tomar decisiones valientes, como la paralización de la extracción de petróleo en el Parque Natural de Yasuní (Ecuador), adoptada tras una consulta en la que el 60% de los votantes priorizaron la conservación del territorio frente al negocio. Un futuro mejor también es más caro. La alternativa es que no haya futuro.
También se conocen cada vez con más precisión los muchos efectos de la ebullición global sobre la salud, con afecciones vinculadas a las olas de calor, sobre sectores económicos como el turismo o sobre la disponibilidad de agua, directamente asociada a la crisis climática y que repercute, por ejemplo, en el precio de los productos agrícolas y ganaderos. Los últimos días de agosto las reservas de agua embalsada en España estaban al 37,6%, más de 15 puntos por debajo de la media de la última década para esta misma semana del año, que es del 52,9%. El cambio climático agrava los efectos de fenómenos como la reciente dana sin que la tromba de agua suavice la sequía.
Ante estos impactos urge adoptar medidas en todos los ámbitos para mitigar o ralentizar el calentamiento. Cada 0,10ºC de incremento medio de temperatura que se consiga evitar supone salvar millones de vidas humanas. En especial, las de los más vulnerables.
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