Pantallas en las aulas
El debate sobre la tecnología en los colegios es imprescindible, pero escuchando a los docentes y a la ciencia


La Comunidad de Madrid ha anunciado que, a partir del próximo curso, quedarán prohibidas las pantallas de uso individual en las etapas de infantil y primaria, es decir, hasta los 12 años, en todos centros sostenidos con fondos públicos. Murcia ha decidido también restricciones similares. Cataluña ha encargado a un comité de expertos que analicen la cuestión y hagan recomendaciones. Por su parte, un informe encargado por el Ministerio de Juventud e Infancia propuso en diciembre pasado eliminar las pantallas en la etapa infantil y priorizar la enseñanza analógica en primaria.
Vistos los buenos resultados que ha tenido la prohibición del uso de los móviles en los colegios, tiene sentido plantearse también qué hacer con las otras pantallas, las de las tabletas o los ordenadores. Algunos expertos sostienen que el elevado consumo de contenidos digitales puede estar en la base de la caída del rendimiento escolar y de la pérdida de ciertas habilidades que dependen del entrenamiento cognitivo. Crece la sospecha que no es solo por la distracción que representan, sino por la forma en que modifican la percepción y el proceso mental del aprendizaje, que hace que tengan más dificultades para fijar la atención.
Pero ver solo los peligros de las nuevas tecnologías puede resultar reduccionista. En el caso de Madrid, la medida ha sido anunciada sin un debate ni un diálogo previo con la comunidad educativa. Cualquier medida debería huir de los planteamientos maniqueos que contrapongan las tecnologías digitales con la enseñanza tradicional. Estamos en los inicios de un debate en el que falta evidencia científica.
Para empezar, hay que distinguir entre los teléfonos móviles, que son una ventana permanentemente abierta a la distracción y tienen un componente adictivo muy fuerte, y los ordenadores y tabletas, que pueden ser utilizados de forma más controlada con propósito educativos. El problema no reside tanto en las tecnologías en sí mismas como en los contenidos y los usos que de ellas se haga en cada momento. En general, la prohibición total como método para evitar malos usos no es una buena solución, porque impide aprovechar el potencial pedagógico que también tienen.
El debate debe centrarse en cómo y cuándo se introducen los medios digitales en el aula, y en esta cuestión también han de tener un margen de decisión los equipos docentes de cada centro. Han de poder decidir el uso pedagógico de estos instrumentos cuando lo exija el proyecto docente, siempre que el alumno tenga el acompañamiento adecuado. Los medios digitales no tienen por qué desplazar el aprendizaje analógico. Pueden extenderlo o complementarlo, una vez adquiridas las habilidades y el entrenamiento cognitivo necesario para un buen aprendizaje. La cuestión no es pantallas sí o pantallas no. Lo importante es fomentar la capacidad analítica, crítica y creativa de los alumnos, también en relación con las nuevas tecnologías.
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