El escándalo de las piscinas: otro ‘Me Too’ sacude Francia
El testimonio en Instagram de una periodista de ‘Le Monde’ tras pillar a un hombre filmándola con el teléfono en los vestuarios ha animado a centenares de mujeres a relatar experiencias similares


La primera vez que un hombre me tocó sin mi consentimiento tenía 11 años. Ocurrió en un parque acuático donde había decidido celebrar mi cumpleaños con unos amigos del colegio. Un chico bastante mayor que yo, a quien no conocía en absoluto, se acercó a mí por detrás e intentó penetrarme con sus dedos por debajo del agua. Aún recuerdo la expresión de orgullo desafiante en su rostro y la carcajada con la que respondió a mi más que legítima indignación. También el bañador con lazos multicolores en los lados que vestía. El de una niña para la que sexo aún tenía una dimensión misteriosa y algo romántica, en aquel entonces, y que entendió sin entenderlo que su cuerpo siempre estaría a libre disposición del deseo masculino, como luego comprobaría a través de una larga serie de acontecimientos en los que se entremezclarían hechos de diversa gravedad, tanto en la esfera personal como laboral. Miradas y comentarios libidinosos, manos en el culo, intentos de agresión sexual.
La consecuencia de esa primera agresión fue que no quise volver a pisar una piscina pública en mi vida. Durante años, mi madre, sin sospechar el motivo de mi desafección, se las ingenió para encontrar excusas que justificaran mis ausencias de las clases de natación en el colegio. Que si la regla, que si una gastritis, y un largo fin de pretextos por los que le estaré eternamente agradecida. Treinta años después, me sigue siendo imposible separar el olor a cloro de esos dedos, deshacerme de ese recuerdo desagradable que hace dos semanas reviví al leer el testimonio de la periodista de Le Monde y especialista en violencia de género Laurène Daycard en su perfil de Instagram, donde explicó que pilló a un hombre filmándola con el teléfono por debajo de un cambiador mientras se ponía las bragas en los vestuarios mixtos de una piscina pública del distrito XIX de París.
Daycard, a la que el encargado de la limpieza del establecimiento ayudó a retener al voyeur hasta la llegada de la policía, describe un enclenque de unos 40 años del que luego supo durante el juicio que no había trabajado nunca, ni mantenido relación alguna con una mujer y que vivía de las ayudas sociales. No tenía antecedentes penales, pese a acumular en su ordenador imágenes de pornografía infantil, y para justificar su gesto dijo que “había visto a otros hombres hacer lo mismo que [él] en las piscinas”. El hombre no la miró en todo el juicio. “No existo para él. No soy nada más que el cuerpo de una mujer atrapada por su objetivo”, escribió la periodista en un artículo publicado posteriormente en Le Monde. Una actitud que ya tenían los violadores de Gisèle Pelicot, quienes tampoco la miraron durante el proceso.
El testimonio de Daycard y su mediatización han animado a centenares de francesas a compartir su experiencia, a cuál más sórdida. Desde mujeres contando cómo vieron a hombres masturbarse, ya sea por debajo del agua o en los vestuarios, hasta relatos de auténticas agresiones perpetradas por hombres que siguen a sus víctimas por la calle al salir de la piscina, sin olvidar las innumerables denuncias de mujeres filmadas mediante una mochila a la que hacen un pequeño agujero para colocar la lente de un teléfono o directamente haciendo un agujero en la pared del cambiador con un aparato silencioso. Otras usuarias de las piscinas públicas enumeran las estrategias que han tenido que adoptar para protegerse de estas agresiones, como revisar que no haya agujeros en las paredes antes de entrar en un vestuario y, si los hubiese, pegar chicles para taparlos o colgar la ropa a fin de cubrirlos. Una breve búsqueda en Google con las palabras “voyeurs piscines” permite darse cuenta de la magnitud del fenómeno, afirma la periodista. Solo en la piscina frecuentada por Daycard se han producido 17 denuncias en los últimos meses.
La Alcaldía de París no ha tardado en contestar al post de Daycard, asegurando que lanzaría una gira de inspección por sus 41 piscinas y que pondría en marcha una campaña con carteles para concienciar a la población, como pidió la periodista. No se ha aclarado aún qué llevarán escritos estos rótulos, aunque intuyo que alertarán a las mujeres del riesgo de ser filmadas y recordarán a los autores las penas previstas para este tipo de delito. Visto lo visto, creo más bien que lo que debería figurar en letras mayúsculas es un aviso a esos hombres que nos tratan como meros objetos de su sexualidad frustrada y degenerada de que nuestros cuerpos no les pertenecen.
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